Sin duda alguna el gran misterio de la humanidad siempre será la muerte, ese paso que se da a otra vida, a otra circunstancia, a otro estado del alma. Hoy, sin duda alguna, para la ortopraxis política, el derecho, la filosofía, la pedagogía y la democracia pura de este país es una perdida inmensa la desaparición física del doctor Carlos Gaviria Díaz, reconocido líder de izquierda, militante del Polo Democrático Alternativo.
El maestro Gaviria sí que lo fue en todo el sentido de la palabra. Era un hombre de admirar y un ejemplo a seguir. Fue totalmente probo en su vida. Recto como jurista y magistrado, ¡un honorable de verdad! Recuerdo que en cualquier tema público debatía y siempre, en todos los ámbitos donde lo leí y escuché, ganaba. Se enfrentó, hablando en términos dialógicos, a políticos, religiosos, líderes capitalistas, empresarios.
Su adoctrinamiento, sabiduría, su pulcrocidad al hablar lo hicieron un tipo fácil de admirar, tanto para sus partidarios, como para sus contradictores. Además, en su progresismo radical e izquierdismo íntegro, estaba de acuerdo con la dosis mínima, el aborto, la eutanasia y la unión de parejas homosexuales. Dicen los que lo conocieron en persona que fue, antes que nada, un humanista y flamante filántropo. Por supuesto: un referente de ética en la justicia. Un luchador valeroso que nos hizo no perder la esperanza y que unió y fortaleció a la izquierda política colombiana. No en vano ha sido el candidato presidencial con más votos obtenidos.
Fue atacado duramente por el macartiano expresidente Uribe, de quien me imagino ahora sus condolencias tartufas dará. Desaprovechamos la oportunidad —en el 2006— de salir del debacle económico, político, académico; de curarnos en salud y pobreza y de tener una buena calidad de vida por no haber aceptado al maestro Carlos Gaviria Díaz y sus formidables enseñanzas en las ancas de la taciturna, doliente y abismal nación en la que vivimos.
Sin consuelo alguno, mas con vivir su legado y recapitular la izquierda democrática, que tanto lo necesita, dejo estas palabras de Roberto Gómez Bolaños sobre la expiración del cuerpo humano: “Acercándome a mi vida terrenal// de pronto dudo y vacilo// ¿Es verdad que no hay asilo para el alma?// ¿Que morir es dejar de existir?// ¿Que la fugaz existencia no tiene la trascendencia que me dejaron intuir?” No lo dudo un instante: el maestro se fue, pero nació la leyenda. ¡Gracias por sus enseñanzas, maestro Carlos Gaviria!
@Camuntor
