Quizás la mejor noticia que puede recibir Humberto de La Calle, Sergio Fajardo, Claudia López, Gustavo Petro y hasta lo propia Piedad Córdoba es que las FARC hayan decidido tener candidato propio a la presidencia de la república.
Para ellos será un alivio porque con ello se quitan de encima el San Benito de salir a desvirtuar de manera seguida la infame afirmación de que ellos son el brazo político de esa agrupación guerrillera o exguerrillera, si lo tomamos semánticamente.
A mí de manera personal me gusta mucho la idea.
Ya quiero verle la cara a cada una de las personas que, en privado o en público o a través de las redes sociales, no se cansan de decir que el país se lo estamos entregando a las Farc, que vamos destinados a ser un país castrochavista y que el comunismo será lo primero que veamos cuando ese grupo, por intermedio de cualquiera de los arriba mencionados, arriben al poder. Ya no habrán excusas, los votos que tenga Timochenko en esas elecciones serán todo el respaldo con el que cuenta ese grupo y este no será fruto de otra cosa que de aquello que sembraron a lo largo y lo ancho del país durante décadas.
Casi puedo afirmar que esos votos no llegarán a superar los cien mil (siendo optimista), algo que de plano no solo desvirtúa el sonsonete del poder en manos de estos señores, sino que de además todos aquellos que por décadas hemos visto a las Farc como la encarnación misma de la maldad. Así podremos demostrarles en las urnas el lugar natural de la democracia, que ellos no nos representan, que estuvieron equivocados, que una cosa es desear verlos haciendo política, pero otra muy diferente respaldarlos, que jamás serán una opción de poder y que si bien pensamos que la paz es el camino, ellos no son ni serán quienes encarnen el poder del gobierno para legitimarla.
Me gusta que Timochenko sea candidato presidencial. Espero no se mame. Ya quiero verle la cara a él, a Márquez, a Santrich y a tantos otros, cuando vean su exigua votación.