-Mi mamá cuando llego aquí era muy joven, ahora tiene 100 años y no se le puede preguntar nada, pues no se acuerda-. Eso me decía doña Carmen, una señora que en sus arrugas se puede ver el paso del tiempo y los días vividos en su casa de paredes azules con parches blancos, donde se observa el estado de abandono y de pobreza en el que está; sin embargo, ella con orgullo sabe que su casa tiene un gran valor para el barrio y el municipio donde ha estado toda su vida.
Doña Carmen vive en el barrio Gramalote, llamado así gracias al pequeño río contaminado que pasa por su casa, el cual fue bautizado por los primeros colonizadores de estas tierras llaneras, debido a que sus riberas estaban cubiertas con una especie de pasto o gramínea conocida como tal, pero a medida que ha pasado el tiempo el barrio cambió de nombre a otro más moderno, tal vez haciendo alusión a que ella, como la mayoría de nosotros, pertenecemos a esa clase baja y sin recursos.
Comenta que cuando su mamá podía caminar esas tierras, era posible lavarse en el río, que venía del cerro La Estanzuela y bañaba toda la llanura en épocas de lluvia, jamás tuvieron que huirle, porque como fiel amigo, solo compartía las riquezas que este traía, pero nunca entraba a su casa, ni a la de sus vecinos, como si lo hizo una tarde de miércoles la policía, cuando golpearon la puerta de enseguida y entraron a la casa sacando a la fuerza a los inquilinos que vivían allí, argumentando que tenían el derecho de hacerlo, pues la codicia de un puñado de ciudadanos decidían que hacer con esa casa y muy posiblemente con todo el barrio.
Esto fue lo que sucedió, a mediados del mes de febrero, cuando iniciaron las obras de “modernización” del centro de la ciudad de Villavicencio, para la construcción de la alameda en la ribera del caño Gramalote, proyecto que mejorará el entorno urbanístico, pero que desplazará a algunos ciudadanos de sus hogares que por años han vivido allí, pero también terminará de borrar un barrio que históricamente tiene un gran valor para la ciudad, pues es en éste, como doña Carmen lo comenta con su voz tímida pero segura, fue donde inició la ciudad.
Y digo terminará de borrar porque durante muchos años ha habido una serie de acciones sistemáticas para que el barrio sea borrado, pues primero fue el cambio de nombre de Gramalote a Barzal bajo y luego el abandono y falta de control por parte del estado que hizo de este un sector lleno de cantinas, logrando que la ciudadanía lo repudie.Las invasiones constantes en la parte alta hicieron que el río se contaminara y lo olvidáramos. Ya ni si quiera aparezca en google maps ni su ubicación geográfica, y por último, el proyecto antes mencionado, aunque existía una placa a la entrada del barrio diciendo que era patrimonio cultural y nombraba a la calle como el Pedregal, fuera desaparecida y nadie de razón de esta.
Es triste ver cómo poco a poco acabamos con la historia que nuestros papás y abuelos construyeron cuando llegaron a estas tierra que los adoptó como hijos. Es triste que, aunque el proyecto avanza, nadie se ha pronunciado, teniendo en cuenta que la ciudad tiene una academia de historia que puede recoger los vestigios que cuentan cómo inició la ciudad y realizar publicaciones. Un instituto cultural que puede generar espacios de reflexión en torno al barrio. Una casa de la cultura que rinde homenaje en su galería fotográfica a los primeros ranchos que se construyeron, y puede generar alianzas con instituciones para que generaciones venideras no olviden sus raíces. Diversas organizaciones sociales que utilizan su nombre podrían hacer veeduría para que estos atropellos no ocurran.