Señor Gustavo Petro, independiente de lo que suceda de aquí en adelante, quiero agradecerle muy sinceramente y de todo corazón por continuar enarbolando las banderas de la decencia, el conocimiento, la reconciliación y la transparencia en una sociedad que no reconoce sus más nobles aspiraciones.
Gracias mil por devolver la esperanza a millones de colombianos que creemos en usted y en sus propuestas erigidas sobre la base de la coherencia, la verdad, la ética y el interés colectivo. Gracias por no aliarse con las maquinarias, ni con las élites corruptas que nos han sometido durante décadas a la política de la inequidad, la mentira y la guerra.
Gracias mil por mantenerse sereno a pesar de las conspiraciones fríamente elaboradas en su contra por los enemigos de una nueva Colombia; por mantenerse en pie de lucha con la única arma que hace más de 30 años ha venido cargando sobre sus hombros: el conocimiento profundo y preciso de los grandes males que nos aquejan como sociedad y de los responsables de estos.
Gracias mil por ponernos a soñar de nuevo, a los jóvenes y no tan jóvenes, de que una nueva política es posible en este país azotado por la corrupción y las élites hegemónicas que nos han construido enemigos de oropel para mantenernos distraídos de los grandes y verdaderos problemas que desangran a Colombia desde adentro.
Gracias mil por su sabiduría, sapiencia y discurso ilustrado que da gusto escuchar en cada uno de los eventos y debates a los cuales fue invitado durante esta campaña presidencial. Gracias por basar sus propuestas en las necesidades de los más pobres y vulnerados, a pesar de que algunos de ellos en la ignominia de la que no son culpables ni conscientes, lo ataquen con fiereza tildándolo de guerrillero, asesino, comunista y otros adjetivos que no corresponden con su verdadera esencia como persona y político ejemplar.
Gracias mil por ser capaz de mantenerse en pie con dignidad y pundonor, sorteando las lanzas envenenadas de los leviatanes políticos que se quieren perpetuar en el poder y enquistar en este país como un cáncer que nos acaba de manera lenta y dolorosa con la complicidad de fuerzas oscuras que desde el anonimato trazan la ruta de violencias por las que ha venido transitando Colombia.
Gracias mil por seguir hablando de inclusión, diversidad, equidad, paz y reconciliación en un país que solo sabe de guerra y que en medio de esta debacle, ni conoce, ni imagina, ni sueña un escenario de paz y perdón para sí mismos y sus coterráneos.
Yo, un ciudadano más del común, de esta clase media emergente que no sabe de las desventuras de la pobreza y las secuelas del conflicto armado, lo invito a que siga luchando por este sueño, sin decaer ni desfallecer, buscando nuevos aliados que compartan sus idearios y con la entereza y dignidad que siempre lo han caracterizado. Lo invito a que siga representando con decoro a esa amplia porción de compatriotas que creen que la paz y la equidad son las rutas por las cuales esta nación debe avanzar.