La discusión sobre qué es lo más conveniente para intersecciones de alto tráfico o en avenidas, es de muy vieja data. Puntualmente el dilema ha sido saber que es mejor para impactar la movilidad de una urbe, si una glorieta (rotonda) o un cruce abierto semaforizado. Hoy con todas las experiencias conocidas en el mundo el asunto ya se zanja fácil. En principio depende del tipo de ciudad, su número de habitantes, el número de viajes de todos los actores, el cociente de movilidad, la densidad urbana, los sistemas preferentes de transporte, entre otros.
Pero así mismo es esencial conocer el tipo de ciudad que se quiere promover o diseñar y ello depende de la vocación del asentamiento urbano y su gente. Por un lado están las ciudades pequeñas (de menos de 500 mil habitantes) con mínimas o inexistentes zonas industriales, son más urbes de cultura “Slow” (despacio), ciudades lentas hechas más para el descanso, las vacaciones, el turismo, para el estudio o la investigación. Es el caso de tantos lugares históricos de España, Italia o Francia, pero también muchos latinoamericanos.
¿Ciudad "slow" o ciudad "fast"?. El modelo USA
Por otro lado están las ciudades desarrollo “fast” con alta cultura de la prisa por ser asentamientos de vocación productiva e industrial. De allí que el transporte motorizado, tanto utilitario como personal son prioridad, buscando el máximo de eficiencia. Poseen generalmente calzadas especializadas con puentes elevados, viaductos, amplias avenidas y autopistas. Es el formato más afín al modo de vida estadounidense, por ejemplo. Estas urbes adolecen de un modelo a escala humana, son rápidas y con elevado riesgo de conflictos viales y mayor accidentalidad.
En la disyuntiva de una intersección en una importante avenida o calzada de alto flujo vehicular entre impactar el tráfico con una glorieta (o rotonda) o una dinámica abierta semaforizada, entre los dos modelos de ciudad, la decisión es casi obvia. Una glorieta pacifica el tráfico ya que la circulación debe ser con ciertos cuidados, mucha alerta de los conductores y a baja velocidad. Esto contribuye a un menor riesgo de accidentalidad, por lo tanto menos víctimas mortales por cuenta del tráfico.
En el mundo hay muchos estudios al respecto. Según la Administración Federal de Carreteras de los Estados Unidos, más del 25% de todos los accidentes de autos con heridos o muertos ocurren en intersecciones semaforizadas rápidas o muy cerca de ellas. Investigaciones hechas por la autoridad estadounidense, señala que reemplazar un semáforo por una glorieta, reduce en 38% las colisiones entre autos. Más aún importante, en los cruces donde han puesto glorietas los choques con muertos bajan 90%, es decir, sólo una décima parte de los fallecimientos en impactos en los semáforos. Algo extremadamente significativo, a favor de las rotondas salvavidas.
A la hora de preguntarse “¿qué es mejor?” para un cruce de calles, si un semáforo o una glorieta, distintos estudios sobre tráfico han puesto sobre la balanza todas las ventajas e inconvenientes de cada caso. En general, las glorietas podrían ser mejores. Ganan en cuanto a costo, manejo del tráfico, evitar choques y lo más importante: colisiones mortales. Así lo confirman investigaciones, que muestran que las glorietas (también llamadas “rotondas”) traen más beneficios y son más seguras, aunque existen excepciones donde es mejor poner semáforos.
Es probable que en las urbes que tienen gran inclinación productiva, con amplias zonas industriales, donde el transporte motorizado utilitario y personal es esencial, se requiera excepcionalmente una intersección semaforizada que favorezca la velocidad y el flujo vehicular. Esto implica riesgos y las administraciones deben invertir generosos recursos en la señalización intuitiva, además de todos los medios de prevención y alerta de accidentes de tráfico que se multiplicarían. En estas ciudades el cociente de movilidad es superior a 3,5, indicador que no favorece mucho a una glorieta. Las urbes con tráfico pacificado tienen cociente de movilidad incluso debajo de 3, donde una rotonda es compatible.
Las ciudades de tendencia “Slow” buscan calmar el tráfico para mayor convivencia pacífica en el espacio público, son más disfrutables, más lentas y amigables. Son la mayoría de urbes de nuestros países, donde se impone la glorieta sobre la intersección rápida semaforizada. No es un modelo aplicable a países de alto desarrollo industrial como los EEUU, donde se privilegia la producción de bienes y servicios. Un artículo publicado en un medio de USA, titulado ‘Por qué los EEUU odia las glorietas’, explica que a pesar de ser mejores que los semáforos en la mayoría de casos, el principal problema es que muchos conductores no saben usar las rotondas (por facilismo mental y comodidad)
En el Siglo XXI las sociedades avanzadas, privilegian al ciudadano peatón como actor principal del espacio público. La acupuntura urbana que favorece las glorietas, contribuye a humanizar el entorno. Todo ello debido a que los estudios demuestran que son diez veces más seguras que los semáforos. Entre otros beneficios de estas obras resalta que los automovilistas reducen la velocidad de conducción pero no se detienen completamente, lo que permite que continúe el flujo de vehículos.
