¿Qué dirán escritores, periodistas y toda la élite criolla que sigue con mucha devoción las jugadas del “Santafecito lindo”? Es hora de que se pronuncien ante tan escabrosos hechos. En momentos como estos deben salir a relucir las posturas democráticas, libertarias y justas de personas de la talla de intelectuales, empresarios, profesionales y de todos quienes siguen al equipo bogotano. Debe hacerse una campaña para que todos publiquen en sus trinos, Facebook, Instagram y demás redes sociales, incluso por los periódicos de sus casas matrices, sus posturas ante el abominable accionar de seis de los integrantes del Santa Fe.
Que las instituciones no periclitan. Cierto. Delinquen los individuos. Pero cuando son media docena, no deja de ser altamente preocupante la catadura moral de todo un onceno. No puede ser que el deporte, como la mayoría de las instituciones del país esté carcomido por la corrupción y el “tapen, tapen”. Esos cinco meses de silencio de la justicia, del propio equipo y de los medios dejan mucho que desear en un país cuyas altas esferas, poderes públicos y “clases bien” se distinguen últimamente por estar untados de tráfico ilegal no solo de drogas, sino de personas, violaciones, malversación del erario público, peculados, asesinatos y otros delitos que en países menos laxos que el nuestro son juzgados severamente hasta con la pena capital. Con amparo de los derechos de los implicados, pero con arreglo al principio de celeridad y economía procesal.
¿Por qué en el caso de esta dama no se ha procedido así? Vamos a continuar con el consabido estigma de que la mujer “se hizo para violarla”. O como en el caso de Pablo Armero, ni una amonestación del plantel en que juega respondió a la opinión de prestantes organizaciones femeninas y mujeres destacadas del país que clamaban al cielo por lo menos una amonestación contra él, por maltratos continuos a esposa y madre de sus hijos. ¡No puede ser que donde pongamos el dedo salga pus!, como dice el precandidato presidencial Robledo. Las figuras públicas “no solo deben ser honestas, sino parecerlo”. Así, ¿cómo debemos pedirle a modestos jugadores que siquiera se porten a la altura del ejemplo que deben dar a sus seguidores, especialmente los más jóvenes?