El campo de fútbol estaba sitiado. En la madrugada los militares habían tomado posición entre los árboles que bordeaban el río Arquía, esperando que Pedro Baracutado – entonces comandante del frente 34 de las FARC- diera inicio al campeonato intermunicipal de la selva del Chocó y Antioquia. Baracutado sabía que estaban tras de él, que la inteligencia del Ejército lo tenía fichado por su pasión por aquel deporte al que le tenía más devoción que al boxeo, y en un amague cambió horas antes de cancha para salvarse de que fuera capturado e incluso asesinado frente a una hinchada de más de 1.000 personas. Ese día, su equipo remontó 1 a 0 al de Puerto Palacio.
Anciza García, conocido en armas como Pedro Baracutado, ingresó a las FARC en 1989 cuando la expansión paramilitar sobre el Chocó cobraba diariamente la vida de militantes de la Unión Patriótica. Su familia era una de las que defendía a capa y espada los ideales en el municipio chocuano de Acandí y desde pequeño le inculcaron la lucha de clases y cómo debía ser la transformación de Colombia. Él saltó a las primeras planas de los periódicos en el 2014 por el secuestro del general Alzate que paralizó los diálogos de paz en La Habana, pero su fama - para ese entonces - superaba las fronteras entre el Urabá, Chocó, Antioquia y los llanos, donde era afamado por ser uno de los goleadores de la guerrilla.
Fue en 1998, acababa de ajustar sus 25 años, cuando su comandante Isaías Trujillo lo envío a un torneo en Urrao al que llegarían grupos de toda Antioquia. Tomó la vocería y junto al resto de pobladores crearon el equipo La Paz, que fue campeón por los 16 goles que metió en todo el certamen. Durante los diálogos en El Caguán también se abrió paso entre los campeonatos interFarc y después en Murindó con las comunidades indígenas. Los guayos y el balón se convirtieron en la dotación obligatoria para cualquiera que ingresara a su tropa. Desde entonces, entendió que el milagro del fútbol, además de ser un motivo para festejar y ayudar a las comunidades, iba a ser su forma de hacer política desde la organización.
Aunque en la selva y con los fuertes operativos, ver partidos y hacer el seguimiento a los equipos era difícil, Baracutado consiguió cartillas de preparación en fútbol para de vez en cuando dar cátedra a su tropa y sorprender con una que otra jugada estelar.
Con la salida del Frente 34 de Mandé a la zona veredal de Vidrí y con la ausencia estatal, quedó la vía libre para que otros grupos armados entraran a la región. A Baracutado le llegaban las quejas de decenas de líderes que buscaban soluciones para el elevado consumo de drogas, el ingreso de niños y jóvenes a las filas de varias organizaciones y la imposición de la ley del más fuerte en la región. Las comunidades reclamaban ante todo el regreso de los torneos de fútbol y los trofeos con los que lograban sortear las necesidades: una panga, ocho panelas o un animal. "Usted cuando estaba en la guerra impulsaba el deporte, ¿por qué ahora que está en el proceso de paz ya no lo hace?", le cuestionaron en más de una oportunidad. En enero del 2018 se dio la primera reunión con representantes de Mandé y Urrao, decidieron que iban a empezar con una escuela de formación y así darle una alternativa a los muchachos. Arrancaron con 15 niños desde los siete años arrastrados por la fiebre del fútbol, hoy suman 400 jóvenes que sueñan con llegar a una liga internacional.
A los meses y con el éxito del experimento que tenía como norma: "el que estuviera en drogas no podrían jugar", se unieron otros municipios y la escuela se transformó en el Club Deportivo PARE (Paz y Reconciliación) Colombia, para darle un mensaje al país que desde el Chocó y Antioquia estaban creando la hinchada de la paz. Buscando apoyo para la escuela, les llegó el primer debut en el torneo Hexagonal de fútbol La Paz en Bogotá, al que mujeres víctimas del conflicto, hermanas de exguerrilleros y cuatro exguerrilleras fueron en representación del club. Se consagraron entonces las campeonas del certamen y salieron con ovaciones, medallas y un trofeo del estadio Timiza. Pero en la nuca tenían siempre la misma dificultad: mantener sin recursos a las estrellas en la capital mientras en sus casas las requerían para aportar dinero en medio de la precariedad.
El Club Deportivo PARE comenzó a expandirse por toda la región. A cualquier territorio donde Pedro Baracutado llegaba, nacía una nueva escuela, un nuevo entrenador voluntario y desde los más niños hasta los jóvenes se atiborraban en la cancha de arena y piedras para echarse una partida y sortear la oportunidad de que algún cazador de talentos los sacara al estrellato como a Juan Guillermo Cuadrado o Yerry Mina. De Mandé y Urrao saltaron a Quibdo, Tanando, Beté, Quibdó y el más reciente en Medellín, donde el equipo The King PARE Colombia busca el triunfo en la liga B de Antioquia con los 16 puntos que ya tiene acumulados. El plan ahora es llenar la región de más escuelas, de clubes y conseguir el financiamiento para dar alguna ayuda a las familias de los muchachos.
Seguiremos apoyando siempre al deporte como eje transformador, @club_pare es una muestra de Fútbol, Reconciliación, Paz y ganas de superar lo que el conflicto nos ha dejado en el camino. pic.twitter.com/tpMTLuZHUC
— Omar Restrepo (Olmedo) (@Omar_FARC) 4 de abril de 2019
Mientras que se definen la clasificación a la liga de Antioquia, Pedro Baracutado - hoy Anciza García- se prepara con el Comité Olímpico Colombiano para hacerle frente a los retos que le plantea el Club PARE Colombia. "Queremos que cuando ya seamos un club de renombre, se utilice solo la sigla PARE. Va a ser el equipo de los que queremos la paz y la hinchada va a ser todos los que queremos la paz. Eso es lo que queremos construir".