¿Es más avanzado lo analógico o lo digital?
Investigaciones realizadas en urbes de EEUU como Nueva York, Washington y otros estados, todas concluyeron que las glorietas bajan significativamente el retraso de los vehículos, además de reducir la parada de los autos. Pero el típico norteamericano se resiste a su uso debido a su modelo de ciudad de tráfico duro, competitivo y mecanizado. Aquí debe diferenciarse entre lo analógico y lo digital. Los equipos y dispositivos más avanzados son digitales. Mientras lo analógico se considera anacrónico y obsoleto, poco eficiente. Lo contrario sucede en las personas.
Los humanos más sabios son los que disciernen, tienen criterio con análisis profundo, son más analógicos. Quienes tienen comportamiento digital dependen esencialmente de las máquinas, es el caso del estadounidense que por cierta comodidad o pereza mental, prefiere lo que le indique un semáforo. Están acostumbrados a que una máquina les diga qué hacer, así no deben poner atención en el camino. En cambio en sociedades con alto desarrollo humano, el comportamiento personal es más analítico y crítico, todo lo contrario a los equipos a su servicio. Los humanos más avanzados que obran preferentemente con el hemisferio cerebral derecho son más analógicos.
Las rondinelas en su uso, exigen analogía y promueven un modelo de ciudad anatómica, a escala humana. Las intersecciones abiertas semaforizadas son digitales y mecanizadas donde poco aplica el criterio humano, son más competitivas, salvajes y riesgosas por las mayores velocidades en los cruces. Los tiempos muertos o inútiles son mayores ya que es muy posible que tres puntos estén con semáforo en rojo, uno en verde y sin autos o agotados. Los tres puntos obligados a parar inducen una enorme congestión, con un vacío y tiempo muerto en los cruces. Lo que nunca ocurrirá en una glorieta, que tendrá siempre tráfico.
Alcaldes que frenan el desarrollo
Los alcaldes con poco criterio o mal asesorados creen que una ciudad es más moderna y avanzada cuanto más construyen calzadas para autos, puentes elevados, autopistas, viaductos y cruces veloces. Es el modelo intimidante de urbes como Houston, Los Ángeles o Chicago.
En conclusión las glorietas, rotondas o rondinelas tienen mayores beneficios desde lo humano, con menor riesgo de colisiones, hasta diez veces menos muertes, tráfico más lento pero más fluido, exigen a los conductores comportamiento analógico, son menos contaminantes con menores emisiones por baja velocidad continua con menos paradas muertas, menos costosas por ahorro en costos de energía eléctrica y mantenimiento de semáforos.
Pero además de ello, la glorieta en una ciudad es un referente, lugar de ubicación, un oasis, un pequeño pulmón verde que mejora el paisaje con gran sentido estético. Mientras que un cruce semaforizado es inhumano, un desierto de cemento intimidante para los ciudadanos especialmente para los más vulnerables.
Recordemos que el caos de la movilidad no está dado por el número de autos circulantes, sino por el número de viajes, que son decisión o dependen del comportamiento humano que tiene el poder de racionalizar o abusar de su uso. Por ello todas las intervenciones urbanas requieren de un ambicioso programa de cultura ciudadana, es decir del aporte propositivo, tolerante y generoso de todos los actores del espacio público. De lo contrario el riesgo de fracaso es enorme. Ese es el punto esencial que la mayoría de alcaldes no han podido entender en su verdadera dimensión.
Apostilla: A propósito de la “cultura fast” de ciudades afiebradas, los ciudadanos debemos reflexionar sobre la vida en una sociedad que se mueve aceleradamente y tiende hacia lo monótono, lo serial; mientras que se pierde el valor de la vida en sus pequeños y hermosos detalles. Cómo cada quien disfruta su vida es algo irrebatible. Pero 30 segundos que una persona se tome apreciando el paisaje que lo rodea o revisando los detalles, puede aportar más de lo que se cree. La vida es una sola y cada momento invaluable, por ello a pesar de que vivamos en una época incierta y vertiginosa es posible conseguir simplemente por decisión propia ese “regalo divino” de un momento vivido a plenitud saliendo del “corre corre” diario.
*Consultor Ecoplan International, Nueva Agenda de la Movilidad, Colombia.