Golpe de Estado es un viejo transeúnte por los caminos de la Historia, que rompe los principios sobre los que descansa la vida de un pueblo, para lanzarlo a ensayar una nueva peripecia vital, que empieza generalmente por formas de esclavitud y desamparo. La comunidad que sufre un Golpe no volverá a ser la misma. Ese desarraigo total queda para siempre, como una herida que no restaña, y que solo a veces se supera con mucha sangre vertida, mucho dolor, muchas lágrimas y un colosal esfuerzo de reivindicación y regreso a las fuentes primigenias de ese repertorio de ideas, hábitos y aspiraciones esenciales en que la vida individual y social consiste.
Cuando César dio su golpe de Estado, consumado en el Rubicón y refrendado en Farsalia, sacó de sus goznes la vida de Roma y abrió espacio a esos siglos azarosos y decadentes del Imperio. El Golpe Napoleónico de Brumario cambió para siempre el perfil de Francia y de Europa, que habría de convertirse en el gigantesco cementerio que soportaría la gloria y la tragedia del Corso. La llamada Revolución de Octubre, sepultó la antigua Rusia y abrió camino a la tragedia sin límites del comunismo estaliniano soviético. El golpe de Estado de Hitler, apoyado en la cobardía y el oportunismo de los jueces alemanes, costó la dictadura infame y la guerra que pasó su factura estremecedora de cincuenta millones de muertos.
Este golpe de Estado no lo propina un genio,
sino un gran mediocre,
en beneficio de una pandilla de truhanes traficantes de cocaína
Pues de golpe de Estado estamos. Solo que no lo propina un genio, sino un gran mediocre, en beneficio de una pandilla de truhanes traficantes de cocaína. El golpe de Estado en ciernes viene con la ruina de los siguientes principios:
1. La Soberanía Popular. Después de siglos de proclamar el origen divino del Estado y el poder de los reyes como emanación de la ley eterna, antes de la Revolución Francesa se funda la democracia en el principio de la soberanía popular, que nuestra Constitución consagra con unción.
Pamplinas. Teniendo a Jaramillo, a De la Calle, al general Naranjo y a los cocaleros de las Farc ¿para qué soberanía popular? Para nada. El blindaje de estos asesinos tiene ese precio. Desaparece la soberanía popular y el artículo tercero de la Constitución será como la mueca de un payaso.
2. La Constitución como norma última. O como norma de normas.
Pues al diablo ese detalle. Los acuerdos entre los “plenipotenciarios” valen por encima de la Constitución. Teniendo a Timochenko, a Márquez y a Romaña, es cosa de no desaprovecharlos. Aunque cueste lo dicho en el artículo 4 de la Constitución. La paz bien vale este otro Golpe de Estado.
3. La responsabilidad de los ciudadanos ante la Ley.
Ya no se responde ante el capricho de los reyes. Se responde ante la Majestad de la Ley, manda el artículo sexto de la Carta. Pero se responde cuando se la viole. Pues qué demonios. Se puede infringir despiadadamente el orden constitucional y legal. Todavía mejor: mientras más se lo destroce, más impunidad y más alto el premio.
4. El Congreso hace las leyes y reforma la Constitución.
El Congreso ya no hará las leyes, porque no podrá dictar las que tengan valor derogatorio de las anteriores. Es el blindaje, amigos. Desde La Habana no solo se legisla. Se legisla para siempre. El statu quo eterno. O la parálisis total del Derecho. Al diablo otro artculito: el 114 de la Carta.
5. El Presidente es la cabeza del Ejecutivo. Excepcionalmente puede dictar normas con valor legal. Sus facultades tienen que ser taxativas y precisas.
Pero dictador queremos. Por eso mandamos de paseo 130 años de tradición constitucional. Ahora facultades imprecisas, abiertas, absolutas, contra el principio que empezó a regir con el ordinal 10 del artículo 76 de la Constitución del 86 y que se deroga por Ministerio de Santos.
6. Los jueces ya no son los que emanan del poder popular y que establecidos y delimitados los establece la Constitución. Ahora los destituimos a todos, rompemos su orden jerárquico y entre Leyva, Santiago, y unos tales Cepeda y Henao, elegimos jueces especiales, dispensadores de la vida y de la muerte, del honor y la cárcel, no sometidos a la Ley, sino al ultra sagrado valor de la paz, que se inventaron Juanpa y sus lacayos.
7. El progreso de la humanidad ha descansado en los virajes jurisprudenciales. De otra manera tendríamos esclavitud, valor supremo de la raza, irresponsabilidad de los soberanos, desigualdad de los ciudadanos ante el poder, sometimiento de la mujer al varón. Pues volvemos al anquilosamiento, a la petrificación de la Historia. Lo que digan los jueces, una vez, en control “automático” quedó dicho para siempre. Una de las grandes bellezas de este golpe de Estado.
Por eso, habrá de repetirse, contra la dictadura de la arrogancia y el crimen, la resistencia civil.