Si bien el Gobierno Nacional necesita muchos recursos para atender la tremenda crisis que atravesamos, como le está sucediendo al mundo entero, poner a Ecopetrol a que le compre sus acciones en Isa no es camino adecuado ni correcto. Las razones que se han esgrimido para hacerlo no son valederas y resultarían perjudicando a entidades tan importantes para la población como los fondos de pensiones y a muchísimos otros privados que son medianos y pequeños accionistas de ISA. Comparto plenamente las argumentaciones de Carlos Caballero Argáez en este mismo medio y le agrego algunos puntos. Veámoslos.
El desempeño de ISA ha sido excelente y su estructura empresarial, su gobierno corporativo –cosa fundamental en cualquier empresa- y la representación de los accionistas en la Junta Directiva vienen funcionando bastante bien. Nueve miembros conforman su junta: dos funcionarios públicos de alto nivel pero no ministros y cuatro empresarios privados de gran reconocimiento, nominados por el Gobierno nacional, le dan a este el muy importante y suficiente control.
Aparecer de un momento a otro con que el accionista mayoritario ya no es La Nación sino una empresa público privada con intereses, accionistas, estructura, actividades y niveles de riesgo tan diferentes de los que tiene ISA y rompiendo importantes compromisos gubernamentales, no tiene presentación. Y los accionistas privados, sin haber sido siquiera escuchados, quedarían mirando pal' techo. No es justo en sentido alguno.
Ese cambio podría perjudicar a los accionistas privados de Ecopetrol – que no es El Estado, como alguien equivocadamente afirma- pues tendría que salir a emitir gran cantidad de acciones o a endeudarse mucho más para pagarle al Estado. Y emitir tanto, normalmente requiere precio bajo para colocarlo. Pero no sólo por eso sino por temores y desconfianza que por muchas razones puede generar la operación, entre otras por la modalidad jurídica de “convenio interadministrativo” que muy probablemente sería demandado. Y para los de ISA sería peor al pasar su control a manos de una empresa de alto riesgo como es el de explorar y explotar petróleo, siendo sus negocios muy estables y seguros, en buena parte por ser complementarios.
Los accionistas privados de ambas empresas serían perjudicados porque Ecopetrol pasaría a ser un monstruo gigantesco, poderoso y peligroso en muchos sentidos que requeriría montar una nueva burocracia para ilustrar a su dirigencia en los bastantes, grandes y delicados temas que maneja ISA. Y la atención de los altos directivos tendría que dispersarse para atenderlos adecuadamente.
Grande y gravísimo daño sufriría el país entero al pasar ISA de una participación accionaria de privados con mucho peso, casi igualitaria con la del Estado, a una estructura de control total en manos del Gobierno de turno. Afirmación que no necesita muchas explicaciones para una buena lectura aún sin ser un buen lector. Sin embargo la amerita el mero riesgo de, o mejor dicho, el alto nivel de influencia de la política en el manejo de Ecopetrol, que es muy cercano a cero en el caso de ISA. El valor de ISA como empresa y el de sus acciones perderían muchísimo. Basta con mencionar las prebendas de los altos funcionarios y exfuncionarios de la petrolera quienes resultan cobijados por las conquistas excesivas de los sindicatos. Y ¿cómo hacen el presidente de Ecopetrol y los miembros de su Junta Directiva para no agachar sus cabezas en una negociación laboral si el Presidente de la República les pide que hagan cualquier cosa menos dejar que se vayan a una huelga? Y ¿qué tal si es en época preelectoral? – ¡Qué horror!
Los otros argumentos que se han inventado como el de la mayor facilidad para la transición energética, o peor, el de la grandeza, ni ameritan comentario.
*Ex ministro de minas y energía