“Las personas con tendencia a aburrirse mueren antes” (Josefa Ros)
Después de escuchar una charla de la filósofa Josefa Ros Velasco acerca del tema de este artículo y cuando hacía la presentación del libro “El aburrimiento: un mal esencial”, surgen en el ambiente una cantidad de interrogantes que hacen pensar acerca de ese estado lo llaman unos y enfermedad otros; sin embargo, cómo ese aburrimiento es capaz de dominar nuestro estado de ánimo, causar desordenes y estragos en la salud, máxime cuando viajamos por un universo interconectado, donde existen múltiples oportunidades en qué ocupar el ocio y el tiempo.
Enfrentamos síndromes como el aburrimiento crónico (boreout), la ansiedad, la depresión, trastornos de la conducta entre otros, derivados precisamente de esos elementos socioculturales que llevan a ese momento de dolor y sufrimiento; aunado a la edad, la ocupación del tiempo, inactividad intelectual o porque no tienen nada que hacer, es decir, fenómenos propios del ser humano que deben ser entendidos y analizados desde la psicología y la filosofía.
Surge la pregunta en qué estamos ocupando el tiempo, qué elementos son variables y espontáneos, cuáles son las actividades que nos ocupan, o esos momentos productivos que se tienen durante el día, o si, por el contrario, nos ganó la quietud, la inercia existencial o se perdieron esos momentos de disfrute o de placer.
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Ahora bien, entramos en el desarrollo del problema, cuando entendemos que el universo ha cambiado su dinámica, la evolución social ha cambiado las costumbres y en consecuencia la cultura desde la manera como vivimos hasta cuando comprendemos al otro y sus circunstancias; además no se tiene esa capacidad de responder a ese malestar generalizado, a eso que está fallando o lo que no podemos poner en práctica y nos limita el entorno, a veces no aguantamos nuestra propia casa y mucho menos la de los demás, vamos en búsqueda de libertad e incluso soledad total.
El aburrimiento se entiende como ese radical desinterés frente a un mundo incapaz de ofrecer lo que el individuo anhela (P. Cornejo), es ese vacío que está en uno y fuera de uno, en donde el universo humano queda en un estado de nulidad, sin que los apegos vivenciales aparezcan. De ahí que el aburrimiento como ya se anotó se vuelva doloroso cuando se convierte en esa cárcel que convierte el tiempo como un castigo, en una explosión y colapso de aquello externo que no llega al interior del individuo, además que nos oscurece el poder de reacción que nos permita salir de este problema por encima de los extremos que habitan en la genialidad y en los monstruos que están en nuestro interior.
Se concluye que la consecuencia natural y directa del aburrimiento es el debilitamiento de la capacidad de atención, de la vitalidad psíquica, de la energía y la actividad, el tedio entendido como ese sinsabor de vida, las epidemias sociales como esos argumentos que no dejan relacionarnos, además de ese malestar que proviene de ese estado, esa desadaptación al beneficio de la libertad que no deja sacar nada nuevo, el aburrimiento va camino a esa diversidad de angustia, a ese extremo como ya se dijo de dejar discurrir la genialidad del hombre.
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Gracias a que nos aburrimos, avanzamos, progresamos, nos movemos hacia adelante (Blumenberg), buscamos ese remedio frente a esas situaciones que han dejado de ser satisfactorias para el modo de vida, que nos estancan eso que somos en la actualidad, el desarrollo de una nueva conciencia que mejora el ser persona, que nos lleva a ser más inteligentes y creativos, y no fundamentar ese aburrimiento como un estado permanente, doloroso, es malestar, es fastidio, no es bueno para la salud cuando se prolonga en el tiempo, sin buscar en el cerebro esos pensamientos nauseabundos que no dejan evolucionar a quien padece este síndrome.
Qué hacer entonces, evitar la experiencia del aburrimiento dedicando tiempo a nuestra propia vida y ser, viajar en búsqueda de referentes existenciales, estar alertas frente a esos niveles en que aumenta el aburrimiento normal para cada uno de nosotros, y propender por esa estimulación interna y nihilista del individuo.