Desde hace algunos días los internautas somos testigos de una ola de comentarios y contenidos satíricos sobre política nacional actual con mayor intensidad que la acostumbrada. Es imposible (o por lo menos para muchos de nosotros) pasar por alto nuestra “realidad macondiana”, donde todo puede pasar y donde genuinamente todo pasa, desde un director anticorrupción capturado por corrupción hasta una senadora que le grita “vagos” a protestantes mientras en plena entrevista afirma que la extinta Unión Soviética aún tiene injerencia sobre decisiones de la ONU. Ante esta realidad algunos, llamaré yo “emprendedores”, se han dedicado a satirizar estos hechos, no solo buscando divertir y sacar un lado gracioso a una desagradable realidad, sino también al mejor estilo de Jaime Garzón, criticar y generar conciencia de este tipo de actuaciones de los que se supone representan y sirven los intereses de los colombianos.
Estos “emprendedores” dedican tiempo de sus días para divertir y criticar al colombiano común con contenidos con audios, videos, imágenes, memes, estados y toda clase de elemento audiovisuales, llenos de creatividad y alimentados por una realidad (la colombiana) que supera la más exagerada ficción.
Lo que llama la atención y lo que precisamente me motivó a sentarme a escribir, escuchando musiquita de Star Wars de fondo, son los hechos que tuvieron lugar en estos últimos días que involucran a la reconocida periodista Claudia Gurissati y a la página “La Naranja Castrochavista”, que por si no se enteró, se aprovechó de un papayaso delicioso que dio la periodista con un sondeo sobre si los colombianos creían o no que el Centro Democrático desinformaba y mentía, tal como lo había afirmado en una entrevista el vicepresidente Óscar naranjo.
El sondeo dio como ganador, por un alto margen, la respuesta que afirmaba que el partido sí mentía con un 65 %, mientras que quienes decían que no solo obtuvieron un 35 %. El problema se generó cuando en plena emisión al aire los datos que se presentaron fueron que el sí daba 41% y el no 59%. Lo anterior encendió las redes sociales y el hashtag #GurisattiAUCN24 fue tendencia en poco tiempo. Este fue impulsado por páginas como "La Naranja Castrochavista" y otras de una línea muy parecida.
La periodista respondió a lo que ella misma llamó “ataques malintencionados” que buscaban generar odios contra ella y dañar su buen nombre. En repetidas ocasiones tuiteó mensajes con el hashtag #PeriodismoHonestoRCN e incluso acusó a tales páginas de promover ataques sistematizados, a tales extremos que el “caso” está en manos de la Fiscalía. Los mensajes a favor y en contra tampoco se han hecho esperar, y en Facebook y Twitter, argumentos vienen y van de lado y lado, aún está a tiempo si gusta presenciar.
Todo lo anterior, que aún no termina, abrió un debate sobre el papel de los medios en Colombia en la era de las redes sociales, también sobre su influencia en la opinión de todo un país, que pareciera comenzar a despertar y que se revela contra un “imperio” de la información. Una Colombia que en su mayoría se resiste a seguir siendo manipulada por un sesgo parcializado, porque se volvió común encontrar esa característica en los medios nacionales, la falta de imparcialidad y compromiso con los hechos sin un sesgo ideológico, religioso, político.
Los colombianos gritamos "verdad", pedimos medios indiferentes a todo lo que no sea un compromiso con los hechos, reclamamos medios imparciales, que no estén casados con nadie, que no respondan a apellidos o capitales sino a hechos, que estén comprometidos con la verdad y solo la verdad. Ante la falta de todo esto la rebelión ha comenzado, y tal vez exagere o me pase de optimista, pero puede que lo ocurrido en estos días en las redes sociales imponga la necesidad de una nueva clase de periodismo, que se adapte o se extinga. Si no lo hace, el adaptarse lo obligará a ser un nuevo periodismo, un mejor periodismo, uno que no promueva valores para solo un sector de la sociedad sino que la una. La nueva Colombia aún es posible, se sigue construyendo y a pesar de los contratiempos se resiste a dejar de seguir tratando de ser posible.
Tal vez solo sea un romántico que delira con un país mejor cada día y que anhela que las pequeñas acciones y los ligeros cambios sean el inicio de ese inicio de cambio definitivo de rumbo, que creo que muchos queremos. Puede que esté exagerando, pero cuando veo a un colombiano que se resiste a permanecer inmóvil, a permanecer indiferente, puedo sentir que tenemos esperanza, puedo sentir un despertar en la fuerza… de una mejor Colombia.