Globalización económica, certero golpe a la humanidad

Globalización económica, certero golpe a la humanidad

Sus aparatos ideológicos, sutilmente, han creado “falsas necesidades”, que como dice Marcuse "son aquellas que intereses sociales determinados imponen sobre el individuo"

Por: Mateo Malahora
julio 27, 2018
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Globalización económica, certero golpe a la humanidad
Foto: Pixabay

Como lo explica el columnista Miguel Cerón Hurtado (El Nuevo Liberal, 11 de julio), la lógica del mercado total en el globo terráqueo le ha propinado un mortal golpe a la humanidad.

Observar los efectos devastadores que ha provocado la mundialización de la economía competitiva no es fácil para el común de los pueblos que la soportan, tanto más por la fetichización de su categoría económica y política que, con la revolución tecnológica, ha convertido la mercancía en una deidad como nunca antes glorificada.

La figura ingenua de un mundo interconectado y la expansión geopolítica del mercado, no le ofrecen a las sociedades afectadas la oportunidad de movilizarse culturalmente contra la hegemonía del poscapitalismo, ofensiva que ha dejado malaventuranza para los pobres.

Tiempos hubo en que la globalización era incipiente, no existían las redes sociales y millones de personas se movilizaron en los Estados Unidos contra la guerra de Vietnam, tanto que la conflagración se perdió en Nueva York y los Ángeles y no solo en Hanoi y el Delta de Mekong. Sin embargo, tratándose, hoy, de un certero golpe contra la especie humana, los trabajadores del mundo no han cuestionado un modelo que ha causado mucho más muertes que las ocurridas en las dos guerras mundiales.

Fueron millones los estadounidenses que con los símbolos de la paz, el rock y la marihuana frenaron el napalm y el agente naranja que limpiaba las selvas vietnamitas.

Los defensores sobrevivientes de la libertad huyeron despavoridos, apenas tuvieron tiempo para colgarse de los helicópteros.

Agudas paradojas, en el siglo XXI le rendimos admiración suprema a Platón y Aristóteles, fulgurantes epígonos de la esclavitud griega.

El poder ha llegado a su más alta cumbre financiera y simultáneamente ha logrado descender a los abismos de la miseria universal con una capacidad inusitada, que con sus movimientos y tensiones hace que sea identificado como una fuerza fáctica institucional, y no como una red de controles intangibles, que acude a posturas racionales para producir los mismos efectos, tal como sucede con la dominación mediática, que paraliza el asomo civilizador de una moral emancipadora.

De tumbo en tumbo los irredentos del planeta han ganado espacios pero no han logrado su plenitud transformadora, primero la lucha antiesclavista de Espartaco: “volveré y seré millones”, después, la Revolución francesa y la declaración de los derechos fundamentales del hombre, para no citar otras conmociones globales, todas en nombre de la libertad.

Y la humanidad, extraviada, sigue aprehendida al postulado de la libertad, por cuanto ella presume interpretar la voluntad humana que conjetura inalienable, postulado simplemente teórico, porque la independencia y la autonomía apenas superviven y la ética no han tenido compromiso con el ser humano.

Desandemos la historia, la libertad se concretó porque el capitalismo necesitaba hombres libres, no esclavos y trabajadores asalariados, sin cadenas.

En nuestros tiempos globalizados la libertad y la universalidad son conceptos alienantes, perturbadores y enajenados, y pareciera que la libertad es una generosa dádiva otorgada con benevolencia a los nuevos cautivos por quienes orientan el progreso, la razón, el sujeto, la historia y el orden.

En su devenir histórico, los adalides del neoliberalismo, no encuentran un ideólogo que los salve, su pretensión de hacerlo más eficiente, aumentando el capital, es una grosera bofetada contra los mil quinientos millones de hambrientos que deambulan trágicamente por el mundo (FIM), mientras Keynes, uno de sus destacados acompañantes, con su teoría redistributiva, no pudo espantar la corrupción que mina todos los Estados.

Agónico periplo, la humanidad sigue consumiendo mercancías ideológicas, expandiendo los valores del derroche; para ello acude a las teorías del consumidor, el positivismo, el desarrollo y el progreso, sin que todavía aparezcan en el mundo resistencias culturales para cambiar la fuerza apabullante expansiva del mercado. Hablar, en estos tiempos, como Bakunin, de una sociedad horizontal, antiautoritaria, para hombres y mujeres libertarios es una locura.

Los aparatos ideológicos de la globalización son tan sutiles que han creado “falsas necesidades”, ya Marcuse (El hombre unidimensional), señaló: “Las necesidades falsas son aquellas que intereses sociales determinados imponen sobre el individuo. Gran parte de las necesidades actuales…responden de acuerdo a la publicidad; amar y odiar lo que otros odian y aman, pertenece a esa categoría de las necesidades falsas”. Marx lo dijo de otra manera: “Falsa conciencia”.

John Kenneth Galbraith, filósofo canadiense, quien fuera hijo de un maestro de escuela, exconsejero de presidente John Kennedy, fue más allá y afirmó que “los norteamericanos han convertido las mercancías en el objeto de su veneración” y trasladan sus rituales, vía online a los países periféricos.

En rigurosa síntesis: en el pasado hubo países “No alineados”, hoy, salvo Cuba, que ayer a celebró el Día de la Rebeldía Nacional, con cambios en la dirección del Estado y el Gobierno, quizás todos viven alienados.

Salam Aleikum.

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