Presagian los profetas que a principios de octubre no habrá pasaportes. La gente que quiere invadir las galaxias con el virus de la vida está desesperada.
La extraordinaria demanda de pasaportes es artificial y las oficinas no dan abasto para atender tanta solicitud, que no obedece a súbita urgencia sino a pánico inducido. Solo falta que ahora la gente empiece a comprar todo el papel higiénico disponible en el mercado, como ocurrió cuando el Covid.
La ansiedad contagia. Es en esas condiciones que se venden los turnos, tanto en las filas presenciales como en la asignación en línea. La cancillería se esmera al máximo, pero ninguna solución opera porque el diluvio desborda diques, canales y muros de contención.
Las víctimas terminan siendo los usuarios que no acuden a lo ilícito, pues se les viene exigiendo por cualquier motivo que presenten documentos y pruebas que no están previstos en los reglamentos. Las normas antitrámites, el debido proceso, la presunción de inocencia, el principio de la buena fe y la doctrina de los actos propios, todo queda derogado.
La cédula es el único documento y plena prueba de identidad para todo efecto, en especial para solicitar pasaporte. Algunos operarios de poca monta presumen de entrada la falsedad del documento, porque se han expedido miles con soportes dudosos. Esto no es culpa del ciudadano sino de las propias mafias que en las oficinas del registro civil se dedicaron a expedirlas por carretadas, con soportes falsos, adulterados o dudosos.
El pasaporte no es prueba de nacionalidad, pero si es el documento de identidad internacional. La nacionalidad es el cordón umbilical con un país. Se puede adquirir la nacionalidad del territorio en donde se nace o la de los padres, o la del país en donde se establece el domicilio y se generan vínculos, o la del país del cónyuge o la de cualquier país que la venda o trueque.
Cada quien es libre de establecer sus normas. Todos tenemos derecho a la nacionalidad; la nacionalidad no se impone; no se puede impedir que se renuncie a la nacionalidad… y se puede poseer nacionalidad múltiple, pero en caso de conflicto prima la dominante, la efectiva, la que ejerce activamente la persona.
La nacionalidad colombiana se obtiene por nacimiento o por adopción. Ciertos cargos están reservados para colombianos de nacimiento; pero en lo demás no puede existir ninguna discriminación.
Los nacionales de origen son los que hayan nacido en Colombia y tengan un padre colombiano, o extranjero pero domiciliado en Colombia, o que nazcan en el exterior de un padre colombiano y se domicilien en el territorio nacional. Este domicilio se circunvala si se inscriben en el registro civil de un consulado. Listo el pollo (Kokoriko).
Por adopción son quienes obtienen carta de naturaleza, que por práctica internacional es una concesión de un Estado que implica por regla general una renuncia a la nacionalidad de origen. En Colombia se otorga al resto de los extranjeros que no son latinoamericanos de nacimiento… o “del Caribe”. One Love (Bob Marley).
A los latinoamericanos y caribeños de nacimiento se les concede la nacionalidad mediante una resolución de inscripción. Esto responde al ideal de Bolívar (el Libertador, no el papá de Gustavo) que quería una nacionalidad continental, y se consideró como un derecho de ser inscrito como colombiano cumpliendo algunas condiciones legales. No era una concesión discrecional, como se predica de las cartas de naturaleza.
En contravía de la Carta, una norma de abierta ligereza permite que el presidente pueda otorgarle la nacionalidad a quien le venga en gana, eximiéndolo de requisitos. Es groseramente inconstitucional porque la norma superior dispone que la nacionalidad por adopción se adquiere “de acuerdo con la Ley”; lo que presupone que la Ley debe establecer qué requisitos se deben cumplir; no quién puede eximirlos majestuosamente. En suma, todo vale nada y el resto vale menos (León de Greiff). Pues ser colombiano es artículo de fe (Borges).
Pero tranquis, que el mundo no se acaba a principios de octubre. Nos seguirán llegando mensajes de cobro de la DIAN y de la jauría de sanguijuelas. Claudia Nayibe y el adefesio chino tampoco se vaporizarán. Los contratos que desangran las arcas tendrán más amigos que Roberto Carlos. Y los conspicuos personajes que se escudan bajo Greg & Sons seguirán en el negocio de cuanto documento de identidad o papel de seguridad pueda inventarse la inteligencia criolla.