Guerra sin disparos: la ofensiva comercial que sacude el orden del mundo
Opinión

Guerra sin disparos: la ofensiva comercial que sacude el orden del mundo

Sin disparar un solo tiro, Trump ha abierto un nuevo frente de conflicto global que puede rebasar el ámbito financiero y reconfigurar las relaciones internacionales

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abril 10, 2025
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Sin disparar un solo tiro, la Casa Blanca ha abierto un nuevo frente de conflicto global. En abril de 2025, el presidente Donald Trump aumentó los aranceles a 125 % para las importaciones desde China y a 10 % para otros países, intensificando la guerra comercial que afecta la economía internacional. Esta medida refleja un aumento significativo en la rivalidad económica entre las grandes potencias.

¿Puede llamarse “guerra” a un choque de aranceles? Muchos analistas creen que sí. El estratega militar prusiano Carl von Clausewitz definió la guerra como la continuación de la política por otros medios. En este caso, Trump ha convertido la política comercial en guerra económica: los aranceles funcionan como proyectiles financieros dirigidos al comercio de otros países, para forzarlos a ceder ante sus demandas.

Esta imposición arancelaria puede considerarse una guerra porque genera un conflicto e impacto .Al igual que en una guerra convencional, cuyo objetivo es causar daño al adversario. En la guerra comercial, este daño se manifiesta en forma de perjuicios económicos, como la disminución de exportaciones, el aumento de precios y la incertidumbre para las empresas.

En una guerra, cada movimiento sigue una estrategia y objetivos para obtener ventaja. Al imponer aranceles, Trump busca presionar a otros países para obtener concesiones comerciales y políticas.

Las acciones de una nación en un conflicto internacional provocan respuestas del adversario. China ha impuesto aranceles a productos estadounidenses, y otros países están considerando contramedidas. Una guerra comercial afecta la economía global y puede poner en riesgo el crecimiento económico y la cooperación internacional. Incluso aliados tradicionales de EE.UU. han sido afectados por el arancel general del 10%, indicando que ningún país está exento en esta situación.

La intención de Washington es obtener concesiones, pero según el economista Paul Krugman, en una guerra comercial no hay ganadores absolutos. Las represalias se han materializado. El resultado es un aumento general de precios, incertidumbre para las empresas y riesgo de desaceleración económica global.

Cuando el comercio se vuelve guerra

Este tipo de conflicto se conoce como guerra económica. A diferencia de una guerra militar, en la guerra económica las armas son instrumentos financieros y comerciales, como aranceles, sanciones y restricciones comerciales. El objetivo es debilitar la economía del adversario, forzarlo a cambiar sus políticas y obtener ventajas estratégicas sin recurrir a la violencia física.

Después de la Segunda Guerra Mundial, el comercio global se basaba en reglas consensuadas, garantizadas por organismos como la OMC. Ahora, ese orden enfrenta su mayor desafío. Estados Unidos impone aranceles unilaterales, rozando la violación de sus compromisos comerciales. Trump defiende estas medidas bajo "seguridad nacional", pero China y la UE las consideran ilegales. Con el mecanismo de resolución de disputas de la OMC paralizado, la institución puede hacer poco para detener esta escalada. La OMC advierte que una guerra arancelaria podría causar una recesión global, afectando incluso a países no involucrados.

Para Estados Unidos, estas acciones también conllevan costos estratégicos

Para Estados Unidos, estas acciones también conllevan costos estratégicos. Al actuar sin consultar ni coordinar con sus aliados, Washington arriesga su poder blando, el prestigio y la influencia que provienen de la confianza y la legitimidad, como señala Joseph Nye. En lugar de liderar mediante la cooperación, recurre a la presión, lo que puede erosionar su imagen de socio confiable.

Expertos como Anne-Marie Slaughter advierten que un mundo interconectado se sostiene gracias a redes de cooperación; cuando las potencias optan por la confrontación en lugar del entendimiento, esas redes se rompen. Cuando las reglas comunes dejan de respetarse, el sistema internacional tiende a involucionar hacia la “ley del más fuerte”. Esto pondría en riesgo décadas de progreso en la gobernanza global.

La fractura en la cooperación internacional tiene efectos más allá de la economía. Uno de ellos es el cambio climático, que podría convertirse en víctima colateral de este enfrentamiento. El economista Nicholas Stern califica el cambio climático como el mayor fallo de mercado de la historia, un problema global que exige soluciones colectivas. Sin embargo, la confianza necesaria entre las naciones para coordinar acciones climáticas se erosiona en medio de disputas comerciales.

El ejemplo es claro: un arancel de 125 % encarece drásticamente las tecnologías limpias importadas de China –como paneles solares o baterías de vehículos eléctricos–, frenando la transición a energías renovables. Si Washington y Beijing dejan de cooperar en acuerdos ambientales o en el intercambio de investigación científica, el mundo entero resentirá el retraso en la lucha contra el calentamiento global. Incluso la justicia ambiental se ve afectada: los fondos internacionales para ayudar a los países más vulnerables al cambio climático podrían recortarse si las potencias priorizan su pugna comercial por encima de la cooperación.

La otra cara de esta guerra comercial son los derechos humanos y sociales. Las tensiones económicas suelen traducirse en tensiones sociales: si la guerra arancelaria deriva en recesión y desempleo, el impacto golpeará más a los sectores vulnerables, afectando su derecho a un nivel de vida digno. Organismos internacionales han alertado que la pobreza y la desigualdad –agravadas por crisis comerciales– pueden erosionar la estabilidad social y la calidad de la democracia. Además, con las grandes potencias enfrentadas, la cooperación en materia de derechos humanos se dificulta. Iniciativas globales, desde sancionar violaciones a los derechos humanos hasta coordinar ayuda humanitaria, encuentran menos apoyo en un mundo dividido por disputas económicas.

La guerra comercial de 2025 ilustra cómo un choque económico puede rebasar el ámbito financiero y reconfigurar las relaciones internacionales. No se trata simplemente de aranceles y balanzas comerciales, sino del rumbo que tomará el sistema mundial. En última instancia, esta guerra comercial no es solo un conflicto económico, sino una transformación profunda del sistema de convivencia internacional, que amenaza con debilitar los mecanismos de cooperación, la justicia ambiental y los derechos fundamentales.

@hombrejurista

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