“Quieren que Filipinas sea el puerto de entrada de cocaína en Asia” fueron las declaraciones del presidente filipino, Rodrigo Duterte, después de confirmar la existencia de células narcotraficantes provenientes de Medellín en su país.
La denuncia de Duterte nace a raíz de que las autoridades estatales encontraran 165 kilos de cocaína flotando en las costas orientales de Filipinas. El cargamento, avalado en 17 millones de dólares, tenía anexado un dispositivo de ubicación GPS.
Y es que la obsesión de Duterte contra las drogas ya tiene al mundo escandalizado. Una guerra declarada por su gobierno en contra de los jibaros y los consumidores ha dejado miles de muertes violentas e incontables encarcelaciones desproporcionadas. En sus declaraciones, Duterte defiende y alienta el uso excesivo de la violencia por parte de la fuerza pública siempre y cuando se trate de acabar con la droga. Incluso, ha incitado a sus soldados a violar a cualquier mujer que esté envuelta en temas de narcotráfico. Desde entonces, las ejecuciones extrajudiciales, violaciones sexuales y abuso de poder por parte de los policías y militares filipinos son pan de cada día.
“Voy a matar a cualquiera que se interponga en mi proyecto contra las drogas” ha dicho Duterte cientos de veces en frente de ruedas de prensa. Además prometió que mataría a su propio hijo si llegase a comprobar que hubiera consumido cualquier droga o tuviera complicidad en casos de narcotráfico.
