La polémica surge por la expulsión de un artista y su obra de una exposición colectiva por directriz del gobernador del Quindío. La sala Roberto Henao Buriticá abrirá sus puertas al público con el sin sabor que deja la censura contra la obra y persona de Jorge Gustavo Valencia Camacho, uno de los más altos exponentes de la plástica regional.
Según el artista, el gobernador del Quindío, Padre Carlos Eduardo Osorio Buriticá envió con Johana Cortes, organizadora de la exposición, el mensaje donde expresaba su descontento por la abominable obra y con ella la orden indiscutible de desmontarla de la exposición.
Argumentando que la instalación es un agravio a la institucionalidad, pese a haber superado los filtros establecidos por el comité curador en cabeza de Martha Alicia González Maya, especialista en arte, gestora cultural, fundadora y exdirectora de la fundación Calle Bohemia, institución que por más de una década ha proyectado artistas de todo el país.
Sin duda, con la ausencia de la polémica, la curadora de la sala tampoco hará presencia en la exposición, ya que no comparte la decisión.
La convocatoria que da fruto a la presente tuvo como pretexto la conmemoración del cincuentenario de creación del departamento del Quindío, y la obra en mención titulada “Bedtimes Stories” es un detalle de una instalación que por motivos de espacio en el lugar no se culminó en su totalidad, sin embargo bastó solo este “detalle” para desatar el disgusto del mandatario Seccional al evidenciar una altísima carga sexual, imágenes explícitas de órganos masculinos y hombres que se retuercen de placer, al vaivén de su ímpetu y amor homosexual, debo decirlo, dando cabida según la iluminación mental del espectador a elevados niveles de pornografía.
Valencia Camacho es maestro en artes plásticas, egresado de la facultad de Bellas Artes de la Universidad de Caldas y quien con una trayectoria superior a los 30 años ha representado la vanguardia artística del departamento en diversos encuentros de carácter local, regional y nacional. Tan importantes como el Salón Nacional de Artistas y los salones regionales y locales, ocupando el primer lugar en un par de ocasiones en este último.
Buscaba el artista a través de su instalación acercar al común de la gente a un fuerte aspecto de la sexualidad subrepticia, oculta y negada, reducida o desplazada a los cuartos oscuros, saunas y videos … lugares ocultos a la luz pero que surgen por doquier para suplir una necesidad lancinante de una comunidad que es y seguirá siendo perseguida y acusada, señalada y estigmatizada como lo es la comunidad LGBTI.
Nunca pensó el homosexual del expositor que enarbolar su arte como una plataforma de expresión libertaria e incluyente fuese a convertirlo en víctima de una decisión cuasi homofóbica y ultra moralista, digna del pensamiento medieval de la Casa del templario Ordóñez.
Qué es el arte, si no un apéndice viviente de la trasgresión, un caleidoscopio que devela nuevas visiones de nuestro entorno político y social, un lenguaje tan contundente que se vuelve trasformador, incluso desde la reductiva visión de lo decorativo. Un quehacer capaz de matizar la cruda realidad que nos circunda para que de vez en vez, la observemos sin el vendaje cegador y moralista con que cubrimos nuestros ojos.
Esto no será noticia, tal vez llegue al estatus de chisme. Solo será un caso más de censura entre miles, un caso que no pasará a los anales de la historia o de la agenda mediática como el de un pasado salón regional de artistas en Armenia (Quindío), cuando fue cubierta con cartulinas en blanco una caricatura mural de Chócolo por referirse a un falso positivo en el gobierno de Uribe.
O la vulgar vulva de la pelirroja de Manet, el fatigado miembro del corpulento David de Miguel Ángel o el afamado Fresco del mismo Miguel en la Capilla Sixtina, donde las almas desnudas muestran con ligereza sus ominosas bondades mundanas, que pena en ese entonces, con el Papa Pio V quien le encargó al más avezado los discípulos del genio cubrir las partes, que pena ahora con el gobernador de turno, no haberle puesto heliconias y platanillas al sexo de estos hombres, para evitarle el rubor y no contribuir tal vez a corromper las futuras generaciones con la impía e inmoral obra de Valencia Camacho. Mientras tanto, sigamos viendo con la venda en defensa de la etérea institucionalidad.