Por estos días periódicos y noticieros nos traen vientos huracanados del oriente de Europa, vientos de guerra. Rusia amenazando con invadir a Ucrania, la otrora república soviética mimada por el régimen socialista y Europa (OTAN) y Estados Unidos, amenazando que si invade a Ucrania se le responderá con todas las fuerzas posibles habidas y por haber.
Las generaciones rusas y europeas actuales no conocen lo que es la guerra, pero pueden intuir perfectamente los estragos y heridas que pueden dejar.
Antes del inicio de la Primera Guerra Mundial (la gran guerra europea) la juventud europea la deseaba. Todo había sido tan bien articulado y orquestado que los jóvenes de esa época deseaban demostrar su “valentía”, su “patriotismo”; de igual manera ocurrió en la Segunda Guerra Mundial; los nazis por una raza superior, la Unión Soviética por el patriotismo en la defensa de la “madre patria” y las ideas socialistas, Europa y occidente por una libertad liberal (¿del capitalismo?) y, así, miles de jóvenes fueron llevados a la muerte inexorablemente.
También en la guerra de las Malvinas la genocida junta militar de Argentina condujo a la juventud a la muerte por “amor a la patria”.
Siempre, siempre que sobreviene la guerra los mandatarios de turno (por lo demás siempre viejos), recogen las banderas del patriotismo y conducen a la juventud a la muerte aupando el “patriotismo”.
¿Pero qué es la guerra?, no es más que el asesinato en masa, auspiciado por los gobiernos necesitados de mantenerse en el poder, de perpetuar una ideología casi siempre irracional y totalitaria, de tomar posesiones estratégicas, de expandir su territorio, de expandir su economía.
En la guerra, los damnificados son los jóvenes (hombres y mujeres), se les trunca su futuro, en el campo de batalla pueden quedar enterradas las esperanzas de muchos que querían desarrollar su intelecto para el bien de la humanidad o entregar lo lúdico de su espíritu para el bienestar humano.
A la par del “patriotismo” también se inculca el odio, ese odio por la nacionalidad, por el color de piel, por las ideas, por el género que tiene el contrario, ese odio que lleva al ser humano a ser irracional; se cuenta en una carta de un alemán enviada a su familia en el frente oriental, en la Segunda Guerra Mundial, que viendo a unos niños ucranianos famélicos se atrevió a darle algo de su ración, su familia lo censuró por “ser débil con el enemigo”, días más tarde ese soldado murió en combate y le fue negada una condecoración por haber sido “cobarde “ante el enemigo.
¿Pueden existir “guerras justas” ?, puede que sí, pero lo que está demostrado es que en la guerra la irracionalidad humana es llevada al extremo, a lo no humano, a la locura. Desafortunadamente somos una especie que tratamos de arrasar con todo, hasta con nosotros mismos.
Ahí estamos, ad-portas de una guerra; por una parte, Putin, queriendo revivir el zarismo, la hegemonía soviética (por algo dijo que la caída de la Unión Soviética fue el peor desastre del siglo XX) y por la otra Europa y Estados Unidos queriendo expandir sus fronteras estratégicas; insensatez, no más que insensatez, burla al género humano, banalidad por la muerte del propio y del otro.
Así es el género humano: capaz de llevar su intelecto a situaciones altruistas o a situaciones ruines, egoístas y de maldad.