Gina, hay tanto que decirte. No ha pasado más de una semana de mi última carta y mi cabeza parece el archivador nuevo de algún colegio católico en Tenjo. Las investigaciones sobre el suicidio de Sergio Urrego siguen avanzando, cosa que no entiendo, porque está claro que él se suicidó. ¿Acaso seremos más felices si destituyen a la ministra de educación o a la rectora, a la psicóloga o a algún docente del que era su colegio? Con tristeza me atrevo a responder que sí y que, además, se hizo justicia.
Gina, al igual que tú, yo también estoy indignado por el suicidio de uno de nuestros estudiantes. Pero lo que me indigna realmente es que después de tantos años de constantes suicidios de niñas, jóvenes y maestras, ahora sí pongamos cara de asombro y hasta tú, mi querida Gina, te sumes para decir algo al respecto. Este es un asunto mediático, morboso, escabroso e infame. Y más infames son las innumerables críticas que terminan señalando a las maestras o al sistema educativo como culpables; y no digo que no exista una responsabilidad estructural para éste y otros tantos suicidios de estudiantes y maestras, lo que quiero dejar claro es que ninguna de las personas e instituciones señaladas son las únicas responsables. La culpa es de casi todas por decidir vivir bajo la sombra de la doble moral y la hipocresía.
Mucho antes de la Constitución de 1991 se inició el camino para pensar en un país multicultural y diverso. Nuestra ya desvencijada Carta Magna lo confirmó; y me alegra que después de casi un cuarto de siglo algunos de los más “machotes” (y las más, porque también las hay), se muestren inconformes con el trato discriminatorio que sufrió Sergio, cosa que le debemos por entero a él. Lo que no me alegra y, además, me preocupa, es que muchos de estos mismos personajes también estén inconformes contigo, y no por tu gestión política -que sería lo adecuado- sino porque les incomoda saber (he ahí la doble moral) que eres lesbiana.
Gina, hago alusión a esto porque cada vez veo más difusos los límites entre lo privado y lo público; los gobiernos se meten hasta en las sabanas, así es este sistema económico-político, y no podemos negarlo. Gracias a la vida privada de Sergio Urrego todos los colegios del país están revisando con lupa su “Pacto de Convivencia” (impase que solucionarán ignorantemente con una fe de errata); como si ahí se resolviera el problema, como si una gran mayoría no pensase que el problema radica en ser diferente.
Como sabes Gina, el sistema educativo en Colombia, a través del MEN, desde hace algunos años ha lanzado la propuesta por la educación en la diversidad. Y si, veo pequeñas transformaciones, más simbólicas que políticas; Sergio reconocía esta distancia fáctica y por eso fue un “suicida consciente” como él mismo lo dejó dicho, quiso hacer de su muerte una muerte con un sentido eminentemente político. Sin embargo, creo que este hecho es incomprensible porque estamos lejos de asumir al Otro-Otra en su otredad, muy lejos de atender y responder a sus demandas identitarias y a años luz de no instrumentalizarlo y manipularlo a conveniencia. Con esto puedo asegurarte que para el año 2025 no seremos “la más educada”. El camino entre esta política pública educativa y su capacidad de permear hasta los más íntimos niveles tardará un poco más que las venideras políticas públicas del “pos-posconflicto”. Lo que si espero, al menos, es que hayamos escapado un poco de la hegemonía doble-moralista que nos gobierna y que, por tanto, no haya necesidad de más homicidios y suicidios políticos; y que tú, Gina, hayas podido sobrevivir -como hasta ahora- al sutil “matoneo” en las aulas del Congreso, en los pasillos del Palacio, en las plazas de la universidades, en los patios de cualquier escuela.
Un saludo.