En la historia del cine no son tantos los casos en los que una adaptación cinematográfica puede estar a la altura de la novela original. El problema fundamental reside en el poco tiempo que tiene un director para abarcar la minuciosidad con la que el escritor puede describir una escena. El camino más fácil y seguro que toma el realizador cinematográfico es el de hacer un buen resumen del libro, trabajar las partes en donde hay acción y suprimir todos los momentos de duda, de contradicción, de contemplación que puede tener un personaje.
Con los medios que cuenta el cine es imposible trasladar, a cabalidad, la grandeza de una obra literaria a la pantalla. El primero que se dio cuenta de que la televisión era el instrumento ideal para adaptar una narración literaria al cine fue R.W. Fassbinder cuando pudo llevar a cabo su proyecto soñado: su propia versión de Berlín Alexanderplatz, la célebre novela de Alfred Doblin. En diez capítulos logró no sólo trasladar con facilidad la atmósfera del escritor judío, sino que hizo palpable el horror de la época en que Alemania incubaba el huevo de la serpiente. En cada uno de los episodios, el autor de El miedo devora el alma, dibujó con fidelidad el retrato de los personajes de Doblin, logrando no sólo estar a la altura de la novela sino por momentos superarla ampliamente.
Pasaron los años y con ellos los resquemores que a un autor cinematográfico le despertaba la televisión. Realizadores de renombre como David Lynch, Martin Scorsese Jane Campion o David Fincher, han realizado proyectos en este formato, seducidos por los ilimitados presupuestos que manejan y por el tiempo que se dispone para desarrollar la historia. Con 14 horas por temporada conviviendo con un personaje, el espectador establece un tipo de relación diferente a la que se puede tener con uno al que conoces apenas hace 2 horas.
Todas esas ventajas las tuvo en cuenta George R.R. Martin a la hora de ceder los derechos de sus libros a HBO. Desde que se publicó el primer tomo de la saga Juego de tronos, canción de hielo y fuego en 1996, los estudios más poderosos de Hollywood tocaron desesperadamente la puerta de este escritor norteamericano, pero él se mantenía firme en la posición de que para adaptar su historia debería respetarse a cabalidad, con el tiempo y presupuestos requeridos. “No quiero nada de decorados hechos con efectos especiales, ni extras digitales, quiero que esto sea hecho de la manera más real que sea posible”. Para Martin era muy difícil ver convertidos sus seis libros en una ingesta merengada de 2 horas y media. Por eso, cuando la cadena de televisión norteamericana le ofreció, además de un jugoso contrato, la posibilidad de que él mismo supervisara cada uno de los capítulos y le aseguró que no habría restricciones presupuestarias, no le quedó otro remedio que aceptar.
Estás frente al televisor, llevas tres capítulos de la renombrada serie y aún no entiendes cuál es el alboroto que hacen sus fans alrededor del mundo. En el piloto, a excepción de la terrible caída del final, cabeceas más de una vez. El segundo lo ves por inercia, como para darle un poquito más de tiempo a la historia. Hay cosas que no puedes entender, son demasiados nombres de personas y de sitios que evidentemente no puedes manejar si no estás familiarizado. Extrañas, cómo no, el universo tolkieniano, sus hermosos paisajes, sus magos poderosos. Acá ya han pasado cinco capítulos y todo te parece un rollo infumable.
Te sobresaltas con el sexo descarnado, te da miedo pensar en que el invierno que dura años está a punto de llegar y que los muertos se levantarán de sus tumbas y arrasarán todo a su paso. Pero son sólo promesas. Han pasado cinco capítulos y lo único interesante que has visto es a un niño romperse el espinazo al caer de las alturas.
Te aburres hasta el sexto capítulo, cuando descubres hasta dónde están dispuestos a llegar los Lannister con tal de quedarse con el trono de las espadas y ahí queda arrodillado, con una lanza rompiéndole la espinilla a nuestro Ned Stark, viendo como yacen en el suelo, con un tajo en la garganta, sus hombres más preciados. No lo sabes, pero se ha activado una serie de acontecimientos que terminarán, tres episodios más tarde, con la absurda decapitación de la Mano del Rey.
