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Opinión

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Cecil, el león, era de primerísima, de ahí el revuelo mediático que, por fortuna, no ha sido en vano. Están pasando cosas.

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agosto 06, 2015
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De Zimbabue sabemos lo justo.

Que sobresale cual ombligo en la parte meridional de la bota africana; entre Zambia, Mozambique, Sudáfrica y Botsuana; sin salida al mar. Que hasta 1980 se llamó Rodesia. Que su capital es Harare. Que tiene un presidente eterno —este año presidente, también, de la Unión Africana—, Robert Mugabe, a quien EU, la UE y AI acusan de ser violador recurrente de los derechos humanos. Que padece de crisis humanitaria crónicadebido a la escasez de alimentos y de agua potable. Que está perdiendo la batalla contra el VIH, el 30 % de la población adulta vive con el virus. Que es uno de los habituales en los seriados de NatGeo.

Que sus extensas sabanas son un orgullo de la naturaleza, una vergüenza de la geopolítica, una excentricidad para los turistas y una amenaza para la fauna salvaje.

Y sabemos que era el reino de Cecil.

Un dentista sanguinario pagó 50.000 dólares por matar a Cecil - Grrr

Un dentista sanguinario pagó 50.000 dólares por matar a Cecil

Lo era hasta que a comienzos de julio perdió la vida a manos de un dentista sanguinario, que pagó cincuenta mil dólares para matarlo, mal matado además. (Si con la fresa tiene la misma precisión que con la flecha…). El pobre estuvo perdiendo sangre y deambulando cuarenta horas, antes de que el asesino —hay que llamarlo cazador— lo encontrara y rematara con un tiro de fusil. Y posara para la foto con su sonrisa de quesito de Minneapolis y su atuendo hechizo de safari. Luego: el corte de franela, la desollada, la celebración y, se supone, la narración de la odisea a los pacientes que con la boca abierta lo escuchaban. Grrr.

(Ya tengo un cuestionario sonda para mi dentista, me urge saber a qué pasatiempo dedica el acumulado de las citas).

Pero a Walter Palmer le salió el tiro por la culata, el espíritu del león más emblemático del Parque Natural de Hwange empezó a cobrarse la venganza. Primero fueron las redes sociales, de todas desapareció por cuenta de la polémica. Después el consultorio, lo cerró cuando un montón de niños, con leoncitos de peluche, protestaran frente a la entrada. Por último el domicilio, tiró la puerta y partió hacia destino desconocido, aseguran los vecinos. (Ni modo de decir que a Zimbabue, por ejemplo, porque allá lo están pidiendo en extradición, a lo mejor para servírselo en bandeja al carnívoro mandatario).Se lo tragó la clandestinidad, mejor dicho, para no entrar en moralejas estilo y-así-fue-como-el-cazador-sintió-lo-que-significa-ser-cazado.

La reacción mundial ha sido sorprendente, no sabe uno por cuánto tiempo durará la espuma. Claro que, como dice la primatóloga Jane Goodall, si con esta acción indefensable contra una especie diezmada se logra, al menos, activar la conciencia de los hombres en favor de la protección de los animales, la luz de este Mufasa de más acá del celuloide seguirá alumbrando en la llanura.

¿Por qué solo ahora, si el número de leones se redujo de 30.000 a 20.000 en la última década? Porque en los animales también hay muertos de primera y de segunda categoría. Cecil era de primerísima, de ahí el revuelo mediático que, por fortuna, no ha sido en vano. Están pasando cosas. Las principales aerolíneas norteamericanas prohibieron el transporte de trofeos de caza y varios países están pensando en prohibir su ingreso.(No la tendría fácil hoy día el exgobernador de Cundinamarca, Pablo Ardila, para adornar su casa de 2600 metros cuadrados con el producto de su caza; tan cruel y tan lobaza).

El gobierno de Zimbabue implantó una especie de veda para la cacería de mamíferos hasta nueva orden. (Cínico como es, seguro, que contemplará excepciones cuando la cantidad de ceros a la derecha las ameriten). El grupo de investigaciones de la universidad de Oxford que desde 2008 hace seguimiento a los leones de Hwange—mediante collares con GPS, con el fin de monitorear su comportamiento y proponer prácticas encaminadas a su conservación—, ha recibido en este mes de duelo 300.000 libras en donaciones. El Rey León era su partner principal del lado de allá.

En fin, aunque sean decisiones en caliente y no garanticen su continuidad cuando de la majestuosa melena del león de Zimbabue ya nadie se acuerde, algo es algo, se oye rugir.

Ay, Cecil. Qué karma somos nosotros para ustedes.

COPETE DE CREMA: Ojalá idéntica oleada mundial se hubiera levantado hace cuatro meses con el banquete pantagruélico (impalas, búfalos y elefantes a la parrilla) de los 91 años de Mugabe, el cual alcanzó para 20.000 invitados y costó, ¡un millón de dólares! Como para reventar la barriga y el ciberespacio. Sobre todo si tres cuartas partes de los zimbabuenses malviven por debajo del umbral de la pobreza…Grrr. Es que si bien el abuso de la vida silvestre es condenable, no hay que perder de vista que lo es, aún más, el de la vida humana. Sorry, Cecil.

 

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