*Nuevo desembarco de marines del Comando Sur *
El Establecimiento es la Elite. Claro que si. El establecimiento es la misma elite. Son los cacaos en el poder. Y cacaos les decimos a quienes con tanto dinero manejan y han manejado el país. Una Elite con tanto dinero y con uno de los ejércitos más numeroso y mejor armado de la región.
Es un grupo de poder y son el poder mismo. Tienen títeres en los gobiernos, porque no es lo mismo llegar al gobierno que tener el poder. Ellos defienden hasta con los dientes sus intereses y los intereses de los Estados Unidos.
El establecimiento, es ese que ha permitido como el judas de suramérica, que sobre territorio colombiano se hayan instalado siete bases militares llenas de soldados del ejercito de los Estados Unidos, llenas de contratistas o mercenarios.
Pueden acusar a Rafael Correa de todo lo que quieran. El presidente de Ecuador fue capaz de levantar una base de los gringos en el puerto de Manta. Hasta, recordemos, hizo carrera su frase: “Si quieren seguir en Ecuador déjenme poner una base ecuatoriana en el sur de la Florida o en California”.
En Nicaragua, en Bolivia y en Venezuela no hay bases militares de ese país. Es obvio, eso golpea el espíritu constitucional y los principios básicos de soberanía. Aquí, los marines del comando sur, comenzarán a operar desde el próximo mes. Llegarán cargados del coronavirus, además de ganas de respirar en la nuca de gobiernos progresistas de la región.
No hay que creer que la instalación de las bases militares tiene que ver con la “ayuda” del gobierno de EE UU a gobiernos de nuestros países o que se trata de – como he dicho – de la lucha contra el mercado de las drogas. Están hechas para facilitar el mercado de armas y la efectividad de los mal llamados pactos de libre comercio con estos países.
Hablando del Establecimiento colombiano, he tomado un editorial del periódico El Tiempo de hace veinte años. Seguramente de la pluma de su director Enrique Santos Calderón, el mismo que por obra y gracia de su hermano presidente, Juan Manuel, intervino para llevar a las Farc a la mesa de diálogos del hoy fallido proceso de paz.
Tras reclamar cambios drásticos en el régimen de tenencia de la tierra en Colombia especialmente la tierra que han amasado impunemente los nuevos ricos, los viejos ricos y los narcotraficantes que respaldan los paramilitares, ese editorial, se pregunta si es la hora o no es la hora de “darse la pela” para descubrir su legitimidad.
¿Es legitimo timar una población silenciosa y alienada por los medios de comunicación de propiedad del establecimiento? pregunto.
La inicua desigualdad en la distribución del ingreso, los abusivos privilegios que han crecido a la sombra de la política y las instituciones, la administración de justicia, los impuestos, el acceso a la educación y la salud deben ser objeto, entre muchas otras cosas, de drásticos cambios, subraya el editorialista.
He indagado sobre las reacciones de los ricos a este editorial de Enrique, la ‘oveja negra’ de la familia Santos, y como era lógico no encontré mayor cosa. Es que la Familia Santos es parte del Establecimiento solo que Enrique fue uno de los fundadores de la Revista Alternativa, se salvó de un bombazo en su casa y es señalado de comunista. Son parte de la Elite también los dueños de Caracol, RCN y el Sindicato Antioqueño entre otros.
Tratando de descubrir el agua tibia, el editorial dice que “es evidente que en muchos sitios de Colombia grupos armados de derecha e izquierda reemplazan al Estado. El establecimiento ha sido incapaz de impedirlo y ha permitido, por ejemplo, que finqueros paguen vacunas u organicen autodefensas”.
El autor Enrique Santos, es el mismo que escribió el libro ‘Así empezó todo’ con relación al fallido proceso de paz con las Farc, en el papel de delegado de su hermano presidente en el equipo negociador.
Esa Elite colombiana es la misma que ha preferido mirar para otro lado cuando se habla de miseria y de campesinos desarraigados. Ese es el país que tenemos, agrega, al tiempo que el editorialista define al establecimiento como la elite que controla desde arriba los partidos político, los gremios económicos, las instituciones y personas que han tenido, desde la Independencia, la voz cantante en política y economía, y que, varias generaciones después, siguen siendo las mismas.
“Hay dos temas que generan una encendida controversia entre los entendidos y analistas de la realidad colombiana. Uno es si el tan mentado establecimiento existe, y el otro sobre cuánta legitimidad tiene” se cuestiona el periódico.
El editorialista define al establecimiento como la Elite que controla desde arriba los partidos políticos, los gremios económico, las instituciones y personas que han tenido en Colombia, desde la Independencia, la voz cantante en política y economía, y que, varias generaciones después, siguen siendo las mismas.
¿Tendrá capacidad de reflexión el establecimiento colombiano? Al cabo de dos siglos de gobiernos de distintos cortes, tenemos un país descuadernado por la guerra, con unas escandalosas injusticias que arrastra desde la Colonia y que provocan informes periódicos de organismos de derechos humanos y respuestas, igualmente escandalosas, de los funcionarios de turno.
La comunidad internacional mira con asombro cómo puede un país con tanta inequidad y desorden tener a una guerrilla, como la única oposición a este estado de cosas.
Irónicamente vuelvo a leer que en Colombia hay democracia porque a lo largo de su historia ha mantenido ‘una envidiable tradición de elecciones’. Frase manida esta que esconde la verdad que la Elite ha instaurado aquí, una dictadura, que si bien no es abiertamente militar, es una supuesta democracia donde ha quedado demostrada la connivencia de la fuerza publica con el paramilitarismo, lo que la hace mas poderosa y criminal.
Sus instituciones más representativas, la Fuerza Pública entre ellas, no están presentes en muchos sitios del país, y por presencia estatal se entiende electrificación, algunos puestos de salud y unos heroicos maestros, admite.
La elite y sus gobiernos títeres le han puesto conejo a los procesos de paz y reconciliación, como el reciente firmado en la Habana. Por lo menos el editorialista hace veinte años no había caído en el uso de la jerga contra las guerrillas tildándolas de terroristas o narcotraficantes. Habla de subversión, que es lo que parece tendremos para rato mientras no se cambie el oprobioso sistema económico político y social vigente.
Textualmente leemos: “…el establecimiento tiene la responsabilidad de responder a una larga lista de compromisos aplazados. No se trata únicamente de adoptar una política coherente y de largo aliento, hoy inexistente, frente a la subversión. El establecimiento, con negociación o sin ella, está en mora de darse la pela, hacer el inventario de cuántas veces le ha puesto conejo al país y emprender, con firmeza y sin más demoras, una ambiciosa agenda de profundas transformaciones que este país está pidiendo a gritos. Por qué esperar a que Tirofijo nos ponga ante la disyuntiva de qué es lo que estamos dispuestos a negociar?” se pregunta.
Quienes opinan que la revolución no se hace por contrato y creen con increíble simpleza que lo único que hay que negociar con la guerrilla es su desmovilización a cambio de algunas prebendas, son tan ilusos como quienes nos venden la perspectiva de la guerra total.
La Elite no puede rasgarse las vestituras y decir de dientes para afuera que Colombia seguirá siendo la más ejemplar democracia de la región.