Gobernar con ética y estética

Gobernar con ética y estética

No es conveniente revolcarnos en el fango de las lamentaciones. Estamos invitados a aportar nuestro granito de arena para construir un mundo feliz, pero no como el de Huxley

Por: Fernán Medrano
noviembre 16, 2018
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Gobernar con ética y estética
Foto: Pixabay

Borges imaginaba el paraíso lo mismo que una biblioteca. Y acaso en modo paradójico declaró: "Mi destino personal no tiene nada de interesante. Mi destino son mis libros, son demasiados libros". Tuvo el sentir de que su admirado maestro, Rafael Cansinos-Assens, era todas las bibliotecas de Europa.

La voz que nos introduce al programa Lecturas Compartidas de la emisora de la Universidad Nacional de Colombia, UN Radio, repite una y mil veces: "Yo solamente creo en la literatura; todo lo demás me parece sospechoso".

Bécquer afirmó que aunque el mundo se quedara sin poetas, siempre habrá poesía. Pero Carlyle nos legó un consuelo; nos alienta a considerar que es imposible que el mundo se quede sin poetas mientras existan lectores que gusten de la poesía. Postuló: "Todos somos poetas cuando leemos ‘bien’ un poema".

Ojalá se buscara más la belleza que el éxito en las ventas, porque en nuestros días se componen poemas como se elabora un producto cualquiera, destinado a la sociedad de consumo y humo, diría Mario Benedetti.

Carlyle nos cuenta que Goethe manifestó: "La belleza es superior al bien, por estar comprendido en ella". Si bien no hay dudas de que el aforismo del genio alemán es bello, tampoco hay dudas de que es discutible; no es una verdad de obligada aceptación. Yo sí quisiera que todos nos dedicáramos al arte de hacer el bien sin mirar a quien.

Mayakovski ordenaba con su pluma rugiente: "¡A la calle, futuristas, poetas y tambores!". José Martí se presentaba ante el mundo como "un átomo encendido, que tiene la voluntad de no apagarse".

Tengo tantos sueños, que son ellos los que me mantienen despierto, poseo tantos como los granos de arena del mar Caribe, aunque se pueden comprimir en uno o dos deseos felices. Anhelo que el amor de la humanidad no se siga enfriando aún más, pues la temperatura del amor está adoptando una posición diametralmente opuesta a la del calentamiento global. Mientras la temperatura de este aumenta, la de aquel decrece. A ratos uno se pregunta si la humanidad será capaz de salvarse a sí misma, debido a que parece estar dormida con los ojos abiertos.

A pesar de todo, no es conveniente revolcarnos en el fango de las lamentaciones. Todos estamos invitados a aportar nuestro granito de arena, a fin de construir un mundo feliz, pero diferente del de Huxley. Esa es mi causa, el aguijón que me impulsa a exigir que el ejercicio de gobernar se ejecute con ética, e incluso con estética, como si fuera una obra de arte: algo que sorprende por lo agradable de su belleza.

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