Creía que no me iba a alcanzar la vida para vivir la paz. Vi pasar los años de mi infancia llenos de miedo por la presencia de los bandoleros o de la chusma, en mi adolescencia esa presencia empezó a llegar a las ciudades acompañada de la delincuencia. En muchos barrios no podíamos circular y a otros llegaban olas de secuestro, extorsión y boleteo. Tampoco podíamos viajar al campo, sin correr riesgos muy serios. En la etapa adulta me ha tocas presenciar, como a toda Colombia, los esfuerzos de distintos gobiernos por llegar a una paz que se truncaba una y otra vez. Hasta que finalmente me tocó muy de cerca, como senadora de la República, el fracaso del proceso del Caguán y toda la rabia y la frustración que esto trajo.
De manera que ya no me hacía esperanzas de que en algún momento de mi vida fuera a poder disfrutar la inmensa riqueza humana y natural de nuestro país. Sin embargo, el miércoles 24 de agosto, hace apenas dos días presencié con los ojos húmedos de lágrimas, la firma de los acuerdos de paz con las Farc. Por este esfuerzo inmenso debo como colombiana estar muy agradecida.
Gracias, por encima de todo, al señor presidente Santos. Sin juzgar su obra de gobierno, sin reprocharle nada, sin ambages ni dudas reconozco su entrega decidida a la causa de la paz. En este proceso su imagen se deterioró, la mayoría de la opinión pública le ha sido desfavorable, pero eso no menguó su determinación para seguir en una negociación que en muchos momentos estuvo a punto de hundirse. Gracias Juan Manuel Santos por haber aguantado estoicamente las burlas, las criticas (yo en más de una ocasión he sido parte de ellas) y no caer en el facilismo que hubiera sido levantarse de la mesa. Por usted tendremos un futuro mejor.
Gracias a Humberto de la Calle y a Sergio Jaramillo con todo su equipo negociador, sin excluir a nadie ni siquiera a los y las que llegaron después. Fue un grupo sereno, reflexivo, templado pero flexible, que llevó ante la contraparte y el mundo la representación de lo más bueno que hay en Colombia. Entre este grupo primó siempre la confidencialidad y el respeto al proceso y a sus principios, por encima de los personalismos. Pero, nuevamente allí estuvo la mano del presidente Santos que seleccionó este equipo y lo respaldó con toda firmeza.
Nos queda agradecerle a las Farc.
Sé que esto le suena mal, muy mal a mucha gente,
pero en una negociación se necesitan dos partes
Y por último, aunque habría que hacer como en los protocolos de los discursos una larga lista de reconocimientos a los países garantes, a los asistentes y hasta las personas que hacen labores de apoyo… Nos queda agradecerle a las Farc. Sé que esto le suena mal, muy mal a mucha gente, pero en una negociación se necesitan dos partes y en este caso existió esa contraparte que se ciñó rigurosamente a ir cumpliendo lo pactado, a respetar el cese al fuego, unilateral primero y después bilateral, sin dejarse desviar por sus propias tensiones internas.
Humberto de La Calle en su discurso del miércoles demostró un talante de liderazgo y una claridad conceptual que explica en parte el éxito de esta negociación. Él nos dejó una reflexión muy importante para el plebiscito que se viene: “Este es el mejor acuerdo posible” y yo le creo a pie juntillas. Podíamos soñar con otros tipos de paz, pero probablemente no serían viables, ni realistas. Esta, en cambio parece una puerta cierta hacia un país reconciliado.
Como lo he dicho aquí y en todas partes donde me pueda expresar: votaré el Sí, con entusiasmo, con una felicidad que me conmueve hasta las lágrimas. Votaré el sí porque merezco como todos y todas las colombianas conocer eso maravilloso que significa no matarse entre hermanos, hacer la política por la única vía posible, la democrática y porque creo que en condiciones de paz podremos mejorar la calidad de vida, disminuir la inequidad y así ofrecer no sólo paz, sino progreso que es un paso más allá del fin de un conflicto armado.
Como dice nuestro himno nacional, “en surcos de dolores, ¡el bien germina ya!” es necesario recordar que debemos también un inmenso reconocimiento al dolor de las víctimas de este largo e infame conflicto. Por esto finalmente la mayor gratitud debe ser para quienes dejaron su vida o sufrieron heridas físicas, morales y económicas en la guerra. A ellas y ellos, como una ciudadana más: mil veces ¡Gracias!
http://blogs.elespectador.com/sisifus