El 8 de septiembre del año 2000 el entonces Ministro de Hacienda de Colombia, Juan Manuel Santos envió una carta a Horst Kohler, director gerente del Fondo Monetario Internacional, rindiendo cuentas sobre la situación económica del país y solicitando apoyo para el Plan Colombia.
Esta carta afirma que, como se expresa en el Plan Colombia “[en] lo que concierne al programa de privatizaciones (...) el Gobierno espera que la venta de ISAGEN, Carbocol, y la ETB antes de terminar el 2000”.
Quien redactaría la carta, ahora convertido en Presidente acaba de regalar a Isagén-- aquella empresa que prometió vender al Gobierno de los Estados Unidos hace 15 años-- pero se ha encontrado con la defensa de muchos y cualificados sectores que hemos argumentado y nos hemos movilizado civilmente por un intento fallido de mantener esta empresa, merecedora del nombre de la 'gallina de los huevos de oro' para la nación.
Isagén es una de las empresas más importantes de Colombia; los expertos la han definido como un bien estratégico y rentable para la nación. Es un bien estratégico porque produce el 17% de las necesidades energéticas del país y es rentable porque es un activo que ha transferido cerca de $700 mil millones en dividendos en 7 años, más $125 mil millones que transferirá correspondientes a 2015. Con la seguridad de que crecerá por la reciente apertura de Hidrosogamoso (su capacidad instalada de generación ha aumentado hasta 3032 MW), su rentabilidad supera el promedio de las industrias en el país dado que presenta un margen de ganancia neto de 21.6% y un retorno de capital del 3% mientras que la industria presenta un 16% y 2.4% en esos mismos indicadores, respectivamente.
Todos los indicadores muestran que Isagén puede estar pasando por su mejor momento y que venderla es un pésimo negocio. Además de que no es el reemplazo de un activo por otro, Colombia pierde 0.22 dólares por acción con respecto al precio que había fijado anteriormente si se tiene en cuenta la inflación a través de los años y la devaluación del peso. Es importante recordar que es un Estado fuerte el que asegura los derechos de sus ciudadanos. Son las ganancias del Estado a través de la productividad de sus empresas las que pueden garantizar parte de los derechos como la salud y la educación. Esto ilustra la importancia de que Isagén sea mayoritariamente estatal, particularmente para la educación superior. Hoy ya no lo es.
Desde 1992 hasta hoy, el Gobierno ha acumulado una deuda de 15.1 billones con todas las Universidades Públicas del país , para las cuales solo en funcionamiento, el gobierno acepta que hicieron falta $200 mil millones solo en el año 2015. Mientras los grandes centros de producción de conocimiento se caen a pedazos y se ven obligados a disminuir su investigación y a adquirir créditos que proyectan ser un lastre para los saldos en rojo con los que cierran el año (caso Universidad Nacional, Universidad del Tolima, Universidad de Antioquia o Universidad Tecnológica de Pereira), el Gobierno ofrece como ganga a los privados, las empresas que podrían fortalecerla. Esto con el fin de, ni siquiera asegurar el dinero para las vías 4G, sino darlo a manera de crédito a las empresas que realizarán las vías con 8 años de gracia y con todas las garantías.
Es evidente que la venta de ISAGEN empobrecerá al Estado colombiano y por tanto a la educación superior. Universidades como la Nacional tienen un cupo de endeudamiento por $200 mil millones y su déficit a finales de 2016 se proyecta a ser de $100 mil millones solo en funcionamiento. Se verán golpeadas por el afán de cumplir los mandatos de los extranjeros que consisten en pésimos negocios para el país.
Esta venta se sumará a los fuertes golpes que han dado Juan Manuel Santos y gobiernos anteriores a la industria nacional, que aún con el dólar por las nubes presenta exportaciones decrecientes y el Gobierno decide subastar una de las empresas con mayor posibilidad de crecimiento y de proyectos de vanguardia para el sector eléctrico nacional.
Es evidente que no hay argumento político ni económico que justifique la venta de Isagén. Ni siquiera es cierto que las empresas hidroeléctricas privadas sean más eficientes que las públicas. No es un asunto de menor cuantía entregar a extranjeros la generación de energía. La actual crisis energética que vive el país es una muestra de que la soberanía energética es seguridad energética y la venta en paralelo de Isagén es una muestra de lo anticolombiano que es el Gobierno de Santos. Parece que las universidades y las empresas estatales tuvieran que convertirse en bancos para que el Gobierno al fin decidiera salvarlas.
Finalmente, después de que Santos tomara esta decisión de manera antidemocrática, teniendo incluso las mayorías del Congreso de la República en contra, la solución es organizarnos y movilizarnos para que el Gobierno no descargue sobre nuestros derechos la crisis que su modelo causó.
Isagén para todos los colombianos.
Sara Abril
Representante estudiantil al Consejo Superior Universitario
Universidad Nacional de Colombia
Vocera Nacional de la Organización Colombiana de Estudiantes
@SaraAbril_G