Guido, el testimonio de los desaparecidos en Argentina

Guido, el testimonio de los desaparecidos en Argentina

El nieto de la presidenta de las Abuelas de la Plaza de Mayo se convirtió en un símbolo de quienes sufrieron durante la dictadura militar

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noviembre 04, 2015
Guido, el testimonio de los desaparecidos en Argentina

En 1977, Laura Estela Carlotto fue desaparecida por la dictadura militar de Jorge Videla. Su madre, Estela de Carlotto, la buscó por todo el país y, tras escuchar distintos relatos, estableció que Laura tuvo un hijo en cautiverio, que fue raptado y víctima de un cambio de identidad. Como las demás madres de los desaparecidos, fue tildada de loca y, aun así, insistió en la búsqueda de su nieto hasta encontrarlo, el 5 de agosto de 2014.

El nieto de la presidenta de las Abuelas de la Plaza de Mayo se convirtió en un símbolo de quienes sufrieron durante la dictadura militar

Guido fue el nombre que le puso su madre desaparecida y fue el mismo que recuperó al adquirir su verdadera identidad, hace un año. Ignacio Guido Montoya Carlotto es el nieto 114 recuperado y cuenta que aún faltan por hallar a 400 solo en ese país: hijos de personas que fueron desaparecidas por la dictadura.

El septiembre pasado hablamos con él,  el nieto de la presidenta de las Abuelas de la Plaza de Mayo de Argentina, que se ha convertido en todo un símbolo para las víctimas de la desaparición.

Ya hace un año recuperó su verdadera identidad, ¿cómo es esa historia?

Crecí en un pueblo de La Pampa argentina y viví sin saber que era adoptado, sin saber que era un hijo de desaparecidos de la dictadura militar argentina. Mi abuela Estela de Carlotto me buscó durante 36 años, hasta que el 5 de agosto de 2014 nos reencontramos. A partir de ahí empecé un cambio de identidad, al menos en los papeles. Ya no me llamo Ignacio Hurban, sino  Ignacio Montoya Carlotto.

¿Habló con sus padres adoptivos sobre esa decisión de cambiar de nombre?

Por supuesto. No es una decisión, en Argentina es un trámite legal porque el apellido es de dominio público, entonces hablé con ellos y no hubo problema. Tenemos la mejor de las relaciones.

¿Al enterarse que era adoptado se le pasó por la cabeza que era hijo de una desaparecida?

El 2 de junio de 2014, el día de mis cumpleaños, me enteré de que soy adoptado y, al saberlo, fantaseamos con mi esposa con eso. El proceso de búsqueda duró poco. Hice el contacto con abuelas y luego con ADI. La Asociación del Derecho a la Identidad es una institución que lleva adelante las investigaciones y que ordena las extracciones de sangre para que se cotejen con el Banco Nacional de Datos Genéticos, fue creada por las abuelas y es donde constan las muestras genéticas de todos los familiares de desaparecidos. Al poco tiempo me llamaron para darme la noticia.

¿Cómo fue el primer acercamiento con su abuela?

Al otro día de enterarme nos encontramos. El 6 de agosto de 2014 fue el abrazo.

¿Por qué contar su historia en Colombia?

Nosotros cerramos de alguna manera un conflicto, que no es igual al de ustedes, pero que tiene características similares en cuanto a que trasladó muchísimo dolor a la gente. Me parece que contarlo está bien pues ayudamos a que no se sientan solos y estoy convencido de que podemos intercambiar experiencias. Es una manera de entender que a todos nos pasa lo mismo.

Ya está haciendo memoria, ya tiene la verdad y la justicia, ¿qué sigue en su vida?

Claro que la recuperación de mi nombre es un acto de justicia, uno de los más grandes, las responsabilidades fueron saldadas y estamos afirmados en esta nueva identidad. Fui criado por mis padres adoptivos, que no sabían absolutamente nada de este proceso; les guardo mucho respeto y cariño porque ellos hicieron de mi lo que yo soy hoy: para bien o para mal tengo la entereza para dar la cara y poder contarlo. Ahora, yo no soy un activista político, soy músico y toco el piano y planeo seguir haciendo eso.

¿Cuántos faltan?

Faltan alrededor de 400, que es una cifra enorme. El lunes pasado tuvimos la dicha de encontrar la niña 117. Faltan, pero el trabajo es incansable y no hay manera de detenernos.

Usted es hincha de River Plate, ¿ha preguntado si a su papá le gustaba el fútbol y era hincha de algún equipo?

Sí, obviamente, mi papá era hincha de River, de ahí viene. Y debe venir porque en todos los casos de todos los nietos que se han encontrado siempre los nietos son hinchas del club del que eran hinchas los padres. Es algo que se lleva en la sangre (risas).

¿Por qué dice que el reencuentro con su abuela lo celebró el pueblo argentino como un Mundial?

Porque no estamos acostumbrados en líneas generales a las historias con final feliz, y esta parecía ser una utopía de una abuela que nunca iba encontrar su nieto. Y de hecho, que lo haya encontrado una abuela tan querida por toda la Argentina se convirtió en una explosión de alegría. Fue una refutación de esa supuesta verdad.

Ya que la tiene al frente, ¿qué imagen tiene de ella?

Tuve que desarmar la imagen de Estela Carlotto presidenta de las Abuelas de la Plaza de Mayo y hacer la de la abuela. Es mi abuela, con la diferencia que nos conocimos ya de grandes”.

¿Ha pensado en que su música se vuelva un himno para los desaparecidos?

Una de las canciones que escribí en el 2009 que se llama “Para la memoria”, es una canción que escribí hace mucho tiempo y se ha transformado en un estandarte. No soy un músico que hace música militante, hago música con las cosas que me pasan y entre las cosas que me pasan cuento todo esto.

 

*Periodista del Centro Nacional de Memoria Histórica

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