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El alcalde de Medellín se ha ido especializando en controvertir las sabias instrucciones de quienes han estudiado el arte de la guerra a lo largo de la historia. No se tiene conocimiento de caudillo gobernante que haya podido salir victorioso cuando busca pleito contra tantos enemigos a la vez, pero Daniel Quintero si lo ha hecho y las ilusiones que pudiera haber forjado con su elección se han ido transformando en señales de peligro de lo que puede pasarle a la otrora estable y capaz dirigencia antioqueña de todos los matices.
La batalla que inició en las primeras de cambio contra la plutocracia paisa desnudando sus estilos de trabajar mancomunadamente con las autoridades municipales y departamentales, se ha ido convirtiendo cada día más en una representación teatral que ya deja asomar la noción vengativa en sus entrañas. Quienes nos enteramos de su ficha biográfica cuando lo iban a elegir y nos dimos cuenta que a Medellín lo iba a gobernar un trepador vertiginoso, antiguo habitante de Campo Valdés, que de vender encima de un tapete extendido en un andén de Junín había llegado a ser viceministro, sabíamos que o resultaría un gobernante con garra y Medellín daría un gran vuelco o se corría el riesgo de que aplicara los tornillos de la venganza contra todos los que desde su puestico del andén vio entrar al entonces poderoso Club Unión o al Edificio Coltejer.
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La batalla que inició contra la plutocracia paisa se ha ido convirtiendo en una representación teatral que ya deja asomar la noción vengativa en sus entrañas
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El último de sus incidentes, el de sacar al gerente de EPM porque abrió una portezuela al diálogo buscando como salvar Hidroituango, demuestra que su afán está orientado a bombardear a como sea a esa plutocracia antioqueña que el país aceptaba indiscutiblemente como clase pujante y él la quiere presentar como una confederación de ordeñadores tramposos. Pero, sobre todo, hace ver que o desconoce los efectos financieros que esas movidas caprichosas tienen sobre la seguridad de EPM ( ya la calificadora Fitch pegó el grito en el cielo) o quiere jugar a ser Sansón con los filisteos.
Si de verdad todos estos pleitos no tuvieran el toquecito de soberbia, que ya se le reconoce hasta en el caminado empinadito, podrían ser positivos para Antioquia y su porvenir político y financiero. Pero con la precipitud conque los forja y los encadena, es probable que no esté construyendo el rosario de la buenaventura que rezaban nuestras abuelas, las matriarcas paisas, sino las escaleras al infierno para Medellín y para él.