He decidido volver a la infancia por unas líneas. Aprovechando que empieza diciembre, me he dispuesto a elaborar una lista de regalos que el niño Dios nos podría ofrecer a los bogotanos y, en general, a todos los colombianos.
Para empezar, pido que en el remate el gobierno distrital rompa de una vez por todas con la mediocridad con que terminamos este 2014, deje un motivo serio para recordarlo más allá que sus ires y venires de izquierda a derecha, de oposición a reelección, se diferencie en esta recta final de la parálisis de la burocracia local con que se volvió costumbre terminar un periodo en el Palacio Liévano, y de una vez por todas se logre resolver algún problema de los que tiene esta ciudad postrada.
Deseo, como cualquier ciudadano corriente, que la cultura, Canal Capital, Trasmilenio, deje de ser una caja menor de la politiquería; que en tránsito se apriete los pantalones y con el SITP le pongan orden al desorden; que el desarrollo social trascienda más allá de fomentar los odios entre el sur y el norte; que se acabe la agresión verbal y la generalización de la educación privada con el caso “Sergio Urrego”, que se resuelva la suerte de los colegios por concesión y los públicos estén blindados del clientelismo; que el Chorro de Quevedo se le arrebate a la delincuencia donde la inseguridad asecha a nacionales y extranjeros, que en la Alcaldía argumenten con el Concejo y que sea un pulso de todo, menos de puestos.
De la mano de este primer "presente", espero que en este 2015, último año y oportunidad para reivindicarse con una ciudad agobiada con los bandazos institucionales, el alcalde Petro traiga consigo el coraje y la inteligencia suficiente para hacerle frente al desastre vial que vive la ciudad, aun con el multimillonario contrato de la maquina “tapahuecos”. Es apenas lógico querer que en los próximos doce meses que estarán marcados por la elección de un nuevo alcalde, un nuevo Concejo y ediles, abandonemos el Siglo XIX en materia de infraestructura. Y es que aquí ya no necesitamos caminos para Melgar, sino vías para el TLC. Además le pido a la Providencia que quien salga elegido no vaya a ser, por ninguna razón, mensajero del apetito burocrático de las maquinarias que lo elijan. Esas maquinarias que profunda indignación nos causaron, sin importar el bando, por su aberrante relación con contratistas y la feria que montaron alrededor de las ambulancias, Meissen, el descuido de la seguridad, los centros de drogadicto bajo el consentimiento del Distrito, que sus más "dignos" representantes lograron montar.
Con respecto a las alcaldías locales, los humildes deseos no van más allá de que pongan a funcionar su contratación sin parcelar presupuestos que terminan en lujos desconcertantes para quienes están a la cabeza, que cuenten al menos con alcaldes honestos y trabajadores, resultaría indignante un nuevo alcalde local sancionado como ocurrió con el de la localidad de Kennedy. Que no lleguen más destituidos a Bogotá, ni gobiernos de eslóganes humanos que improvisen desde el escritorio, ni réplicas de los repetitivos fracasos a una ciudad ávida de soluciones.
En el plano nacional, sueño con un golpe en Navidad. Que el Gobierno de Santos nos regale un verdadero espacio de debate, para que los colombianos podamos construir una reforma a la educación ambiciosa, por encima de los gestos blandos a la hora de conversar con las Farc. Una reforma que nos permita —como diría Ricardo Silva Romero—, darles un golpe contundente a las Farc, apostarle a la educación y abrir la puerta de las oportunidades. Frente a los falsos revolucionarios de las Farc, pido que se iluminen, liberen a los secuestrados de manera unilateral y dejen de fusilar el grito de paz que este país no se cansa de repetir. Finalmente, no sobra pedirles a los partidos políticos que no evadan su responsabilidad de auditar a los beneficiarios de sus credenciales. Un buen regalo sería que las clases de moral que dictan en Bogotá las repliquen en las regiones.
Y ustedes, ¿qué regalos piden?
@josiasfiesco