¿Gobierno Duque quiere acabar con la memoria de Gaitan?

¿Gobierno Duque quiere acabar con la memoria de Gaitan?

Todo indica que el propósito es acabar con toda huella, símbolo, elemento que comunique los valores democráticos y morales promovidos por el gaitanismo y su líder

Por: Julio Enrique Forero
febrero 12, 2020
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¿Gobierno Duque quiere acabar con la memoria de Gaitan?
Foto: Las2orillas

En España, el gobierno de Pedro Sánchez acaba de anunciar que tipificará como delito la exaltación de franquismo. Considera que en democracia no se hacen homenajes a dictadores ni a tiranos. La iniciativa contempla también el retiro de la simbología franquista que permanece en los sitios públicos y la exhumación de los cadáveres de las víctimas que yacen en fosas comunes. Se busca así ampliar el reconocimiento y los derechos de quienes padecieron persecución durante la guerra civil y la posterior dictadura.

En Colombia, el gobierno viene aplicando este mismo criterio, pero de manera invertida. Por lo menos así lo está haciendo con la memoria y las víctimas gaitanistas. Todo indica que el propósito es acabar con toda huella, con todo símbolo, con todo elemento que comunique los valores democráticos y morales promovidos por el gaitanismo y su líder. La tarea fue iniciada en vida misma de Jorge Eliécer Gaitán, desatando el genocidio contra sus seguidores, horror que incluyó su propio magnicidio. Muy pronto, después del 9 de abril, empezaron los atentados contra los sitios de recordación del movimiento popular. Primero fue derribado el Teatro Municipal, por orden de Laureano Gómez, gran admirador del generalísimo. En aquel lugar Gaitán pronunció varios de sus más célebres discursos políticos e instituyó los famosos viernes culturales, espacio en donde se trataban diversas temáticas, de orden cultural y científica, transmitidas por radio a todo el país. Luego vino la demolición del edificio Agustín Nieto, en donde Gaitán tenía su oficina de abogado y de donde salió el día de su asesinato. Mientras permanecieron, estos inmuebles fueron lugar de culto al gaitanismo.

Pero es la Casa Museo la que ha padecido la mayor suerte de ataques, bien sea por las luchas presupuestarias para su funcionamiento o el atentado mismo al archivo documental de Gaitán, que fue quemado en una cuarta parte por manos criminales, en un descuido promovido desde el gobierno, a la manera en que los bomberos de Ray Bradbury, en Farenheit 451, en lugar de resguardar los libros del fuego, tenían como misión prenderles candela. Entonces llegó la amenaza de bombardear la Casa Museo por los paramilitares, para que Gloria Gaitán, hija única del tribuno popular, abandonara su dirección, motivados por Luis Carlos Restrepo, quien escribió que había que borrar de la faz de la tierra la memoria del caudillo. Y al final, la liquidación de la institución y su entrega a las manos desdeñosas de la Universidad Nacional, por orden de Álvaro Uribe.

El pasado 25 de enero, luego de 17 años sin poder entrar en la Casa Museo, la familia Gaitán y algunos seguidores del líder popular, lograron volver a hacerlo. Este fue el espacio en donde Jorge Eliécer Gaitán, su esposa Amparo Jaramillo y Gloria, tuvieron su hogar. Fue desolador lo que se encontró. Un sitio lúgubre, saqueado, desarticulado de la realidad que se vivió allí. Un guion museológico pobre, necrófilo, irrespetuoso del entorno psicológico y estético de quienes fueron sus moradores. Piezas de museo rotas, muebles amontonados en un depósito frío y húmedo, sin los mínimos cuidados de conservación, los diplomas de grado de Gaitán tirados en un rincón, uno de ellos emitido por la propia Universidad Nacional, prendas de vestir carcomidas por las polillas y documentos, como la agenda de citas que estaba en la oficina de abogado en el Agustín Nieto, en donde quedó registrado en encuentro de Gaitán con Fidel Castro el 7 de abril de 1948, hoja que ahora se encuentra desaparecida, contaminados por agentes biológicos.

El año pasado, el gobierno español ordenó exhumar del Valle de los Caídos los restos mortales del dictador Francisco Franco y su esposa. El sitio es un lugar de culto que integra una basílica y un conjunto monumental, construido por prisioneros políticos de la falange. Los despojos fueron  trasladados al cementerio de Mingorrubio, en cumplimiento de una disposición de la Ley de Memoria Histórica. Paradójicamente, en Colombia, las que vienen siendo desterradas de sus lugares de culto son las víctimas. Así sucedió con los héroes populares caídos el 9 de abril  que yacían en el Cementerio Central de Bogotá, que fueron exhumados para levantar en él un edificio de memoria. Es decir, se borra un sitio de memoria para plantar encima otro sitio de memoria. Lo mismo está por pasar con el Patio de la Tierra, adjunto a la Casa Museo, en donde fue sembrado Gaitán luego de permanecer cuarenta años en la sala de su propia casa. Reposa en compañía de su esposa y  su madre. Por lo menos eso se cree, pues la misma Universidad Nacional, encargada de velar por su cuidado, ha dicho que no le consta que Gaitán esté allí. Años atrás, Gloria Gaitán fue demandada por conservar en el lugar los despojos mortales de su padre, su madre y su abuela. Tan solo cumplía con lo ordenado por una ley de la república. En la visita del 25 de enero, los familiares y seguidores de Gaitán encontraron el patio devorado por la maleza. Una minga espontánea se dio a la tarea desyerbar el lugar y dotarlo con algo de dignidad.

Son  las diferencias entre un gobierno respetuoso del derecho de las víctimas y un gobierno sin ninguna piedad con ellas, que, a través de Centro Nacional de Memoria Histórica ha venido promoviendo el negacionismo del conflicto armado. Promulga que lo que ha existido son bandas armadas que atentan contra el orden. Sin embargo, ninguna voz del gobierno ha condenado el hecho de que la mayor organización criminal y paramilitar de Colombia se haya autodenominado gaitanista con el maquiavélico propósito de obtener ventajas políticas en caso de una desmovilización negociada. En democracia, el gobierno de Iván Duque está acabando con la memoria del gaitanismo y convirtiendo lo que queda de la Casa Museo en un sitio para el olvido.

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