La suerte está echada en Venezuela. La polarización impulsada por fuerzas –internas y externas– que no representan los intereses de la mayoría de la población, han llevado al país a una dinámica peligrosa de creciente guerra fratricida.
El gran capital global va por el mayor control del petróleo venezolano. Utiliza a dos cúpulas políticas desclasadas para crear el caos económico y la confrontación social y política, para apropiarse de las más grandes reservas de crudo que existen en el mundo.
Minorías fanáticas y extremistas que lideran las fuerzas del gobierno y de la oposición, han logrado imponer esa dinámica de polarización mientras el grueso de la sociedad no cuenta con procesos de organización y representación social y política que lo impidan.
Esas cúpulas minoritarias y “radicalizadas” han usado varias formas de refrendación del apoyo de la sociedad, principalmente mediáticas, para legitimarse. La “consulta” del 16J y el “nuevo simulacro” del 30J, han sido esos instrumentos pero no lo han logrado.
Ninguno de esos intentos de medición del respaldo popular contó con garantías de auditoría legal, creíble y transparente, ni tenía posibilidad de verificación por organismos independientes y autónomos. Las cifras presentadas no son comprobables.
Es importante recordar que cada una de esas fuerzas tuvo en el pasado el respaldo electoral mayoritario. El gobierno, encabezado por el presidente Chávez y Maduro, a lo largo de 16 años; la MUD, en las elecciones legislativas de diciembre de 2015.
Sin embargo, ambos sectores han dilapidado esa confianza ciudadana. Los unos, por su ineptitud para gobernar; los otros, por su incapacidad para administrar el triunfo electoral y construir una alternativa de gobierno racional y seria. ¡No pudieron!
Hoy las fuerzas polarizadas representan la confrontación y la violencia. Ninguna es garantía de democracia y paz. Cada una, por aparte, está incapacitada para superar la situación porque no tienen autonomía. Fuerzas oscuras manipulan su acción.
Solo una coalición de fuerzas sociales y políticas "no polarizadas" puede impedir la dinámica de la guerra inducida. No hay tarea más importante que construir esa fuerza social y política. Y para hacerlo hay que despojarse de esquemas ideológicos.
La tarea es desenmascarar los intereses sombríos que se disfrazan de “ideología” para engañar a sus bases polarizadas. Unos, con su discurso “antimperialista” y “bolivariano”; otros, con sus banderas de “democracia” y “libertad”.
Mostrar los verdaderos intereses es la tarea del momento. Las dos cúpulas desclasadas van detrás del control de PDVSA para participar de las migajas que les deja el gran capital global, y el gran capital internacional alienta la confrontación y la guerra para debilitar a la Nación y apropiarse de sus riquezas en mejores condiciones para ellos.
En medio de esa tarea, la lucha contra la corrupción político-administrativa ya está en la mente de las mayorías ciudadanas; es uno de los problemas que indudablemente está detrás de la crisis económica, el desabastecimiento, la carestía y la inseguridad.
Todo está servido para que surja una fuerza política alternativa en Venezuela, un “tercer referente”, que intervenga con claridad e independencia para orientar a los ciudadanos y mostrarles una salida posible y viable, diferente y opuesta a la polarización que conduce a la guerra inducida y fratricida. ¡Hay que hacerlo!