El pasado domingo Diego Armando Maradona fue presentado como técnico de Gimnasia y Esgrima de La Plata, el estadio estaba a reventar, el ambiente era de fiesta. Maradona recorría el campo en un carro de golf. En los últimos años más de una docena de cirugías en su rodilla han mermado su movilidad. Su intervención, ante los más de 30 mil personas que lo aclamaban, dejó en claro que algo le afecta mentalmente, algo que tiene que ver las pastillas o la cocaína, esa blanca mujer que se la presentó su exmanager Guillermo Coppola.
La vida de Maradona dio un vuelco en el verano de 1985. Llevaba ya un año en el Nápoles y empezaba a transformarse, más que en un ídolo futbolístico, en una especie de santo, de hada madrina que transformaría en potencia a un triste equipo del sur italiano que nunca había ganado nada. Pero no sólo era una fama desbordada, una devoción única en la historia del deporte sino los vínculos de Maradona con Guillermo Coppola, su mánager, la persona que quebraría su rumbo.
Coppola estaba ahí para cumplir todos sus caprichos. “Si pedía ranas, mejillones y provenzal en la mitad del desierto yo tenía que conseguirlas”. Les gustaba la noche, sin duda, los asados, el champagne y la cocaína. Cuenta la leyenda que incluso llegó a inmiscuirse dentro del cartel de Cali para garantizar la mejor de las drogas. Con Coppola, Maradona se acercaría hasta quemarse hasta los capos de la Camorra italiana.
Petro Pugliese, un mafioso arrepentido, contó para el semanario italiano Panorama que Maradona incluso, aprovechándose de su popularidad y de que en los aeropuertos nunca lo requisaban, transportó droga para carteles del sur de Italia. Sí, Maradona ganaba una millonada en Nápoles pero era el rey de la noche y además había llevado a decenas de amigos de Buenos Aires a vivir a costillas de él. Era un tren de vida en donde había cenas, tragos exóticos y coca, mucha coca.
Pero además Maradona le hacía favores a los apostadores. En la temporada 1978-1988 faltó a un partido vital contra el Milán de Arrigo Sachi. El Nápoles sin Maradona no era el mismo. Los mafiosos necesitaban que el Nápoles perdiera y ganaron millones apostando.
Los excesos no sólo eran de Maradona dentro del equipo. Según el exmediocampista del Parma y la selección Italia, Massimo Cripa, en 1990, cuando el Nápoles celebró a rabiar su segundo título de Liga obtenido, como no, con la ayuda divina de Maradona, la rumba fue desorbitada y estaba comandada por Guillermo Coppola en un barco anclado a orillas del Vesubio. Como un capitán, venerable con su pelo blanco y su nariz roja de borracho, esperaba a un hombre en cubierta. Este llegó en una moto acuática y le entregó dos paquetes. Alborozado Coppola gritó “Llegó la coca”. Según el mediocampista italiano todo el plantel disfrutó del convite del empresario argentino. La amistad terminó abruptamente hace 20 años, justo cuando Diego realizó su primera cura de desintoxicación en Cuba. El astro del fútbol acusó a Coppola de haberle robado un montón de dinero. Nunca más se volvieron a hablar.
Maradona nunca estará exento de la polémica. Su llegada a Gimnasia en 2019 viene arrastrada de otros rumores. Uno de ellos reza que su actual representante tiene contactos con los carteles de la droga mexicano. De todas formas Gimnasia se compra un problema a largo plazo. Ya, en su primer entrenamiento con la institución, Diego Maradona faltó a la práctica. Genio y figura hasta la sepultura.
*Artículo publicado originalmente el 11 de sep. de 2019