Lo primero que impacta es el calor, la humedad. Nadie está preparado para ese sol ardiente, para el vapor que sale de sus calles. Pero el río es un monstruo serpentoso que refresca al verlo. Es el Magdalena en su máxima expresión. A pesar del calor implacable hay restos para ir a la vieja barcaza anclada para el resto de los siglos en su orilla y pedir un viudo de bagre siempre rebosante del plato. Con dos cervezas encima no sólo se irá el calor sino también cualquier vestigio de resaca.
Si, el río queda en un hueco y la ciudad empieza a subir, a ascender. El único refugio son los árboles, brutales, esplendorosos, centenarios. Muchos de esos árboles de diez metros de altura estaban la tarde del 10 de febrero de 1844 en la que Ramón Bueno y José Triana regalaron los predios que conformaban lo que antes de esa fecha se conocía como el caserío La Chivatera. Girardot tuvo su época de esplendor al final de los años veinte cuando el tren pasaba por sus veras. También fue el primer lugar de Colombia en donde se realizó un vuelo, Girardot-Barranquilla. A la crisis de los años sesenta surgió una explosión económica gracias al turismo a partir de la década del ochenta. Sus balnearios y sus sitios de interés se convirtieron en una segunda casa para los bogotanos.
No sólo los balnearios alimentan el gusto de los turistas.
Plaza del mercado
La Plaza de Mercado es un monumento nacional diseñado por el arquitecto Leopoldo Rother
Entre todos los balnearios La Isla del Sol es el más deslumbrante de todos. Está a unos quince minutos del centro de Girardot, un escenario natural espectacular que muchos usan para buscar un momento de relajación.
El Embarcadero turístico
El turismo literario es prácticamente desconocido en Colombia. En San Peterburgo, por ejemplo, existe un tour en donde te llenan de vodka y bajo los vapores de agosto te hacen el afiebrado recorrido de Raskolnikov desde su sucio cuchitril hasta la casa de la vieja usurera que termina matando. Uno de los pocos lugares en Colombia con ese poder es el Embarcadero Turístico recientemente restaurado. Allí se evoca el recuerdo de Florentino Ariza y Fermina Daza en su viaje en barco de vapor por el Magdalena
Los miradores
Hay dos lugares para apreciar desde la distancia a Girardot, el Mirador de Alto de la Cruz y el Alto de las Rosas y del Cerro del Arbolito en donde, además, se disfruta de un viento refrescante que quita por un momento los efluvios del calor.
La caída es de más de cincuenta metros. Por eso, para los que sufren de vértigo, el imperial puente del ferrocarril de Girardot es todo un reto. Fue inaugurado el 1 de enero de 1930 y en un país donde no se cuida el patrimonio, donde todo lo que medio huela a humedad se tumba, este es el puente más antiguo de Colombia. Tiene una extensión de 466 metros y en su momento sirvió para unir a los departamentos de Cundinamarca y Tolima. Ahora se puede hacer ese recorrido a pie.
El peñón
Es el condominio más espectacular de esa ciudad. En épocas de sumo cuidado con los hoteles, este lujoso conjunto de casas hechos sólo para el descanso, es una opción para las familias que quieran simplemente desconectarse y huir del estruendo del mundo.