El día después de la derrota. Uno de los primeros en llegar a la casa, el lunes después de haber perdido la elección presidencial de 2018, fue Guillermo Perry. Estuvimos cerca de pasar a la segunda vuelta y la campaña tuvo un cierre muy emocionante; había entonces una mezcla de tristeza, satisfacción por el deber cumplido y, sobre todo, cansancio. Perry llegó con su andar pausado pero firme. Mirada serena y sonrisa tranquila. “Muy bien Alejandro, gran trabajo”, yo no respondí nada porque andaba con la lágrima en la punta de la lengua. El se dio cuenta, me dio una palmada en la espalada y se sentó en la sala. Pidió un té, siempre pedía un té.
La política. Venía a dar un mensaje claro y de urgencia. ‘Suficiente con eso de que el siguiente paso era retirarse de la política”. No tenía ningún sentido. La Coalición Colombia había conquistado un espacio político a pulso y tocaba cuidarlo. “Sergio, esta película ya la he visto, falta un centavo para el peso y uno queda desanimado. Pero no se pueden retirar, sería una irresponsabilidad. A seguir dándole que el camino es largo”. En un mundo en el que hay muchos burotecnócratas, que saltan de campaña en campaña y de gobierno en gobierno, Perry era el mejor ejemplo de compromiso con la política que el consideraba buena. Sólido en lo técnico entendía bien que no hay técnica sin política y estaba siempre listo para ayudar a quiénes compartieran sus principios.
La academia. Conocí a Perry hace varios años en la Universidad de Harvard en Estados Unidos. Había sido profesor allí y era muy respetado por los otros profesores. No fui su alumno, pero me hizo varios comentarios interesantes sobre mi idea de tesis. Serio, cerró la conversación, “Si necesita algo más, escríbame por favor y yo le ayudo”. Conocí algunos de sus alumnos y lo querían mucho. Me da la impresión de que, más que un profesor que ya es mucho, era un mentor, generoso y cálido. Transitaba con una facilidad inusual entre el análisis e implementación de la política pública, el diseño de estrategia política, el salón de clases y la guía existencial a sus alumnos.
La política pública. Si no estoy mal, a comienzos de este año fui a Fedesarrollo a una presentación sobre la ley de financiamiento y sus impactos. La organizaba Guillermo y, como siempre, se veía contento. Había hecho él mismo muchos cálculos. Entendía y revisaba cada una de las diapositivas que Juan Sebastián Corrales estaba presentando. Sugería énfasis y preguntas. Se veía preocupado con algunas partes y, en medio de los cálculos, metía análisis políticos. Era el mayor en el salón, pero el más ágil. Habría visto miles de presentaciones idénticas, de reformas financieras, y mantenía la emoción por entender y pensar en dónde mejorar.
Liberal. Guillermo participó de una reunión política recientemente. No pude asistir pero leí el acta, no comento ninguna indiscreción compartiendo esto: Guillermo mantenía una idea fija desde que lo conocí, el país necesita de la consolidación de un espacio liberal, en el buen sentido de la palabra. Mantenía una profunda decepción del rumbo del que fuera su partido pero creía que la social democracia era, todavía, el camino. Agudo para analizar el panorama electoral, dejó sus comentarios finales: más que prepararse para ganar, había que prepararse para gobernar y más que pensar en individuos para unas candidaturas, había que pensar en consolidar un partido político liberal, de verdad, para reemplazar el mamarracho que tienen ahora.
Lo sorpresivo de la muerte. Guillermo no estaba esperando la muerte. Vaya uno saber los recorridos de la mente en el silencio de la mitad de la noche o las conversaciones de la intimidad pero, en lo poco que pude ver, estaba con varios proyectos nuevos y andando. Comprometido a fondo con su participación en corto, mediano y largo plazo. Había cerrado un proyecto grande: su libro autobiográfico, “Decidí contarlo”. Estaba feliz el día de la presentación que hizo conversando con Alejandro Gaviria. El muy influyente personaje que ha sido Gaviria está construido sobre el camino que dejó Perry.
Sospecho que si pudiera leer este esta nota diría: “Alejandro, suficiente, vaya a trabajar, a leer el libro y a cambiar el mundo”.
Iba a escribir esta columna sobre qué es una buena vida. Eran unas ideas abstractas. Que quede este pequeño homenaje a la vida de Guillermo Perry, un ejemplo y una inspiración.
@afajardoa