En 7 semestres de economía nunca he vivido tan álgidamente lo que es el mercado y la competencia como cuando fui de paseo a Cartagena. La situación era la siguiente: queríamos ir a la isla de Tierra Bomba, para ello necesitábamos ir en lancha, pero habíamos gastado ya la mayoría del presupuesto. Entonces, con algunos amigos decidimos cotizar para ver si nos pegábamos o no el viaje. A la salida de donde nos quedábamos comencé a preguntar cuánto costaba ese trayecto en lancha para 7 personas. Junior, un costeño que acabábamos de conocer, nos ofreció el trayecto en “nada más 130.000 pesos”. Sin embargo, a mis amigos y a mí nos pareció caro. Entonces le agradecimos, pero no aceptamos.
Cruzamos la calle, y otro vendedor nos dijo que el mismo trayecto costaba 115.000 pesos, nos dio su número y le dijimos que lo llamaríamos después, todo esto mientras Junior nos veía a la distancia. De vuelta al hospedaje, nos encontramos nuevamente a Junior, nos dijo que iba a hacer un descuento excepcional y que nos lo iba a dejar en 100.000 pesos. Ahí empezó el juego. De 130.000, de un lado al otro, Junior y su rival, compitieron por nosotros, sus clientes, hasta llegar a 60.000 pesos y casi los puños entre ellos. El mercado hacía de las suyas, y lo hacía con acento costeño.
Aunque todo terminó con un “son míos, no te metas”, quedó una lección milenaria y clara: que los oferentes de productos compitan entre ellos nos beneficia a nosotros, los consumidores. Eso lleva a entender por qué ideas como la sustitución de importaciones o la constitución de monopolios benefician a unos pocos en sus ingresos y encarecen los productos para todos los demás. Claro ejemplo de los beneficios de la competencia es lo que ha pasado con la operadora de telefonía Wom, que llegó a Colombia ofreciendo precios más bajos y con mayor cobertura, lo que hizo que Movistar y las demás operadoras móviles tuvieran que empezar a mejorar en precio y producto, para que Wom no se lleve a todos sus clientes. La competencia, a grandes rasgos, es deseable.
¿Entonces abrirnos al mercado internacional nos beneficiaría? Aunque muchos quisieran una respuesta de sí y no, la verdad parece ser más gris que blanca o negra. Se podría pensar que una apertura total y única tendría beneficios para los más necesitados. Por ejemplo, que empresas con mayor infraestructura y más desarrolladas llegasen al país a prestar internet a un menor costo tendría grandes beneficios para toda la sociedad. Pero también podría ocurrir que grandes multinacionales quebraran empresas nacionales, causando millones de empleos perdidos, o que estas grandes empresas terminaran siendo monopolios mundiales. Después de todo, ¿cuántos son realmente los competidores de Google?
Con más dudas que certezas, hay unos puntos en los que se puede estar de acuerdo. Lo primero es que lo más importante es el bienestar de las personas. Lo segundo es que el libre mercado es, para bien y para mal, un ideal. Así, se podría decir que lo tercero es que la globalización no es, per se, sinónimo de ir en camino del libre mercado, pues puede ser también el camino hacia monopolios. Lo último es que también es claro que el potencial de bienestar para todos de la globalización es inmenso. Entonces, la duda no es si sí o si no hacemos globalización, la duda es como hacer la globalización.
