Los escuchábamos triunfantes en época de campaña lanzando premisas de victoria, diciéndole al mundo frases como: “con Dios nadie se mete”, “Dios nos dará la victoria”, o “que se preparen porque los cristianos entramos a liderar en la política”, etc, etc, etc. ¿Qué pasó? ¿Dios no los escuchó? ¿Los dejó con las manos levantadas y no vio sus ayunos? ¿No les fue suficiente con sus continuas reuniones de oración y sus campañas políticas antipecado? ¿Será que les faltó más oración o más ayuno? O mejor, ¿por qué Dios no los salvó de que como algunos dicen “les robaran los votos en las elecciones”?
Quizá nos estamos preguntando las preguntas incorrectas. Mejor preguntemos lo siguiente: ¿no será que ustedes mismos sacaron a Dios de sus campañas políticas al no representarlo ni ser su voz en la sociedad?
Es lamentable ver cómo en lugar de ser una voz de aliento, de reconciliación, de perdón, de paz y de amor, los cristianos nos hemos convertido en los mayores difamadores de Jesucristo, poniendo en su boca un discurso de odio y de polarización que él mismo vino a terminar cuando nos dijo “amen a sus enemigos, oren por quienes los maldicen”. Jesucristo mismo murió en una cruz sin levantar un dedo en contra de sus enemigos. Entonces, ¿de dónde sacaron tanta basura los cristianos?
Pareciera que con el pasar del tiempo sin darnos cuenta nos convertimos en lo más opuesto al Jesús que predicamos. Es como si la Biblia la tuviéramos en latín y no entendiéramos una sola palabra de lo que dice. O como si no supiéramos que la ley del Antiguo Testamento se completó en la obra de Jesucristo. Como si el Evangelio nunca hubiera llegado y estuviéramos intentando apaciguar a un Dios que nos va a aplastar por no ser “santos”. ¿Desde cuándo Dios nos ha pedido que le cuidemos su santidad? Como si realmente él necesitara de eso. O ¿cuándo él nos envió a decirle al que no lo conoce que se comporte como si lo conociera?
Muy acertado John Eldredge, reconocido autor norteamericano, en decir que “si estuviéramos leyendo los evangelios sin parcialidad, no tendríamos el más mínimo problema en darnos cuenta de que los religiosos son el verdadero enemigo. Porque precisamente los enemigos de Jesús fueron aquellos que se la pasaban practicando su religión de manera “correcta”. O por lo menos así se consideraban.” De hecho, me atrevo a decir que si Jesús viera nuevamente como lo hizo hace más de dos mil años y se sentara a comer con homosexuales e hiciera de guerrilleros sus amigos, los mismos cristianos que hoy lo predican lo mandarían a una cruz nuevamente o mejor harían un referendo para darle cadena perpetua.
Porque precisamente la izquierda no es el enemigo, como tanto lo quieren hacer creer estos difamadores de Cristo y los que no son de derecha no son quienes perdieron el rumbo. De hecho, la izquierda en muchos casos se ha comportado el Colombia como el buen samaritano del que hablaba Jesús en sus parábolas. Porque los más religiosos pasan al lado del caído y desposeído y lo miran con lastima, pero prefieren no ensuciar sus vestiduras o arriesgar su seguridad, o peor, comprometer su comodidad. Ha sido el buen samaritano, aquel considerado “impuro” por los más religiosos, “hereje” por los más radicales e “inmoral” por los más legalistas, quien ha hecho la labor cristiana de ayudar, levantar y dar voz a aquel que más lo necesita.
Con esto no estoy abogando por la izquierda o satanizando la derecha. Estoy tratando de demostrar que el enemigo no se encuentra en un partido o postura política, al contrario, al enemigo lo dejamos entrar hace mucho y él lleva construyendo castillos de indiferencia, falsa moralidad, y religiosidad ciega e intolerante, haciendo que aquellos que decimos ser cristianos representemos a otro que no es Cristo.
Y volviendo a mis primeras preguntas a aquellos que salieron en campaña política en estas elecciones, a aquellos que se preguntan: ¿qué paso?, ¿por qué perdimos?, ¿Dios no nos escuchó? Quizá la respuesta está en la misma Biblia que al parecer leen a pedazos:
“¡Grita con toda tu fuerza, no te reprimas! Alza tu voz como trompeta. Denúnciale a mi pueblo sus rebeldías; sus pecados, a los descendientes de Jacob. Porque día tras día me buscan, y desean conocer mis caminos, como si fueran una nación que practicara la justicia, como si no hubieran abandonado mis mandamientos. Me piden decisiones justas, y desean acercarse a mí, y hasta me reclaman: ¿para que ayunamos si no lo tomas en cuenta? ¿para que nos afligimos, si tu no lo notas?" (Isaías 58:1-3).
