Los colombianos, en especial los amantes del fútbol, estamos contentos, y sobre todo orgullosos que uno de los nuestros empiece a vestir la “casaca” número 10 del club más importante de la historia del siglo pasado según la FIFA.
La presentación de James Rodríguez como el último fichaje del equipo merengue para la temporada 2014 – 2015 fue todo un espectáculo; las alentadoras y contundentes palabras de Florentino Pérez, la distribución de varias decenas de balones a los aficionados madridistas, la ovación permanente del público, los continuos y múltiples flashes de las cámaras y celulares, la intervención del embajador de Colombia en España, y otros elementos mediáticos dieron cuenta de lo que significó la llegada de “la nueva estrella” al equipo galáctico.
Se espera, sin duda alguna, que la respuesta del 10 colombiano no sea menor a todo lo que implicó la compra de su pase al Mónaco, y al nivel de expectativas que propios y extraños tienen frente a lo que pueda hacer con el balón en sus pies. Se espera que el mejor gol del mundial sea confirmado con nuevos goles y pases que dejen entrever que definitivamente al Madrid llegó alguien que se lo merece, tanto en lo futbolístico como en lo personal.
Más allá del fútbol
Pero mientras el mundo se enteraba que el Madrid pagaba 80 millones de euros por el pase de James, a muchos también se nos venía a la mente el recuerdo de lo que sucedió con otros dos compatriotas nuestros que vistieron la camiseta del flamante club español: Fredy Rincón y Edwin Congo. Ambos con un gran talento y con unas ilusiones que poco a poco fueron desvanecidas por factores ajenos al deporte más universal del planeta.
Ciertamente eran épocas distintas y momentos diferentes en los que llegar a Europa representaba toda una hazaña sobre todo si se era colombiano; primero, por el imaginario colectivo y la imagen que se estaba forjando de nuestro país en el extranjero gracias al fenómeno del narcotráfico y la mafia; y segundo, por ser de color y sentir cómo dentro del mismo club no se garantizaban las condiciones para que nuestros jugadores criollos se sintieran a gusto dentro y fuera de las canchas. No era sencillo ser colombiano y negro para ser aceptado por una cultura que tradicionalmente ha sido catalogada como una de las más racistas y xenofóbicas del viejo continente. Incluso, aún se siguen presentando algunos vestigios de estas aberraciones, vale recordar el reciente caso vivido por Dani Alvez.
El fenómeno de la globalización como una realidad imperante e incontrolable ha ayudado positivamente a que ciudadanos de un lado y de otro se visualicen de un mismo espacio, respetando claro está sus diferencias culturales y sus tradiciones ancestrales. La aldea global, no al estilo de Chomsky sino de Mcluhan, hoy es una realidad pues cada vez más nos sentimos ciudadanos de un único mundo sin fronteras y límites físicos e ideológicos. La compra de jugadores de otros países por parte de los grandes clubes europeos es muestra de ello, y ha sido un factor determinante que ha contribuido satisfactoriamente para disminuir de forma considerable los brotes de racismo y xenofobia en aquellas culturas que supuestamente son más avanzadas y modernas que las nuestras.
Otra fuera la suerte que Rincón y Congo hubieran tenido si hubiesen llegado al Real Madrid en las mismas condiciones de James. Quizás hubieran brillado con luz propia junto a las demás estrellas de aquel equipo blanco que ya se visualizaba como una verdadera constelación digna de admirar.
Las millonarias transacciones a causa de la compra y venta de pases de jugadores de alto nivel y competencia pueden ser motivo de escándalo en una sociedad donde la pobreza tiene visos de miseria, pero por otro lado dichos movimientos financieros también hacen posible el intercambio cultural favoreciendo valores como la tolerancia, el sacrificio, la unión, la alegría, la perseverancia, la entrega y el trabajo en equipo. Así, cada vez que un club como el Real Madrid tiene la intención de incorporar a un nuevo ídolo en su escuadra, más allá de lo económico y los aspectos mediáticos que puedan desarrollarse alrededor, hemos de pensar que es un gol que se le hace al racismo y a la xenofobia, es una forma de contribuir a que nuestro mundo pueda convertirse de verdad en una casa donde quepamos todos sin importar de dónde seamos, qué color tengamos, qué idioma hablemos y que religión profesemos.
Éxitos James.