De entrada el título da cuenta de la persistencia: los defensores de los derechos humanos como la gota que cae segundo a segundo sobre el frío muro, termina por labrar un nuevo horizonte, esta vez el de la verdad y la justicia.
Con la más rigurosa técnica documentalista, el español Antonio Girón, 36 años, que afincó su alma a Colombia tras unos trabajos previos de cine aquí, presenta el cuadro de violencia que padece el país a través de la entrega sin límite de un equipo de juristas que cumplen 35 años de labores.
El Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo, entonces, es seguido por la cámara de Girón en su quehacer cotidiano marcado por la persecución. Todos sus integrantes llevan décadas recibiendo amenazas abiertas o solapadas.
La más grave, la del propio presidente Uribe. Éste, en un acto ante lo más granado de la oficialidad castrense, a comienzos de su primer mandato en 2002, señala sin tapujos que colectivos como el Alvear deben desaparecer. Con estas imágenes de noticiero, comienza la diatriba de Girón contra los victimarios en los 86 minutos mejor logrados en documental alguno en defensa de los defensores de los derechos humanos.
El repaso toca a todos. Los que han vivido estos años de horror y a quienes quizá jamás han sabido que estas cosas han pasado en Colombia. Tres grandes momentos envuelven el no olvido: la tragedia del Palacio de Justicia, noviembre 6 y 7 de 1985, el magnicidio del senador comunista, Manuel Cepeda, agosto 9 de 1995 y la resistencia de siempre de las comunidades indígenas de la Sierra Nevada contra las multinacionales.
Casos emblemáticos que han comprometido el sudor y la sapiencia del Colectivo para entregarles a los colombianos hechos de justicia ganados a pulso en los estrados. No en la mal llamada “guerra jurídica o política” a la que invocaba Uribe para derrotar a los defensores de los derechos humanos y que devela bien la cinta.
Pero también pasan frente al espectador los casos de la masacre de Mapiripán, entre el 15 y 20 de 1997 que llenó de horror a aquella comarca del Meta y sobre la cual se quiso enlodar al Colectivo. El bombardeo al villorrio de Santo Domingo, Arauca, el 13 de diciembre de 1998, que dejara 17 campesinos muertos y que tras el intenso trabajo jurídico del Colectivo, y otras ONG se logró la condena de los militares desalmados causantes de la tragedia.
O la infamia de la persecución a la Corte Suprema de Justicia cuyo ex presidente Julio César Valencia frente a las cámaras afirma que “la Corte Interamericana de Derechos Humanos nos brinda medidas cautelares frente a un Estado que debía protegernos”.
El documental no escatima presentar a los protagonistas de la otra orilla. Por allí desfilan las declaraciones del general, presidente de la ACORE, Jaime Ruiz, que agrupa a los oficiales en retiro, defensor a ultranza de su Ejército al cual, en una reveladora afirmación, sostiene que “la única batalla que ha perdido ante la subversión es en el campo jurídico”.
No es difícil colegir, entonces, que precisamente las baterías de la inteligencia y el espionaje, amén de todo tipo de amenazas y golpes deben ser dirigidos a los defensores de los derechos humanos y que en forma valiente Gotas que agrietan la roca deja entrever
El filme, que mantiene en vilo a todos hasta su último cuadro, termina con un sugestivo anuncio: sin fin y que por supuesto hace que el auditorio, repleto de espectadores, en esta noche de premier en el Centro de Memoria, aplauda sonoramente por varios minutos.
El documental, como dice su director, debe ser visto por grandes audiencias, “con sentido de urgencia” para que se conozca que aquí hay otra Colombia, la que lucha por la justicia y que no se arredra ante las dificultades y que como la gota que labra la roca, terminará por imponerse.