Lo cierto es que no practicamos la justicia de la que habla la Biblia. De hecho, solo se nos ve denunciando injusticias cuando nos conviene o peor, solo cuando nos afecta directamente. Porque tenemos la fuerza para de denunciar que en Colombia hay elecciones manejadas, robadas y corruptas solamente cuando presuntamente nos robaron las elecciones a nosotros (o quizá es que somos pésimos perdedores). Pero, ¿qué pasó con la Colombia que por décadas ha tenido constante robo de elecciones y de movimiento de maquinaria política corrupta? Porque hasta donde yo sé, la corrupción no nació el 11 de marzo del 2018.
Tenemos también la desfachatez de decir que peleamos por el bienestar de “nuestros niños” solo cuando son literalmente nuestros hijos en colegios privados, quienes están en riesgo de ser adoctrinados. Por ellos sin marchamos y salimos a votar con diligencia en contra del “único” problema que asecha a la niñez que por supuesto es la ideología de género. Nuestros niños no son los niños guajiros que mueren todos los días literal hambre, no son los niños abusados por sus padres (heterosexuales), no son los niños en los cinturones de miseria que son prostituidos por sus mismos padres (heterosexuales), los huérfanos de la guerra, los niños de las familias desplazadas en las calles citadinas. Esos niños son “pobres” y no son nuestros. Ellos solo merecen nuestra conmiseración y quizá una oración de dos palabras: “Señor ayúdalos”. Esos niños no nos duelen y no son nuestros. Por ellos no hay que movilizarnos y ni hacer oír su voz. Que cristianismo tan contradictorio el que vivimos.
Hablamos de defender la familia cuando somos el país con más hijos de madres solteras, cuando los índices de violencia intrafamiliar y abuso sexual a menores en sus hogares están por las nubes y cuando la familia colombiana asalariada lucha con un salario mínimo que no alcanza para nada y con impuestos que suben sin misericordia. Sin embargo, por nada de esto tenemos que luchar si nuevamente, el único problema es que aqueja la familia es que las parejas del mismo sexo quieren adoptar.
Hablamos de paz con “justicia” pero no hacemos nada al ver que en lo corrido de este año van más de 200 líderes sociales y campesinos asesinados por grupos criminales en su mayoría de extrema derecha. Es más, de manera completamente incoherente la apoyamos. Hablamos de paz sin impunidad, sin importarnos que las muertes por conflicto armado bajaran de 3000 al año a casi 0 el año pasado. Hablamos de paz con justicia, pero no escuchamos a las víctimas del conflicto armado que, de hecho, por moralidad bíblica deberíamos estar apoyando y representando. Estas mismas victimas piden a gritos la paz porque no aguantan más vivir en el terror de la guerra y quienes son ellas las mismas que sin entender la postura de aquellos que se opusieron a los acuerdos de La Habana dicen: “quienes se han opuesto a la paz en Colombia, vieron la guerra por televisión” (Vocera de la mesa Nacional de victimas).
Somos realmente descarados los cristianos pretendiendo que la sociedad colombiana se moralice cuando nosotros mismos no sabemos siquiera qué es la verdadera moral cristiana. Porque si realmente leyéramos la Biblia sabríamos que la moralidad y la justicia significan:
“…romper las cadenas de injusticia y desatar las correas del yugo, poner en libertad a los oprimidos y romper toda atadura? ¿no es acaso el ayuno compartir tu pan con el hambriento y dar refugio a los pobres sin techo, vestir al desnudo y no dejar de lado a tus semejantes?" (Isaías 58:6-7).
Como cristiana y amante seguidora de Jesucristo me atrevo a decir en voz alta que esos cristianos que tanto odian a los LGTB y satanizan la izquierda o todos aquellos que no van por la extrema derecha no conocen a Dios y por la misma razón no lo representan. Esos “cristianos” se representan a sí mismos porque ni siquiera representan la Biblia que tan mal leen. Si leyeran sus biblias se habrían topado con esto:
“Defendía la causa del pobre y necesitado, y por eso le fue bien. ¿Acaso esto no significa conocerme? –afirma el Señor-. Jeremías 22:16.
Por el contrario, esos cristianos politizados que tanto profesan la derecha política incluyen a los pobres en sus discursos demagogos, pero no tienen el mas mínimo interés de cambiar su situación. No muestran el amor al prójimo que es mandamiento fundamental de nuestra fe. No hay empatía, no nos ponemos en los zapatos del otro y lo cuidamos como nos cuidamos a nosotros mismos. Nada de eso. Al contrario, en Colombia cuando los pobres se quejan los llaman “resentidos”, “comunistas”, “izquierdosos”, “mamertos”, “antisociales” y hasta “terroristas”. Esos pobres, campesinos, desplazados, son “ellos” y no son como “nosotros”, son otra especie, no son nuestro prójimo.
¿Y así pretenden ser escuchados por Dios? Pues gracias a Dios mismo ustedes no ganaron. Y yo como muchos otros cristianos que conozco, preferimos darle el voto a la Alianza Verde, al Polo o a otro partido o candidato. Ellos al fin y al cabo representan mucho más mis creencias y posturas éticas.