Ni los que marchamos este 21 de noviembre nos imaginamos una escalada de inconformidad y protesta de esta magnitud en un país como el nuestro. Las razones son muchas, sin embargo, culpabilizar al petrismo, a un fantasma o espectro llamado Foro de Sao Paulo, a infiltrados de otras tierras, o a los venezolanos que se hacen cada vez más comunes en nuestras ciudades, es a todas luces ridículo y pueril. Este gobierno, sus asesores y sus “ideólogos” se acostumbraron a culpar a todos antes que a señalar sus responsabilidades y buscar cambiar el rumbo, a manejar discursos dobles y a huir a los problemas con vacías frases de cajón que demuestran la mediocridad intelectual de personajes como Pachito Santos o Botero. Todo se basa en el nulo liderazgo presidencial de un personaje pusilánime y profundamente inauténtico que no tiene ni la experiencia, ni el carácter para dirigir los destinos de un país, frente a lo cual, se argumenta que el muchacho que juega futbol, toca guitarra y escribe libros ridículos “está apenas aprendiendo”. La situación es mucho más simple: ante la paradoja de Santos en el periodo 2010-2018, Uribe optó esta vez por un idiota útil, que sigue sus instrucciones y que aparenta ser un descomplicado joven proactivo y pseudoalternativo, pero que defiende de forma activa y directa los intereses de las clases y sectores más tradicionales del país.
Ante esta situación de acefalía en el Estado, donde gobierna un incapaz, comparable tal vez solo con Andrés Pastrana (1998-2002), Belisario Betancur (1982-1986) o Guillermo León Valencia (1962-1966), se da una protesta de dimensiones históricas que pone a tambalear el orden institucional, pese a que el primer mandatario no lo piense así y salga tan fresco a proponer ridiculeces, mientras continua con una agenda inmutable de características neoliberales.
En cuanto a las protestas, lejos de despolitizarlas hay que dotarlas de un sentido político (no partidista) amplio y constante, porque cuando comience a agotarse la protesta, los líderes de todos los sectores implicados y participantes tienen que haber construido una agenda que sintetice el movimiento de forma palpable. Por otro lado, la protesta debe mantenerse en los cauces institucionales, ya que si los desborda, dará un perfecto argumento a los sectores más retardatarios y reaccionarios. Es importante entonces controlar las expresiones más radicales del movimiento, si no se quiere perder el apoyo de grandes sectores de las clases medias que pueden asustarse, alejarse y cambiar de bando en defensa de valores como la “propiedad” o el “orden”, así como desatar y justificar una contraofensiva armada e ilegal. El fantasma del castrochavismo surgiría entonces con un discurso de miedo y farsas, propiciando una agenda opuesta a una forma espectral indefinida e inventada (el mismo castrochavismo) que no tiene sustentos reales, pero si impulsa, alienta, señala y defiende acciones represivas y violentas para controlar la “amenaza” popular.
Por otro lado, la manifestación de la inconformidad debe continuar, y de manera pacífica debe hacérsele entender a este gobierno que su discurso y sus grandes políticas son profundamente antipopulares, y que no es recurriendo a estrategias anti-insurgentes propias de la Guerra Fría como se van a calmar los ánimos, que en otros contextos como el de Venezuela buscó avivar y radicalizar. Tampoco es con políticas puramente orales y banales que se va a sacar al país de la crisis. Ni todos somos emprendedores en potencia, ni todos los pobres lo son porque quieren, ni la dichosa economía naranja ofrece nada serio, riguroso y palpable a la economía nacional. Mientras el desempleo crece, la política fiscal regresiva se acentúa y la crisis política se ahonda, es hora de escuchar los reclamos y cambiar el horizonte actual, desastroso e intrincado, y no solo se trata de convocar a los sectores participantes y convocantes del paro a conversar y dialogar, mientras se argumentan y ejecutan las mismas políticas que causan la movilización que se presenta actualmente por todas partes.
El desgaste de este gobierno es inmenso para el poco tiempo que lleva, y de sus reacciones reales, visibles, frente a la actual coyuntura histórica, dependerá el porvenir de su gobernabilidad y sus posibilidades reales de conducción, teniendo en cuenta que algunos sectores uribistas lo cuestionan y deberá elegir entre la radicalización, o el desplazamiento al centro para matizar la crisis actual. Sin duda es imposible pronosticar qué puede ocurrir, pero las cosas pueden volverse insostenibles si no hay un diálogo nacional en torno a la situación. Tampoco es recomendable una nueva constituyente en este caos político, pues puede llevar a construir una nueva constitución radicalizada y poco sostenible, y adicionalmente puede decirse que, en los marcos democráticos de la actualidad, es posible ejecutar grandes proyectos y acuerdos políticos acordes con las grandes necesidades del país, y los relevantes cambios en múltiples niveles de su realidad. Ojalá aplicáramos a cabalidad la del 91, pero a pesar de tener más de un cuarto de siglo, aún falta.
El panorama se abrió y de los múltiples y complejos actores dependerá la configuración de unas nuevas perspectivas y realidades a nivel político, económico, social y cultural, así como los márgenes de maniobra del gobierno. No es con los pocos vándalos y tira piedras con los que hay que conversar y llenar los titulares, somos miles y miles de inconformes pacíficos, democráticos, pensantes, críticos, propositivos, proactivos y reflexivos, que hemos salido a protestar contra un pésimo gobierno nacional, desconectado, descontextualizado y con un discurso tecnocrático neoliberal, los que tenemos el protagonismo y la preponderancia, exigiendo transformaciones ya, no para el próximo año o para después. Estamos cansados de soportar cargas y cargas fiscales antipopulares, de aguantar decisiones en nuestra contra y de permanecer impávidos frente a la situación política y económica antinacional, antipopular, antiprogresista y antisocial.
Estos días develan muchos años de acumulación y condensación de la crisis. Ojalá sean los más provechosos y los menos violentos en medio del contexto actual.