“Una cosa es andar despacio para no tener que retroceder a cada rato, y otra, es ceder ante el contrario creyendo que así se avanza”.
Más allá de crisis ministeriales, bloqueos judiciales y parlamentarios, ataques del fiscal y la procuradora y de la guerra mediática contra el gobierno de Petro, incluyendo el escándalo-novela de su jefe de gabinete (Laura Sarabia) y del exembajador en Venezuela (Armando Benedetti), ha llegado el momento de hacer un balance de lo ocurrido en estos 10 meses.
El presidente ha dicho que sufre un “golpe blando”. Es lo normal y lo que ha ocurrido con todos los gobiernos de izquierda y/o progresistas en América Latina. Si las oligarquías no pueden tumbar a los nuevos gobernantes con el “blando” intentarán con el “duro”. Es algo comprobado y no debe sorprender. No sabemos si los dirigentes del Pacto Histórico son conscientes de esa realidad.
Nosotros sí sabemos que la oligarquía no va a ceder su poder y sus privilegios “por las buenas”. Somos conscientes que las clases dominantes son capaces de violar su propia legalidad cuando lo consideren necesario. Está demostrado que cuando pierden una parte de su Poder (gobierno) se esfuerzan al máximo por preparar las condiciones para recuperarlo, por las buenas o por las malas.
Es lo que está ocurriendo desde el primer día que se posesionó Petro. Usan a diario y en forma sistemática la guerra jurídica, el saboteo parlamentario y el cerco mediático. Y, por tanto, si somos conscientes de ello, había que diseñar una estrategia para avanzar con consistencia en la principal tarea del momento: acumular fuerza para consolidar un bloque social y político capaz de enfrentar las fuerzas que se oponen al cambio. No solo las fuerzas económicas sino también las culturales.
Pensar que con la fuerza de la mitad de la población que vota, que es una cuarta parte del total de los posibles electores, y con el apoyo de quienes marchan ocasionalmente en las calles (que ya no son ni el 15% de los que se movilizaron durante el “estallido social”) se van a conseguir los cambios que requiere este país, es partir de un presupuesto errado y falso. Es pecar de ingenuidad.
La correlación de fuerzas del momento (coyuntural)
En Colombia no se ha terminado de construir ese bloque social que pueda convertirse en sujeto político de la transición democrática. El presidente Petro actúa como si ya estuviera construido.
Importantes sectores populares (campesinos, indígenas, afros, y un sector de los trabajadores asalariados y estudiantes) sobre todo del Caribe, Pacífico, otras zonas periféricas y algunas ciudades, mantienen su apoyo al gobierno (por ahora).
Existen otros sectores informales (mineros artesanales, cocaleros, vendedores ambulantes, moto-taxistas, etc.) que están a la expectativa, pero con la inflación y el aumento del precio de la gasolina están entrando en la franja de los escépticos (y muy rápido pueden ser ganados por la oposición).
Los pequeños productores agrarios y el grueso de los “profesionales precariados” (parte de las llamadas “clases medias”), a los cuales Petro no les ha hecho ni un gesto, están en proceso de alejamiento del gobierno. Algunos ya están en la oposición.
Estos sectores sociales son muy importantes a todo nivel (económico, político y cultural) y no han sido ganados para el proceso de cambio. Sin ellos, impulsar las reformas en salud, laboral y pensional (que en algunos aspectos los afectan en forma negativa), es un verdadero suicidio.
En términos políticos durante estos 10 meses de gobierno la “coalición de gobierno” se ha reducido bastante. Los partidos tradicionales (liberal, conservador y de la U) se han retirado. Los “verdes” se dividieron entre los que apoyan al gobierno y los que lo adversan. Los partidos de la oposición (CD, CR, otros) medianamente se han fortalecido. En el Pacto Histórico han surgido fisuras.
El “bloque parlamentario” que parecía una aplanadora dentro del Congreso ya no existe. Las reformas sociales están –de hecho– aplazadas o ralentizadas. La oligarquía y sus partidos políticos han percibido cierta debilidad y ahora van por todo. Van a tratar de transformar el debilitamiento del gobierno en un triunfo electoral en las elecciones locales y regionales, usando principalmente el tema de la seguridad como ya lo hacen los gobernadores de los departamentos.
Si se produce una derrota del Pacto Histórico en octubre/2023 y ésta es similar a las de Chile y España, el golpismo se va a exacerbar y entraremos en una fase de desestabilización (en la que “suavemente” ya estamos). El bloqueo y la guerra judicial, parlamentaria y mediática entrará en la fase de la “revolución de color” que seguramente será reforzada desde Washington.
¿Sirve la teoría del “golpe blando” para derrotar el “golpe duro”?
La teoría del “golpe del blando” parece ser una excusa para no reconocer los errores estratégicos cometidos por Petro, que no quiere aceptar. Es posible que ese proceso esté en desarrollo, pero, lo más seguro es que las clases dominantes estén pensando a mediano plazo y, por ahora, están en la tarea de fortalecer sus propias fuerzas mientras debilitan y desesperan a Petro.
Los estrategas de la oligarquía colombiana saben que el “golpe blando” en Colombia no tiene muchas posibilidades de éxito dado que ni el poder judicial ni el legislativo pueden “tumbar” a Petro en poco tiempo. Tienen la experiencia de Samper en 1994 y del mismo Petro en 2014. Además, ni ellos mismos se imaginaban que debilitar a Petro iba a ser tan fácil y tan rápido.
Por ello, antes de avanzar en la idea que aspiro a aportar para el necesario debate, se deben identificar los errores cometidos por el gobierno, diferenciando los que son evidentes y visibles de los que tienen que ver con la estrategia, aunque están completamente conectados.
Los errores visibles se pueden resumir así:
- Se generó mucha expectativa y poco se ha cumplido. “El que mucho abarca poco aprieta”.
- Se priorizaron reformas legales sin tener mayorías en el Congreso. “Ensillar sin tener las bestias”.
- Se habla de paz pero se cazan peleas a todo dar. “Antes que armas tomar todo se ha de intentar”.
Los errores de fondo son repeticiones de experiencias vividas en países vecinos:
- Se mantiene una visión insurreccional. Se habla de transición, pero no se la define con claridad.
- No se han identificado los cambios ocurridos en la sociedad. Perdura una visión “campesinista”.
- No existe una propuesta para las “clases medias”. Así, las empujamos al lado de la oligarquía.
- Se concibe al Estado (gobierno) como el escenario principal. La gente debe “apoyar” y esperar.
- Caemos en el asistencialismo y paternalismo. No hemos diseñado “subsidios productivos”.
De no rectificar el rumbo, seremos nosotros mismos los que les ayudamos a las clases dominantes en su tarea golpista. No se trata de retroceder o de ser “moderados” como algunos proponen. Se trata de ser consecuentes con el programa de impulsar la industrialización y la transición energética, que es una causa que unifica a amplios sectores de la sociedad colombiana y crea condiciones perdurables (“sostenibles” social, económica y ambientalmente) para resolver paulatinamente los demás problemas históricos.
Se impone la tarea urgente de buscar y encontrarse con los pequeños productores agrarios y con los profesionales precariados, que son los únicos sectores sociales y productivos que están en capacidad de impulsar esa política que trazó Petro en su campaña pero que se ha quedado en simple discurso. Y para hacerlo, no se necesitan nuevas leyes sino acciones prácticas de gobierno. ¡Rectificar es posible!
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