La inseguridad, la violencia, en resumen la crisis humanitaria de Santander de Quilichao y del Cauca ya no dan espera.
Tanto el gobernador del Cauca, Elías Larrahondo, como la alcaldesa de Santander de Quilichao, Lucy Amparo Guzmán, ya no pueden seguir esperando y dependiendo de la voluntad política del uribismo para proteger a caucanas y caucanos.
En primer lugar, existe la obligación de reiterar las veces que sea necesario, que la paz y la vida son sagrados; por lo que no se puede justificar cualquier atentado en contra ellas, so pretexto de defender o imponer cualquier ideología religiosa, política o económica.
Aunque en cualquier sociedad, mentalmente sana, o como mínimo, medianamente civilizada; el anterior recordatorio, sería tomado como una necedad o un ejercicio de redundancia innecesaria; desafortunadamente, para el caso colombiano, pareciera ser que la repetición del carácter sagrado de la vida y la paz, es tan necesaria como la misma respiración, habida cuenta de la naturalización de la violencia, la injusticia, el odio y la muerte, que la cultura traqueta y la corrupción, le han impuesto a esta sociedad.
Nuevamente, se registra un hecho de violencia en Santander de Quilichao (Ver: 130 millones de pesos por responsables del ataque contra la Policía en Santander de Quilichao (wradio.com.co)) y nuevamente la respuestas del Gobernador Larrahondo y de la alcaldesa Guzmán, luego de un repetido consejo de seguridad, se enmarcan en el discurso normalizado por el gobierno nacional de Iván Duque, en la voz de su ministro de guerra Molano, consistente en el anuncio de: “incremento del pie de fuerza, plata para informantes y la construcción de más bases militares y estaciones de policía”, en resumidas cuentas; apagar el incendio, arrojándole gasolina.
Santander de Quilichao, el Cauca y Colombia ya no aguantan otro inútil consejo de seguridad.
Lo que la sociedad colombiana requiere ya se ha diagnosticado y vuelto a diagnosticar muchas veces y consiste en más Estado y menos pie de fuerza.
Cambiar el paradigma de la guerra, por el camino de la paz, enfrentar el desempleo y la pobreza con más y mejores recursos de promoción del agro y de la producción nacional, en pocas palabras, que el gobierno colombiano, se de a la tarea de cumplir el mandato constitucional de avanzar en la implementación integral del Acuerdo de Paz Estable y Duradera, firmado entre la exguerrilla de las FARC-EP y el Estado colombiano, nada más, ni nada menos.
Tristemente, la respuesta que le ha dado al uribismo a Santander de Quilichao y al Cauca, por su decidido apoyo al proceso de paz, ha sido la de abandonarlos a su suerte, en medio de la ilegalidad del narcotráfico y la minería, ofreciendo miserables migajas del situado fiscal de la nación a los congresistas caucanos aliados del uribismo y a sus alcaldías amigas, a cambio de que le hayan aprobado leyes en contra del mismo pueblo caucano, que por más de 20 años, aún los sigue eligiendo...
En tanto que, desde el ministerio de guerra de Molano; se sigue promoviendo la guerra, como única salida a la crisis humanitaria que padecen los caucanos, en el afán desquiciado del uribismo y sus aliados de volver trizas la paz, aún a costa de la vida de quienes aún le apuestan por la salida negociada a la conflictividad del Cauca y de Colombia.
Los quilichagüeños y los caucanos, aún siguen esperando una respuesta contundente, por parte de sus gobernantes, don Larrahondo y doña Guzmán, en el sentido de exigirle al gobierno nacional, algo más que calcados consejos de seguridad.
La desesperada ciudadanía caucana, se hunde cada día más en una aterradora desesperanza, ocasionada por la actitud pusilánime de sus gobernantes, que no se atreven a alzar la voz en defensa de la vida de sus gobernados y la paz en sus territorios, por causa de los compromisos de sus jefes políticos del partido Liberal, Cambio Radical, la U, etc., quienes les han impuesto a sus: pupilo y pupila, en gobernación y alcaldía respectivamente, votos de silencio, a cambio de pírricos presupuesto para inversión social.
Resulta evidente que por parte de don Duque, ya no se puede esperar nada distinto a su fingida ineptitud o su irresponsable intención de hacer trizas la paz para mantener el terror como fórmula electoral de la derecha colombiana, al fin y al cabo ya está de salida.
Sin embargo, es increíble, por no decir que aterradora, la pasividad con la que doña Lucy y don Elías siguen asumiendo su papel de segundos a bordo o mandaderos de sus jefes políticos, quienes le siguen apostando al clientelismo y a sacarle jugo hasta el último día a la mermelada del uribismo, con tal de seguirse reeligiendo en el Congreso y poner candidatos de sus entrañas (Liberal, U, Cambio Radical y Conservador) en la gobernación del Cauca y la alcaldía de Santander de Quilichao, en tanto que, los robos, las extorsiones, los secuestros, las amenazas, los atentados, los asesinatos y las masacres siguen siendo cifras estadísticas que hay que seguir manejado en su inútil ejercicio de gobernanza.
Duque, Larrahondo y Guzmán: ¿Hasta cuándo seguirán Quilichao y el Cauca contando sus muertos?