Grefier: el efecto sinópticum

Grefier: el efecto sinópticum

A propósito del potencial que tiene la participación a la hora de generar efectos en el uso adecuado de los recursos públicos

Por: JORGE ALBERTO LOPEZ RUIZ
noviembre 18, 2019
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Grefier: el efecto sinópticum
Foto: Pixabay

"Cuidando lo que es tuyo, cuidas lo que es de todos". Aunque parece eslogan de una pobre campaña electoral, de esos que tanto rondan en esta época, la frase tiene un enorme sentido y sustento en los orígenes de la teoría económica.

Adam Smith, uno de los primeros teóricos de la ciencia económica (clásica), formuló en La riqueza de la naciones la metáfora de la mano invisible. En esencia, un egoísmo racional (personal), por la naturaleza y mecánica de los mercados, lleva de manera indirecta al bienestar general de las poblaciones. Muchas personas actuando en consideración de su propio beneficio generan información que el mercado aprovecha para ajustarse. El ajuste, que es en esencia un equilibrio de los mercados de oferta y demanda, conlleva un punto ideal (maximiza) el beneficio de los participantes en ese mercado.

Como colofón, las motivaciones del egoísmo en su percepción negativa, por la acción los hados de la mano invisible, agregada produce efectos económicos y sociales deseables.

¿Es aplicable ese efecto de la mano invisible en otros fenómenos sociales?

Sí. Así como la suma de muchos negativos genera efectos positivos en la ciencia económica, la participación de muchos (ciudadanos) tiene el potencial de generar efectos en el uso adecuado de recursos públicos. Esta condición está asociada al concepto del sinópticum.

Veamos la ilustración de una experiencia real.

Dos entidades diferentes, en países diferentes, en formato de automercado o supermercado y una condición similar. Los proveedores acostumbraban a reconocer en los empleados de esos negocios su apoyo en la venta de determinados productos (impulso), con mercancías. Se las obsequiaban.

Esta costumbre tenía el germen para generar actitudes indebidas de los empleados, su desempeño y eventuales desviaciones. Sin embargo, el prohibir, proscribir y perseguir esta práctica haría que los empleados consideraran que se les estaba dando un trato injusto y una reducción de sus salarios (en especie). Y eventualmente haría que los “presentes” se siguieran dando, en adelante disimulados y con riesgo de convertirse en práctica obscura.

Se optó por concertar con todos ellos que los regalos, estímulos y demás reconocimientos fueran considerados como un bien común. Una bolsa colectiva que pertenecía a todos. En el peor de los casos la bolsa se repartía de manera equitativa. O alternativamente, ellos votaban y decidían si se entregaba a una determinada persona que requería un apoyo extraordinario por alguna condición particular.

La mirada de todos permitió que una práctica no tan deseable mutara a un modelo de participación, equidad y generación de valores. Los obsequios eran controlados por todos, ya que a todos pertenecían. Y todos decidían sobre el uso de esas gabelas.

Ahora bien, si traslapamos esta experiencia al mundo del gasto público, a la esfera en la cual el pequeño gasto individual no es suficientemente representativo para detectar malas prácticas (generalizadas) e inducir cambios en comportamientos indeseables, el control individual, sobre intereses particulares, en el agregado puede inducir esos cambios.

El sinópticum, cual mano invisible, funciona y transforma una mala práctica por mérito del control común, social o de gentes, en un resultado que agrega valor.

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