Acostumbraba pedirles a mis hijos que saludaran con gratitud a los soldados que cuidaban nuestras carreteras para que nosotros pudiéramos viajar tranquilos y compartir las festividades de fin de año con nuestras familias.
Es gracias a nuestras Fuerzas Armadas, les explicaba entonces, a su entrega y, en miles de ocasiones, al sacrificio de sus propias vidas que podíamos llegar seguros entre Bogotá y Armenia.
Durante este puente festivo fueron ellos mismos, mis hijos, quienes me preguntaron por qué no había soldados apostados en la vía como era costumbre; qué había pasado con las tranquetas de guerra que veíamos al subir y bajar La Línea. Apenas logramos ver un piquete de soldados cuando nos acercábamos a Calarcá y pudimos evidenciar que, por fortuna, se morían del aburrimiento y no del miedo o por las balas de algún ataque guerrillero como les tocaba vivir a diario hasta hace poco.
Con mucho entusiasmo les mostré a mis hijos la noticia de fin de año donde informaban que en el Hospital Militar de Bogotá habían atendido solo a 31 soldados heridos en combate durante el 2016 y únicamente quedaba uno recluido para navidad; un número muy inferior a los 424 que abarrotaban ese centro hospitalario en el 2011. ¡Qué satisfactorio saber que la inmensa mayoría de nuestros soldados estuvieron este fin año sanos y salvos en sus cuarteles o disfrutando en paz junto a sus familias! Noticia de El Colombiano: https://goo.gl/lKuudt
Vivir esta nueva realidad del país nos motiva a estar de acuerdo con el expresidente Álvaro Uribe cuando de manera visionaria le aseguró al mundo durante la 58º Asamblea General de la ONU, celebrada el 30 de septiembre de 2003 que: "la paz definitiva es la mejor justicia para una Nación en la cual varias generaciones no han conocido un día sin actos de terror.” Discurso de Uribe ante la ONU: https://goo.gl/lHXLrE
Gracias, soldados de Colombia, por haber contribuido con su entrega y sacrificio a la construcción de ésta que esperamos sea una paz definitiva. Celebramos la esperada justicia de no ver sufrir, padecer o morir a ni uno más nuestros soldados por culpa de una guerra sin sentido.