Entonces te das cuenta que la saga de GRRM no tiene nada que ver con Tolkien ni sus haditas, enanos y magos cursis . Sus intrigas, traiciones, pasiones y batallas, se acercan más a Shakespeare y a la misma historia de la humanidad que a una fantasía medieval cualquiera. Nadie está a salvo de la muerte, de caer triturado bajo las ruedas de la política interna que se maneja en los siete reinos. Tuviste que llegar al noveno capítulo de la primera temporada para darte cuenta de la grandeza de Game of thrones.
A diferencia de otras sagas épicas, la obra de Martin no tiene un personaje principal, entre 16 se disputan nuestra atención. Y eso sí, no esperes que esta grupo esté conformado por guerreros feroces de ceño fruncido y músculos pronunciados. No, una buena cantidad de ellos son hermosas y valientes mujeres a las que no les temblará el pulso a la hora de aniquilar a su enemigo. Entre todas ellas se destaca la figura de Daenerys Targarian, heredera natural de los siete reinos y madre de los dragones. En estas tres temporadas hemos visto como a pesar de su cuerpo menudo y aparente indefensión, se ha sobrepuesto a todo, y ahora cuando estamos por terminar Tormenta de espadas, el tercer libro, vemos que se presta, con un numeroso ejército de inmaculados, a recuperar lo que le fue usurpado a su padre. Todos estamos enamorados de Khaleesi, aunque ella nos ignore con su fría y mortal displicencia.
Tampoco busques al héroe de la historia en algún rey de frente despejada y altiva, no te desgastes queriéndole encontrar entre los guerreros de espada ensangrentada que abundan en la historia. No, el héroe es Tyrion Lannister, la deshnora de su clan, un miserable gnomo que no llega al metro de altura, borracho y putero que desprecia la guerra y sus hacedores pero que poco a poco y gracias a su inteligencia, va ganando importancia dentro del complejo ajedrez en que se mueve en Kings Landing.
En la serie, los personajes tienen vida propia y se van desarrollando ante tus ojos. Te acompañan durante años, esa es la razón por la cual duelen tanto verlos acuchillados, traicionados, torturados y por eso cada noche tomamos un cordero y lo partimos por la mitad ofreciéndoselo al insaciable y rollizo Dios GRRM, la sangre de un inocente y aplacar su furia y ojalá que, al menos por esta temporada, salvaguarde la vida de nuestros amados personajes.
En Game of thrones nadie es completamente malo ni completamente bueno. Sólo ves clanes y reyes que se pelean por el poder absoluto. Algunos son más inescrupulosos que otros, pero todo tiene una razón de ser. Un ejemplo claro de esto es la transformación que sufre Jaime Lannister. En las dos primeras temporadas sientes desprecio absoluto por este hombre al que no le tembló la mano para arrojar de las alturas a un inocente niño o para haberse atrevido atacar a la mano del rey. Pero a partir de la tercera temporada empiezas a entender mejor al personaje. Uno no puede conocer a la gente porque inevitablemente termina enamorándose de ella.
Lo que engancha de Game of thrones es la capacidad para sorprender a su cada vez más creciente fanaticada. El episodio nueve de la tercera temporada, titulado La boda roja es considerado el más desgarrador de la historia de la televisión. La serie se encumbra a niveles que no conocíamos, ¿Cómo es posible que estén tan seguros de continuar eliminando a los protagonistas de un solo tajo? ¿En qué oscuro laberinto nos piensa encerrar Martin? Todas esas preguntas empezarán a develarse en la esperadísima cuarta temporada, la que promete ser la mejor de todas. El presupuesto por capítulo que empezó siendo de seis millones de dólares se ha triplicado no por cualquier capricho aleatorio, sino porque así lo exige la historia. El nivel de histeria entre sus fieles crece con el correr de los días.
El temido invierno se acerca y los caminantes blancos ya han empezado su marcha contra los siete reinos. Los muertos no soportan más la estrechez de sus tumbas y han comenzado a moverse. Daenerys y sus dragones, ya adolescentes, están cruzando el océano y la guerra parece inevitable. Nadie sabe a quién la esquiva fortuna ha abandonado y morirá en esta nueva temporada.
La tensión contenida en los episodios pasados se desbordará en este tramo de la serie. Para todo aquel que quiera embarcarse en esta aventura le aconsejamos paciencia al principio y después evitar a toda costa enamorarse de alguno de los encumbrados guerreros que pueblan estas páginas. Nadie, absolutamente nadie, tiene la vida asegurada en la sangrienta atmósfera que se respira en los Siete Reino