Un artículo de James Robinson ha causado polémica por que se ha entendido como un intento de quitar importancia al tema de los problemas de tierras en las conversaciones de La Habana.
Tal vez la obsesión por referenciar todo al 'proceso de Paz' desvió la atención de la segunda parte —de hecho la más interesante— de dicho escrito.
Las Farc han sobredimensionado el tema agrario como si en los cincuenta años desde que iniciaron su lucha alrededor de él nada hubiera cambiado. En lo que se refiere a aclarar la poca relevancia relativa que podrá tener lo que se acuerde en relación a 'reforma agraria', el reconocer que la redistribución de la población con una inmensa mayoría de habitantes en las ciudades (más del 80 %) y el la participación en la economía es cada vez menor, lleva a entender que el impacto de lo que al respecto se decida no será del tamaño de las controversias que ha suscitado. El campo ni es ni pesa lo mismo que en los años 60.
En cambio la trascendencia que propone ese autor se le debe dar a la educación sí debería ser materia de mucha más atención.
Mucho se habla de la igualdad de oportunidades como elemento central de una verdadera democracia. Las condiciones de Colombia sí dan para que se necesite una revolución, pero la única que por los resultados alcanzaría esa categoría y a la cual se podría llegar por políticas de Estado y no por la vía confrontacional, sería mediante una política que diera prioridad a la educación por encima de cualquier otro propósito.
Eso es lo que hicieron los países asiáticos como 'modelo de desarrollo' y así Japón, Corea del Sur, Singapur, Hong Kong, Taiwán, y ahora Vietnam o Malasia, dieron sus saltos a la modernidad y alcanzaron lo que ningún país suramericano ha logrado.
Hoy nadie discute que por encima de cualquier otra forma de inversión, el formar capital humano es social y económicamente más rentable que cualquier otro activo.
Entre nosotros por tradición el correspondiente Ministerio ha sido visto como de segundo orden, como el comodín para cuadrar los equilibrios usualmente políticos y a veces de género (tuvimos en épocas recientes cuatro ministras de Educación que ni siquiera grado universitario tenían).
Hoy la Dra. Parodi a la cabeza de esa cartera llena también las cuotas política y de género, pero tiene otras características adicionales, pues llega por un peso político propio; presenta trayectoria y aspiraciones futuras y no es recomendada ni relleno, sino por el contrario decidida a ser protagónica hasta donde el cargo se lo permita.
Eso invita a estudiar el programa de 10.000 becas que propone como bandera de su gestión.
Parece repetir el sistema bastante demagógico o campaña personal de anunciar medidas 'sociales' sin suficiente estudio ni preparación, que no tendrán continuidad en el tiempo ni proyección que garantice un resultado a largo plazo. Es algo como las 100.000 'viviendas gratis' que, después de más de tres años de lanzado el programa por el hoy vicepresidente, apenas 80.000 han sido asignadas, y de ellas casi la mitad solo en el papel pues corresponden a proyectos sin terminar.
Esperemos que el cumplimiento de la promesa de la Dra. Parodi sí se dé, aunque no se sabe como será el seguimiento, cuál el costo, o la manera como retribuirán los beneficiados.
Porque beneficio general podrá darse en cuanto a que colectivamente se debe aumentar ese capital humano si se pone al servicio de la comunidad. Pero también hay un elemento de inequidad en cuanto se destinan recursos a un grupo que disminuirá los que se destinan al resto de la población con iguales derechos. Lo que ellos reciban saldrán del mismo presupuesto o sea se reducirán de lo que se asigna a otros programas (y serán además traslados hacia las universidades privadas que son las que escogen en su mayoría los becados).
Tampoco se sabe cómo será la relación con los establecimientos donde se destinen los premiados, cómo afectaran sus propios procesos de ingreso, cupos, presupuestos, etc.
En todo caso este programa no se inserta dentro de ninguna reforma o reestructuración de la educación, ni es un proyecto de Estado, ni contempla o se justifica en razones diferentes de un cierto populismo. En momentos en que está pendiente la gran reforma a la educación, que se han congelado las conversaciones con el Mane, que revientan los escándalos de las universidades de garage, que la Universidad Pública clama ante la falta de presupuesto, esta medida parece ser más una maniobra de distracción o tener más el propósito de buscar votos que de dar soluciones a los problemas que enfrenta ese despacho.