“Los defensores indígenas en Colombia somos vistos como una amenaza porque desafiamos intereses económicos poderosos. Mi pueblo es asesinado por proteger nuestros ríos y selvas, nuestra flora y fauna, cuando su valentía y dedicación deberían ser considerados un modelo de la lucha no violenta por los derechos territoriales”: Celia Umenza Velasco, lideresa nasa.
Por: Nuestra Memoria Colectiva. Álvaro Molina, Juan Pablo Sepúlveda, Ruth Celis, Marco T. Morales, Carlos J. Medina, Mario Gómez, Ana Isabel Ospina, Gladys Gautindoy y Omar Tovar.
La siembra de una persona, dentro de la cosmovisión indígena caucana, es su forma de nombrar al ritual del funeral. Contraria a la costumbre mayoritaria occidental de mirar el funeral (entierro o cremación) de una persona, como algo definitivo, como un punto final; dentro de las comunidades indígenas, este aspecto, es una etapa más de la vida, es la vuelta al seno de la madre tierra, para volver a dar vida.
Sin embargo, esta vuelta a la madre tierra, cuando se da en un contexto de violencia, es un evento que no solo causa dolor a los familiares y cercanos al difunto, sino que afecta a toda la comunidad, porque se rompe la armonía de la espiral de la vida comunitaria, misma que ha venido siendo atacada y rota por la violencia de todos los actores armados y políticos desde hace mucho tiempo atrás.
En tiempos recientes, las comunidades indígenas del Cauca, al igual que otras organizaciones sociales, defensoras de los derechos humanos, del medioambiente o de izquierda, han sido blanco de la más feroz campaña de exterminio, que ha echado mano de todas las formas de violencia, a tal punto que, desde los tiempos de la feroz conquista por parte de la corona española en los siglos XV y XVI, no se tenía conocimiento de un plan para desaparecer física, política y culturalmente a un grupo étnico de esta forma.
La guerra en el Cauca es el medio a través del cual los poderosos de este departamento, de Colombia y el mundo, tratan de sostener un triste modelo socioeconómico y político, de exclusión y agresión en contra de esas mayorías caucanas, que se ha venido desarrollando para mantener a raya a la indiada, la negramenta y al sospechoso campesinado fuera de los círculos del poder y del acceso a las inmensas riquezas que poseen estos territorios.
Mientras que el resto de la “nación” colombiana sigue desinformada y, por supuesto, ignorante de esta atroz guerra en el Cauca, que causa desplazamientos, heridos y muertes, casi que, a diario; cada tercer día, alguna comunidad, campesina, negra o india del Cauca, acude con dolor, indignación y hasta rabia al ritual de siembra de uno de sus padres, madres, hermanos, hijas o conocidos.
El dolor, la indignación y la impotencia durante la siembra de un comunero o comunera se colectiviza y causa más sufrimiento. Cuando el asesinato ha sido en contra de una lideresa o un líder, guardia indígena, cimarrón, campesino o autoridad ancestral de dicha comunidad, cada uno de ellos y ellas es su representación, es el símbolo de cada comunidad.
En tanto que la Colombia de la camiseta amarilla de su selección de fútbol masculino se alista para aferrarse a la esperanza del mundial de fútbol para hombres o sigue mirando, con aterrada y fugaz indignación, cómo la clase política lucha por no cambiar y mantenerse en el poder, en el triste circo de la política electoral, en el Cauca, todos los actores armados, políticos y económicos de su guerra siguen arreciando en contra de todo aquel que se atreva a oponerse a sus planes de enriquecimiento, lícito y/o ilícito.
Justo cuando la colombianidad del momento arranca risas en los consumidores de memes en las redes, una queja, un lamento o una lágrima llena de dolor y rabia, retumba en el Cauca a causa de otro asesinato.
No obstante que el himno de la Guardia Indígena aclame con valentía: Pa delante, compañeros, dispuestos a resistir / Defender nuestros derechos, así nos toque morir ... Compañeros han caído, pero no nos vencerán/ Porque por cada indio muerto, otros miles nacerán, pareciera que el resto de la “nación colombiana” creyera al pie de la letra lo que dice el himno, confiada en el sortilegio indio de que por cada indio muerto, miles nacerán, así sea para seguir señalándolos, discriminándolos y hasta matándolos, en aras del progreso de esta Colombia blanca de camiseta amarilla.
Hoy los caucanos quieren sembrar semillas de esperanza, de solidaridad, de bienestar y de buen vivir. Hoy, más que nunca, se requiere del compromiso político y la solidaridad de los candidatos a la presidencia de Colombia para que la construcción de un nuevo país se vea reflejada en el acompañamiento decidido a sus causas y sus luchas.