Colombia es un país de empresarios, tanto en las ciudades como en el campo, generadores de riqueza y de empleo. Denigrar de ellos es un error político de primera magnitud. Están en el sector formal de la economía y son millones en la informalidad. En uno y otra piensan y actúan como empresarios. Descalificarlos, difícilmente, los convierte en aliados de un gobierno qiue dice representar el cambio.
Son cada vez más frecuentes los discursos presidenciales y de algunos dirigentes del partido de gobierno en contra de los empresarios. Más allá de las razones de carácter ideológico que llevan a clasificar la expresión de “empresario” como moralmente inferior a la ambigua categoría de lo “estatal”, resulta política y económicamente inviable denigrar de ellos, justamente en un país que cuenta con millones de ellos.
Para dimensionar la importancia social y económica de los empresarios hay que ver el tema por partes.
Por una parte, la economía del país la mueven 25,4 millones de personas que están en el mercado laboral. De ellas, algo más del 10 % están desempleadas, unos 2,7 millones, de acuerdo con el Dane ( 31.5.23). Es decir, que las personas que cuentan con algún tipo de trabajo son, aproximadamente, 22,7 millones. ¿Dónde se emplean?
La proporción de informalidad es aterradora: ni más ni menos que 58,8 % en el total nacional. En el campo (“rural disperso”), asciende a 86 %.
Más sorprendente aún es que la informalidad misma está llena de empresarios.
El Dane, desde hace algunos años, viene identificando, a través de distintas herramientas, los “micronegocios” dentro del sector informal de la economía con el fin de calcular el peso de algo que denominaron la “Economía No Observada”. Los resultados son elocuentes
: el 30 % del valor agregado de la economía colombiana proviene de la economía No Observada, o sea, en plata blanca, más de USD 100.000 millones.
El dato de los “micronegocios” es asombroso para las cabeceras municipales: 6,6 millones de personas trabajan por cuenta propia, de los cuales 3,1 millones tienen micronegocios y 500 mil son empleadores. Comercio (venta ambulante o en residencias), reparación de motos y vehículos, alojamiento, restaurantes, comunicaciones, actividades inmobiliarias, toda suerte de actividades manufactureras informales, agricultura, transporte, entre otras. Cualquier salida a la calle nos da una idea de los negocios informales que contribuyen a la creación de riqueza en las ciudades de Colombia.
El 40 % de los ingresos que provienen de los micronegocios en las cabeceras municipales procede la de los negocios informales que generan empleo
El 40 % de los ingresos que provienen de los micronegocios en las cabeceras municipales procede la de los negocios informales que generan empleo.
Dando un salto al sector formal, el papel de las pequeñas y medianas empresas tanto en su aporte al producto como en la creación de empleo en la economía en todo el territorio nacional no tiene discusión. Son decenas de miles de empresas cuando se suman el sector manufacturerero y los servicios, y las empresas del agro, que crean valor a diario, pagan sus impuestos y generan millones de empleos. Hay nichos de empresarios con valiosísima experiencia de décadas en diversos campos de responsabilidad social empresarial, en ámbitos que, claramente, pertenecen a “lo público”. ¿Desperdiciarlos?
¿Qué decir de los campesinos que son propietarios de pequeñas fincas, sea en Boyacá, Antioquia o el Caquetá? ¿Alguien de verdad cree que no son empresarios?
Los empresarios son un factor determinante en la economía y en la sociedad. Hacerlos a un lado es, quizás, uno de los peores errores que pueden cometerse a la hora de emprender cambios que la sociedad requiere. Tienen enormes desafíos que van desde sus necesidades de capital de trabajo, formación, el acceso a a la investigación y desarrollo, entre muchos. Están en todas partes, incluidos los territorios en los que se pretende la Paz Total. Sin ellos, muy difícil.