Esta es otra réplica a la reciente columna de Piedad Bonnett en El Espectador, a propósito de la alianza entre Manos Visibles, el Fondo de Cultura Económica y la Fundación Sura para crear el Laboratorio de Escritura Letras de Vanguardia.
///
Cuando me encontré con la literatura, estaba en la secundaria, leí muchos libros de autores reconocidos, como El túnel de Ernesto Sabato, Cien años de soledad de Gabriel García Márquez, Emma de Jane Austen y Cumbre Borrascosas de Emily Brontë.
Aunque me gustaban mucho estas historias, siempre quedaba con un sinsabor que no comprendía. Esta falta persistió hasta la universidad, donde hacíamos principalmente lectura de hombres y mujeres blancos. Fue en quinto semestre que un amigo me compartió el libro El peligro de una sola historia de Chimamanda Gnozi.
Fue epifánico descubrir que la falta que sentía al leer estas historias, es que nunca me vi a mí. No encontraba personajes que se parecieran a mí ni que reflejaran mi experiencia. Este descubrimiento me llevó a buscar literatura donde mi experiencia negra estuviera representada. Encontré consuelo en Americanah de Adichie, lloré con Pecola en Ojos azules de Toni Morrison y me conmoví con los poemas de Maya Angelou.
En esta nueva etapa, busqué autores afrocolombianos. Confieso que leí los poemas de Mary Grueso a los 18 años, desconocía a Manuel Zapata Olivella, Gregorio Sánchez, Arnoldo Palacios y Amalia Lú Posso. Me cuestioné cuántos niñes y jóvenes negros leen estas historias y si estos textos forman parte del currículo educativo; y aun mis 28 años, me sigo haciendo estas preguntas.
Toda esta introducción que parte de mi vida la utilizo como premisa para reflexionar sobre la columna "O guetos o inclusión" de Piedad Bonnett publicada por El Espectador el pasado 19 de mayo, a puertas de la conmemoración del día de la afrocolombianidad.
El cuestionamiento de la autora se debe a la creación del Laboratorio de Escritura: Letras de Vanguardia gestado por La Fundación Manos Visibles, el Fondo de Cultura Económica y la Fundación Sura.
Bonnett enuncia este proyecto como un "Fenomeno de segregación racial, bien intencionada" puesto que unos los requerimientos para participar de este programa es ser una persona negra o afrodescendiente e identificarse como tal.
Mi primera impresión ante este texto fue la palabra "gueto" la cual en esencia es la exclusión geográfica y espacial de un grupo específico segregado social y racialmente. Gueto se le dice a los barrios ocupados en su mayoría por población racializada como Brooklyn, el Bronx o Marroquín II en Cali, el barrio donde nací y me crié.
¡Sí, yo soy del gueto! Lo curioso es que el gueto siempre se ha utilizado de forma peyorativa, comúnmente por la gente privilegiada para diferenciarnos de ellos y nosotros, como al final indirectamente lo hace la autora.
Bonnett afirma que este tipo de programas que tienen enfoques diferenciales basados en el género, etnia, diversidad sexual, entre otros factores no son propuestas de inclusión, sino que replica una "lógica del gueto".
Tal vez te interese: Talento Visible: El programa 'Vení Te Leo': lejos de un gueto (respuesta a Piedad Bonnett)
"Que no los encierre en una burbuja imaginada por mentes paternalistas, sino que los integre a una realidad que, como toda realidad, sea diversa y compleja"; pareciese que la autora desconociera que las comunidades racializadas siempre hemos intentado integrarnos a esta realidad, que reconocemos que es diversa y compleja y por eso hemos generado conocimiento y hemos aportado a la construcción de nación.
Empero, ha sido esta misma realidad la que nos ha hecho a un lado, nos ha negado nuestro ser, ha impedido el desarrollo de nuestras comunidades y nos ha invisibilizado de manera histórica y estructural nuestros derechos.
Es por esta realidad de exclusión y por posturas cargadas de privilegios como la de Bonnett, que se hacen importantes proyectos y propuestas como las que gesta Manos Visibles.
Si no fuera por las acciones afirmativas muchos de mis amigos jóvenes negros del Distrito de Aguablanca en Cali, del Gueto, no hubieran podido estudiar una carrera universitaria, estarían endeudados con el Icetex -como es mi caso- o estarían ejerciendo a trabajos de baja cualificación donde los cuerpos negros e indígenas históricamente han estado ubicados.
O la beca de la Especialización en Escrituras Creativas con Enfoque Afrodiaspóricos liderado por el Centro de Estudios Afrodiaspóricos (CEAF) de la Universidad Icesi en el marco del proyecto "Voces de la Equidad", que permitió que mujeres negras de la periferia, del barrio, pudieran potencializar sus propuestas literarias y empezar a visibilizar sus textos.
Si no fuera por becas como la de Martin Luther King del Colombo Americano y la Embajada Estadounidense, jóvenes negros e indígenas no hubieran accedido al aprendizaje del inglés, el cual es una barrera que viven la mayoría de los jóvenes racializados.
Esta beca le posibilitó a Aurora Vergara -actual Ministra de Educación- formarse en Estados Unidos y después replicar en su comunidad lo aprendido y proponerle a Colombia una ruta de inclusión real como lo está haciendo actualmente.
Tal vez te interese: Talento Visible: el largo camino para ser reconocidos como líderes afro
La inclusión no puede estar enmarcada en la mera integración social a priori; la inclusión inicia por reconocer las realidades de desigualdad, generar propuestas interseccionales que permitan cuestionar y garantizar proyectos que dignifique y reparen las comunidades históricamente marginadas y como resultado haya políticas de integración donde los saberes y conocimientos de diversas poblaciones confluyen y se encaminen a generar cambios.
Finalmente, Bonnett se permite hablar del concepto de apropiación cultural, cayendo en expresiones comunes. Cuando hablamos de apropiación cultural no es la mera discusión de si un escritor blanco puede hablar o escribir sobre los indígenas o los negros; de hecho, siempre lo han hecho, han hablado de nosotros vaciando nuestras experiencias, haciendo análisis erróneos y cargados de estereotipos y prejuicios raciales.
La apropiación cultural es la acción donde un sujeto extrae elementos, conocimientos y prácticas culturales de una población o comunidad, despojándosela su significado original, donde no se comprende, ni se respeta su historia, significados y contextos cayendo en la trivialización, folclorización o incluso en su explotación económica de estos saberes.
Así pues, es que Bonnett está tan equivocada en el concepto de apropiación cultural que minimiza la discusión en si una persona que no es negra puede utilizar "dreadlocks" sin comprender que el peinado tiene toda una carga simbólica, cultural, histórica y política del movimiento Rastafari, el cual en las últimas décadas se ha tergiversado, específicamente por personas blancas que no han comprendido el significado real.
Bonnet escribe esta columna desde su burbuja de privilegio, con argumentos erróneos y deslegitimando las acciones de cimarronaje que hacemos las personas negras para abrir el camino a otras personas, para que niños y jóvenes puedan leer nuestras historias desde nuestras voces.
Este tipo de programa con enfoques diferenciales buscan construir otros mundos posibles donde la diversidad finalmente sea abrazada de manera plena.
Porque si yo no hubiera accedido a este tipo de becas y programas que me han permitido, aprender más, educarme, encontrarme conmigo mismo y con otras historias, para poder potencializar mi comunidad, seguramente no estaría aquí sentado problematizando lo que se nos presenta como normalidad y, en últimas, escribiendo esta columna.