Cuenta una de nuestras muchas leyendas urbanas que en cierta ciudad del país vivía un comerciante famoso por sus malas mañas y su inclinación a hacer trampas. Cierta vez le comentó a un amigo que, como uno de sus almacenes andaba dando pérdidas, estaba planeando incendiarlo en los próximos días para cobrar la indemnización de su póliza de seguro.
Poco tiempo después, el amigo se encontró en la calle con su tramposo conocido, y para apoyarlo en la realización exitosa del fraude que le había comentado, expresó en voz alta para que todos los transeúntes le escucharan: hola mi amigo. Lamento mucho lo del incendio accidental de tu almacén. Debe haber sido una pérdida terrible. El otro se le acercó presuroso y le susurró al oído: gracias por tu solidaridad, pero el incendio es mañana.
El gobierno recibió un montón de felicitaciones de otros gobiernos por la firma de un convenio que en el día de las expresiones de felicidad nadie conocía en su contenido integral.
Para la mayoría de los colombianos, y me incluyo,
va a ser extremadamente difícil comprender
el texto del acuerdo entre el presidente Santos y las Farc
Para la mayoría de los colombianos, y me incluyo en esa mayoría, va a ser un ejercicio extremadamente difícil comprender el texto del acuerdo entre el presidente Santos y las Farc. Su redacción parece pensada para que resulte imposible de entender a la primera lectura. Cantidad de siglas, vericuetos idiomáticos, giros y contragiros como en el baile del rap, dificultan avanzar de un párrafo al siguiente sin tener la duda de haber perdido completamente el hilo de cada idea.
Algunas inquietudes, sin embargo, saltan a la vista.
¿Qué va a decir la Corte Penal Internacional acerca de la ausencia de penas de cárcel para autores y responsables de delitos de lesa humanidad?
Se termina el conflicto entre el gobierno y las Farc. Pero nada garantiza que se haya terminado el conflicto entre las Farc y la población colombiana.
El discurso del presidente sobre su acuerdo de paz incluye directrices claras a todos los empleados estatales de fomentar y apoyar su plebiscito; pero además trae órdenes perentorias para el Legislativo de aprobar leyes, así como expresiones de garitero (“no le paren bolas al Procurador”) y otras manifestaciones de burla y descalificación para el poder judicial, en una actitud que solo se encuentra en aquellos que desprecian la norma y el principio de autoridad.
Algunos periodistas, tan adeptos al régimen como a sus jugosos salarios, hiperventilan hablando de las bondades del “proceso de paz”, del “plebiscito por la paz”, de la “orden de cese al fuego bilateral dada por el presidente”; sin que ya nadie tenga alientos de corregirlos, de explicarles que uno de los bandos en contienda no puede dar una orden bilateral.
¿Qué suerte les espera a los funcionarios del gobierno que no estén a favor del Sí en el plebiscito? ¿Será la misma que a los empleados del gobierno venezolano que votaron por el referendo revocatorio al presidente Maduro?
El ministro de Defensa garantiza que no habrá errores en el reconocimiento de las fuerzas irregulares que aún operan en el país. ¿Será que encontró una fórmula para que los humanos eviten equivocarse?
Entre tanto, los políticos siguen enfrascados en sus pequeñas guerras y ni siquiera tratan de disimular su mutua animadversión. Benedetti afirma que el apoyo del vicepresidente al proceso de paz no es más que un montaje de pregunta y respuesta entre el vicepresidente Vargas y el presidente que Benedetti jura admirar y obedecer. En sus declaraciones públicas agrega esta perla: Vargas Lleras no tiene votos para aportarle al plebiscito. O sea que una vez más se demuestra que para los políticos como Benedetti la paz no es más que otro ejercicio de maquinaria electorera.
El presidente del Congreso anuncia que ahora que tenemos paz sí se podrá implementar una reforma tributaria estructural. Lo único que cabe preguntarse acá es ¿por qué no se hizo antes esa reforma y ahora ello sí es posible? ¿Será acaso que de manera simultánea con el proceso de La Habana, se hizo una negociación con los cabilderos de los grupos económicos que bloquean cualquier intento serio de introducir verdaderos cambios en la estructura tributaria?
¿Qué decir de los llamados congresistas independientes que afirman votar por el presidente tapándose la nariz, para luego manifestar que rechazan el acuerdo; para luego correr a decir que fueron mal interpretados y citados fuera de contexto desaprobando ese mismo acuerdo.
Los colombianos tendremos esperanzas de paz cuando aceptemos que este es un asunto demasiado serio como para dejarlo en manos de los políticos.
Además, según el acuerdo tendremos que financiar a las Farc, pero ¿qué se dice en el acuerdo de la fortuna que tienen y que han conseguido traficando, extorsionando, desplazando, secuestrando y acabando con el país mediante la minería ilegal? El estimado de dinero que se les va a dar a cambio de no asesinarnos (otra forma de extorsión) equivale a unos 85 millones de dólares, suma que se les entregaría en forma directa. Comparando esa cifra con los 10 000 millones de dólares que se denunció que tenían, parece que bien podrían las Farc financiar a sus propios cuadros en el periodo de transición; además de reparar ampliamente a las víctimas y de manera particular al medio ambiente.
Se les ofrecieron entre 10 y 26 cupos en el Congreso sin tener la certeza de que ese mismo Congreso vaya a aprobar la reforma constitucional necesaria para incrementar el número de curules.
Atormentaron al país con la mayor cantidad de minas antipersona del mundo; y ahora en lugar de retirarlas como muestra de paz hay que contratarlos y pagarles para que lo hagan, en adición al efectivo que ya se les garantizó.
Va a ser muy doloroso ver como cuando se acaben las felicitaciones y los discursos de balcón, el plebiscito del gobierno Santos va a quedar reducido al mismo deplorable espectáculo de compra y venta de votos para lograr su tránsito a cosa juzgada.