A la luz de la democracia, no tiene ninguna justificación moral o política que el gobierno esté condenando a la guillotina al dirigente del gremio de los industriales de Colombia.
En distintas épocas, el poder ha acudido a la guillotina para cortarles la cabeza a personas que terminaron por volvérseles incómodas. Ha habido épocas en las que el poder ha sido particularmente intolerante con quienes lo critican. Tal vez, la guillotina más recordada de la Historia sea la de Robespierre, cuando la virulencia ideológica y el delirio oratorio se desbordaron a tal punto que la cuchilla no paraba de descargarse sobre los cuellos inermes de los condenados. Las cabezas rodaban en la mitad de la plaza.
Tan grande fue el trauma que dejó la guillotina en la memoria histórica que su recuerdo quedó ubicado en salón de la simbología universal. Siglos después, cuando le piden la renuncia a algún funcionario o cuando echan a una persona de su trabajo o cuando un gobierno decide imponer su veto sobre alguien, se dice que lo decapitaron.
Hay que entender que la guillotina nunca ha producido democracia. Por el contrario, han sido los regímenes totalitarios y oscurantistas los que han hecho uso de ella. La muestra más concreta es que los franceses no pasaron de Robespierre a la democracia sino a un emperador y después a otro monarca y fue después que pudieron ir construyendo la democracia por la cual lucharon desde el principio y que la guillotina les extravió dolorosamente.
Bruce Mac Master, en nombre de los empresarios a quienes representa, ha criticado de frente la reforma tributaria del gobierno. El problema no radica en si tiene la razón o no; el problema radica en si el gobierno entiende, o no, que Mac Master tiene todo el derecho de hacerlo.
El sentimiento de contradicción con la reforma tributaria es absolutamente mayoritario entre los empresarios. Y no se trata de que “los ricos” y “los esclavistas” quieran mantener el mundo de “esclavitud” y “colonialismo” con que el gobierno identifica a nuestro país. Se trata de comprender que los empresarios entienden los graves perjuicios que nos traería sacarle veinticinco billones de pesos a la economía en medio de los signos de inflación, devaluación y recesión por los que atravesamos
Bruce Mac Master no está haciendo nada distinto a cumplir con su deber de expresarles al gobierno, al Congreso y a la opinión pública lo que los empresarios están pensando.
Por eso resulta tan preocupante que el gobierno esté pidiendo la cabeza del presidente de la Andi.
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El gobierno les está pidiendo a los industriales que cambien a Mac Master por un representante que le caiga bien al gobierno
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Juan Fernández, el consejero presidencial para los empresarios escribió esto en su twitter: “No será que lo que hace falta es un interlocutor válido en la @Andi_Colombia?”. Es decir que el gobierno está juzgando la legitimidad del representante de uno de sus interlocutores empresariales más importantes y, de paso, les está pidiendo a los industriales que cambien a Mac Master por un representante que le caiga bien al gobierno.
Gustavo Bolívar, el senador más importante del partido de gobierno, escribió esto en su twitter: “Van triunfando las mentiras de la Andi, las calumnias de la oposición, el chantaje de algunos partidos y la tergiversación de los medios”.
Entonces, según el senador Bolívar ¿los empresarios no tienen opiniones sino mentiras?
Entonces, según el consejero presidencial ¿la Andi debería decapitar a Mac Master y nombrar un nuevo representante que resulte “interlocutor válido” a los ojos del gobierno?
Eso que acaban de plantear el senador Bolívar y el consejero presidencial Fernández es gravísimo para la democracia. Eso desnaturaliza el diálogo en la democracia. Los gobiernos no pueden intentar imponer a los representantes de sus interlocutores en el diálogo social. En la democracia los gobiernos no deben terminar imponiendo diálogos de yo con yo que desconocen el verdadero sentir y la verdadera representatividad del pluralismo social.
El gobierno debiera, para el bien de Colombia y para su propio bien, reflexionar sobre este asunto, reflexionar sobre el mensaje errático que está quedando en el camino de una gran parte de los colombianos.
Imagínense qué mensaje le queda a la gente de que cada vez que una organización ilegal levanta la mano desde cualquier selva, el gobierno llega al instante con la mano tendida y la propuesta amable de la paz total; mientras que cada vez que los empresarios invitan al presidente a sus encuentros, el presidente los deja plantados o llega tarde.
Imagínense qué mensaje le queda a la gente de que los empresarios, que son los “ricos” y los “esclavistas”, son los que deben pagar sus pecados con la reforma tributaria; mientras que las organizaciones criminales merecen compresión, perdón y legalización de sus capitales.
En estas circunstancias, lo mínimo que la gente puede preguntarse es si al Clan del Golfo, a las Farc o a Iván Mordisco, el gobierno también les ha dicho que sus delegados no son válidos y que deben cambiarlos por lo que al gobierno le parezcan mejores.