El ilustre profesor Gilberto Tobón es detentador de un particular récord: el 13 de marzo obtuvo 173.558 votos en su primera experiencia electoral, pero ese resultado, la quinta votación de la jornada, no le alcanzó para llegar al Senado. Así, se convirtió en el “quemado” con la votación individual más alta en la historia del Congreso.
A Tobón le pasó factura la fallida estrategia del gobernador Carlos Caicedo de marginarse de la convergencia del Pacto Histórico e insistir en que su movimiento Fuerza Ciudadana (con Hollman Morris abordo) tenía la tracción suficiente para erigirse en un partido político de alcance nacional.
Al final, la lista de Fuerza Ciudadana no recuperó una votación significativa en el estrellado proceso de escrutinio y Gilberto Tobón quedó definitivamente por fuera del capitolio.
Al profesor Tobón esa campaña le dejó varias lecciones, entre ellas: confirmó su capacidad para movilizar a sus miles de seguidores en redes sociales y traducir los likes en votos; evidenció su habilidad para adelantar una campaña de opinión, con pocos recursos, sin un mayor despliegue en medios tradicionales (recuerdo que en Medellín solo le vi una valla) y simplemente atizando la indignación (su principal propuesta se enmarcó en la deriva populista de impulsar la cadena perpetua para corruptos); y especialmente, lo proyectó como un jugador de peso en la política regional, ya que solo en Medellín sacó 29.571 votos (la lista del Pacto Histórico alcanzó 82.757 votos).
Ahora bien, todo parece indicar que su siguiente movimiento se concentrará precisamente en la otrora “tacita de plata”, pues desde sus redes sociales (donde suma un millón de seguidores), viene leyendo opiniones sobre su eventual aspiración a la alcaldía.
Sin duda, el profesor Tobón tiene varios factores a favor para convertirse en un jugador de peso en la carrera por el piso 12 de La Alpujarra.
Inicialmente, su discurso, sencillo y reiterativo, es el resultado de una construcción académica que orbita casi que exclusivamente en promover la indignación contra la corrupción y contra los poderes económicos y políticos tradicionales. Algo que podría resultar atractivo en una ciudad con cierto espacio a la opinión y que atraviesa por una profunda crisis institucional, con sonados escándalos de corrupción, y en la cual el uribismo y el “quinterismo” (dos personalismos similares en sus métodos y formas de gobernar) han polarizado la discusión pública.
Y aunque sus detractores lo podrían tildar de ficha de la izquierda y hasta de Quintero (al cual respaldó en 2019 y del que rápidamente se distanció), a Tobón no le interesa encasillarse en las discusiones de la izquierda o asumirse como un referente en la primera línea del petrismo, pues tiene claro que su mayor activo en la opinión se encuentra en movilizar desde la indignación. Esa es su principal fortaleza. De ahí que sus seguidores lo sientan como una persona que dice las cosas con sencillez, sin miedo y sin complejidades.
Así que encasillarlo como el candidato de la izquierda o como la ficha de Petro resultará siendo erróneo, ya que su perfil no tiene origen propiamente en la izquierda y su adhesión a la campaña presidencial de Petro se limitó a considerarlo como el “menos malo” de la contienda (hasta hace algunos años lo tildaba de castrochavista) y tampoco fue un cheque en blanco.
A pesar de que falta un año para las elecciones y que las candidaturas todavía son incipientes, la eventual entrada de Gilberto Tobón a la baraja le daría la oportunidad de expresarse a una ciudadanía indignada que hasta se podría terminar imponiendo al uribismo en su desespero por retomar el poder (seguramente con Federico Gutiérrez) y a Quintero en su afán por dejar un sucesor que convierta La Alpujarra en la “caja menor” de su aspiración presidencial.
El profesor Tobón sigue leyendo opiniones en sus redes sociales.
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