Este ha sido trabajo conjunto. El título corresponde a la teoría de las secuencias visuales de una geografía de su mundo que relata narrativas propias. Me encantó la idea de que no importan tanto las similitudes o las diferencias en sus trabajos, mientras juntos pensamos en los objetivos de sus propuestas unidas por la técnica fotográfica con formatos uniformes que resultan bellas para un montaje con uniformidad de geometría y técnica. La exposición se encuentra dentro del marco grandiosa arteria de Arbo en la torre Terpel de la carrera 7.ª con la 75 costado occidental.
Ana Salazar trabaja la serie Sicomagia. Una incógnita continua de escenarios posibles que en su mundo, quiere descargar mensajes subliminales para curar ese que quedó en el olvido. En este momento que ella presenta su serie Psicotrópicos, escenarios donde ha recorrido lugares que con su magia fotográfica logra una intervención donde cabe el humor del Surrealismo. Escenarios melancólicos intervenidos con luz de neón que cuentan verbos y decisiones. Así mismo, la fotografía en blanco y negro participa de una historia triste y sosegada con tiempos pasados, donde cada personaje es parte de una verdad. Por otro lado, se encuentran sus muñecos de plástico como protagonistas del arte Pop, que recorren sus lugares emblemáticos. Sicomagia es su serie que tiene el impulso de recrear una realidad distinta, donde sus personajes de plástico descomponen la imagen de lo real.
Ella anota algo que la hace artista mientras afirma: “Descubrí la realidad en mis tiempos de infancia. No quería olvidar lo que sentía mientras me imaginaba fotos que además, enmarcaba con los dedos"
Como todos estos artistas, ellos recorren espacios y tiempos que no pertenecen a la realidad sino que participan de una narrativa de ficción en presente continuo con el maestro Nadín Ospina que es un abogado del diablo mientas siente fascinación por lo lúdico. Cada momento de su trabajo es parte de una geografía irónica. Le gustan los personajes de Walt Disney que, recompuestos en la historia, hacen parte del arte precolombino. Cambia tiempo y espacio con la ironía de la búsqueda de personajes insólitos del himno nacional norteamericano.
Su mundo creativo comenzó en un centro familiar que llevaba puesta la camiseta de lo moderno Pop. Sus padres vivían deslumbrados por la tecnología y eran de los revolucionarios del almacén Sears donde imperaban las imágenes del “confort” gringo con una mezcla extraña entre estilos y materiales.
Estudió medicina y sin graduarse sigue de cerca el chamanismo. Sus imágenes y sus creencias vienen cargadas de credos distintos y figuras diferentes. También se ha preocupado de cómo momentos científicos son parte de la historia de la humanidad. Estudió las pestes, como buen hipocondriaco consulta el Vademecum.
Comenzó como Bartoldy copiando las imágenes de Walt Disney que estaban en el Park Way de la Bogotá moderna de su época. Nos muestra la maldita vanidad de los símbolos mientras los cambia de contexto o los abandona en la modernidad.
Oscar Álvarez es un diseñador visual de La Universidad de Caldas. Sintió una incómoda sensación cuando percibió que en la capital cohabitan mundos disímiles con extraños contrastes. Así toma la decisión de recuperar el mundo propio en su terruño. Una vez armado, llegó en 1995 a tener un contacto muy cercano con el teatro en Bogotá a través de Ramiro Osorio y Fanny Mickey quienes fueron sus referentes. En el mundo de las artes plásticas, se mantuvo alerta al trabajo de Bernardo Salcedo quien lo inspiró en sus imágenes primordiales mientras manejaba el Festival Iberoamericano de Teatro.
El escenario en su mundo son personajes oscuros, espacios oscuros, la catarsis, narrativos claustrofóbicos que hacen parte de su realidad llena de seres anónimos que se mimetizan con una que se disuelve en leche.
