Tremenda cosecha de opiniones se le vino a Colombia a raíz de las consultas populares y las prohibiciones de hacer minería en algunos municipios. Suenan más los reclamos, las protestas y las amenazas de las empresas que venían avanzando muy orondas con grandes inversiones dirigidas al montaje de proyectos inmensos para extracción de minerales y hasta hidrocarburos en algún caso, que las explicaciones y las razones que motivan esas consultas y esas decisiones. Así como en la política el país se ha polarizado –lo han polarizado- terriblemente, así mismo este tema ha sido abordado con y sin conocimiento, con y sin razones válidas.
Con esa forma de abordarlo se han generalizado el ataque y la prohibición hasta de la minería más elemental y más necesaria en cualquier parte como son la de materiales de construcción, como arcillas, agregados pétreos, cales, materias primas para cemento, etc., y cubre ya hasta la simple exploración de hidrocarburos que puede ser dañina, como dicen que fue la muy reciente en Cumaral, o puede ser inocua o casi inocua, como también lo son las pequeñas y medianas empresas mineras bien legalizadas y respetuosas de las normas y unas pocas, poquísimas, grandes con sistemas mineros muy diferentes. No. Hasta esos extremos no se puede llegar. Sin esos materiales ninguna sociedad puede vivir. Y sin petróleo o gas el país tendría grandes dificultades. Cosa que no ocurre con la falta de la mayor parte de los metales: los llamados preciosos, poco importa y hasta mejor sería no tenerlos en grandes cantidades. Lo mismo que las piedras preciosas. Y otros metales como el cobre o el hierro, pues se importan como los hemos importado en su mayor parte, y quizá su costo podría resultar menor que el de los daños ambientales que su extracción generaría. Esto, del lado de las comunidades y los entes territoriales.
Se han generalizado el ataque y la prohibición
hasta de la minería más elemental y más necesaria.
Hasta esos extremos no se puede llegar
Pero del lado de las grandes empresas y sus defensores no vinculados a ellas, los opinadores –no todos ellos conocedores del tema- las cosas son más graves e igualmente equivocadas. Uno de los errores, quizá el más ingenuo y más grave, es el de descalificar de entrada y sin razón a quienes se pronuncian -o nos pronunciamos– con objeciones, por bien fundamentadas que sean, a esa gran minería en muchas partes de nuestro territorio. Eso de andar diciendo que son los mismos promotores de la consulta en Cajamarca, que ya están en Jericó y en Támesis, que lo hacen metiendo miedos, con argumentos acomodados, por campaña política o activismo ideológico, es todo muy lejano a la verdad y a la realidad.
¡No, no, no! Tremenda equivocación. Claro que han estado en Támesis (en su bello corregimiento de Palermo) a donde yo los acompañé, y en Jericó, tres o cuatro profesionales altamente reconocidos por sus profundos conocimientos sobre distintos temas o facetas de la minería en grande y sus objetivos criterios al respecto. Pero no es que hayan venido por intereses particulares, ni mucho menos ocultos. Han venido sí con entusiasmo y por espíritu de servicio, por defender la vida y el planeta, pero traídos como asesores, como se buscan normalmente personas conocedoras para apoyar en temas complejos. Traídos, sí, por los propietarios, grandes, medianos y pequeños, campesinos e indígenas, cultivadores (más de seiscientos firmaron en Palermo) para que los auxilien, porque quieren atar su futuro al gran potencial del campo, el turismo y la tranquilidad, en vez de ver sus suelos destruidos, como paisajes de la luna o resquebrajados, hundidos y secos, polvorientos en verano y fangosos en invierno, con aguas contaminadas y disminuidas para sus familias, sus animales y sus cultivos, con el ruido espantoso de las explosiones y de la gran maquinaria y las inmensas volquetas, la polvareda y el vecindario amenazador de las represas de colas o relaves, y toda una forma de vida que jamás han imaginado ni querido. Y eso, así de sencillo, es lo que les hacen ver -o les hacemos ver- con la mayor claridad y honestidad que nos dan el conocimiento y la no dependencia de las grandes empresas interesadas en la explotación.
Equivocación grande y grave es el empeño desesperado por negar,
por sacar de las discusiones cualquier cosa que les suene
a la disyuntiva de el oro o el agua, la de la vida o el oro
Otra equivocación grande y grave es el empeño desesperado por negar, por sacar de las discusiones cualquier cosa que les suene a la disyuntiva de el oro o el agua, la de la vida o el oro, o la simple pregunta de qué vale más, ahí sí distorsionando las cosas, porque nadie ha dicho que por la minería, el agua se va a acabar o la gente se va a morir ipso facto. Pero que el agua para consumo humano, de los animales y de la agricultura va a quedar disminuida y deteriorada, muy probablemente contaminada, no lo pueden discutir. Es evidente. Y que la calidad de la vida por múltiples afectaciones se va a deteriorar, también es indiscutible. Por más altos salarios que se paguen en la minería.
Para terminar, paso al tema de las amenazas, los absurdos e infundados miedos que tratan de meter. Y lo peor, con la coadyuvancia –que me atrevo a calificar de espúrea- de altos funcionarios del Gobierno. ¿Que el ordenamiento jurídico no valida las consultas? -Pues dele quien lo dude una mirada a la sentencia T445 de 2016 de la Corte Constitucional. ¿Que los concejos municipales no pueden prohibir la minería? -Miren tan sólo el último párrafo de la C273 de 2016 de la misma Corte: Clarísima, precisa, explícita. Me gasté varias horas leyéndolas junto con lo referente a la Confianza Legítima, todo por indicación de eminentes juristas, ante mi deseo de verificarlo con mis ojos, los que me gusta bastante utilizar para esos fines, aunque no soy abogado. Y, ¿que han estudiado posibles demandas al Estado por inseguridad jurídica? Pues que lo estudien muy bien para no botar plata, porque ninguna norma ha cambiado en este país en forma que les niegue o les cambie derechos adquiridos. Y si alguien les prometió algo, que le cobren a ese alguien.